El problema de inseguridad en México se mantiene como el que más a afectado a familias enteras. Por ello, madres, esposas, padres e hijos se aventuran a buscar pistas de sus desaparecidos en cualquier lugar que pudiera parecer sospechoso.
Este lunes, el diario estadounidense The New York Times realizó un reportaje en donde investiga a fondo la situación que viven quienes buscan a sus desaparecidos. “Enterrados sin un nombre, a menudo todo lo que queda una vez que sus cuerpos se han ido son las tripas vacías de una persona: una sudadera ensangrentada, una blusa con volantes, un vestido hecho jirones”, comienza el artículo.
Durante un viaje por Chihuahua, un fotógrafo del medio capturó ropa y pistas que algunas madres desesperadas hallaron en su búsqueda de pistas. Entre los testimonios recopilados, Noemy Padilla Aldáz, quien lleva dos años buscando a su hijo, Juan Carlos, que tenía 20 años cuando desapareció luego de terminar su turno de noche en una taquería local, dijo que:
“Si supiera que está muerto, sabría que no está sufriendo”, dijo. “Pero no lo sabemos, y es como una tortura no saber”.
De acuerdo con la Comisión Nacional de Búsqueda, hay 100 mil personas desaparecidas desde 1964. Aunado a esto, la guerra contra el narcotráfico ha provocado un aumento constante de los asesinatos, los cuales ahora superan 30 mil al año. “Pero la desaparición puede ser el golpe más cruel. Priva a las familias de un cuerpo para llorar, de respuestas, incluso de la simple certeza y el consuelo de la muerte”, indica el trabajo periodístico.
Investigadores y expertos en temas de derechos humanos coinciden en que la desaparición es “la forma más extrema de sufrimiento para los familiares de las víctimas”, dijo Angélica Durán-Martínez, profesora de ciencias políticas en la Universidad de Massachusetts, Lowell al medio estadounidense.
“No obstante, cuando los cuerpos de las víctimas son encontrados, continúa la tortura de los familiares, quienes tienen que esperar meses para que los investigadores hallen entre la tierra algún pedazo de hueso y puedan ser identificados”
Durán-Martínez destacó que además de la crisis de seguridad que enfrenta el país, es evidente la incapacidad de las autoridades mexicanas para evitar involucrarse en la violencia. Uno de los casos más conocidos sobre esto es la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, una investigación dirigida durante el sexenio de Enrique Peña Nieto (2012-2018). “Se cree que los estudiantes están muertos, pero nadie sabe dónde están sus cuerpos, quién lo hizo o por qué”, refiere el reportaje.
Al llegar al poder, el presidente Andrés Manuel López Obrador decidió impulsar a la Comisión Nacional de Búsqueda, para entender las atrocidades que afectaron a decenas fe familias. A la cabeza de tal encargo se encuentra Karla Quintana Osuna, una abogada formada en Harvard que anteriormente trabajó en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Según el NYT, cuando Quintana Osuna llegó a la Comisión Nacional de Búsqueda, en 2019, había 40 mil desaparecidos reportados oficialmente, sin embargo, al ampliar los registros de los fiscales estatales de todo el país, se obtuvo un total mucho mayor.
“El desafío es abismal, es titánico”, dijo Quintana sobre el esfuerzo encontrar respuestas en un país donde solo una fracción de los crímenes se resuelven. “Mientras no haya justicia, se está enviando un mensaje claro de que esto puede seguir sucediendo”, agregó.
En los últimos dos años, de acuerdo con cifras oficiales, se ha dado aviso de 6,453 personas desaparecidas. “Todos los días, todos los días en todo el país, se siguen denunciando desapariciones”, dijo César Peniche, fiscal general de Chihuahua. “Eso es lo que el gobierno federal no ha podido abordar”.
Mientras tanto, las madres de quienes no están aún guardan la esperanza de encontrarlos, porque al no saber qué fue de su vida, la incertidumbre continúa acompañándolas.
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