Cuauhtémoc es uno de los personajes más honorables cuando de proteger a los mexicas de los españoles se trata, sin embargo, este joven vivió toda una serie de infortunios y tragedias. Pero, para poder entender esto con mejor claridad, habría que recordar el histórico momento en que el emperador se encontró cara a cara con Hernán Cortés.
Como un poco de contexto, en 1521, Cuauhtémoc fue investido como huey tlatoani, ya que su antecesor Cuitláhuac había muerto y Moctezuma Xocoyotzin tampoco había terminado muy bien.
El gobernado estaba totalmente dispuesto para expulsar a los españoles y restaurar la paz en su territorio, pero, aunque tenía un gran talento y capacidad, esto no tuvo el desenlace esperado.
Al principio todo parecía ir bien para Cuauhtémoc, su ejército había cerrado líneas frente a los invasores y se hicieron amplias labores para fortalecer la defensa de la ciudad, no obstante, llegó el día conocido como la Noche Triste en la que se auguraba el final de la tragedia, pero que sólo marcaría el principio.
Para ponerle un alto a los españoles, Cuauhtémoc y su ejército intentaron librar una batalla naval para recuperar Xochimilco, pero el alcance de los conquistadores ya era bastante y no pudieron detenerlos.
Ante le desesperación de la población, Cuauhtémoc tenía como prioridad que su gente dejara de pasar hambre y sed, por ello, se refugiaron en Tlatelolco y un Consejo decidió rendirse el 13 de agosto de 1521 para evitar más dolor en las personas.
Acorralado, se dice que Cuauhtémoc intentaba escapar en una canoa cuando el español García Holguín se percató de su presencia. Ahí se le llevó frente a Hernán Cortés y desde ahí comienza uno de los episodios más impactantes de la historia.
Imaginemos al tlatoani llegando frente al conquistador, ahí, ante la petición de Cortés que le revela donde estaba el oro que les había sido arrebatado el día de la Noche Triste, Cuauhtémoc decidió hacerle una petición: “máteme con un puñal que traigo en el cinturón”, habría dicho el representante de Tenochtitlán.
La razón de esta extraña petición se debía a que el emperador mexica prefería mil veces morir en vez no intentar todo lo que estuviera en sus manos para salvar a su pueblo.
Sin embargo, Cortés era ajenos a los ritos de sacrificio que existían en la región, por lo tanto, su mejor opción fue encadenarlo.
El asesinato de Cuauhtémoc no era lo que tenía en mente Hernán durante ese momento. En vez de ello, decidieron interrogarlo sobre el lugar en donde se encontraba el oro que les habían quitado a los españoles durante la Noche Triste.
No obstante, el emperador fiel a sus principios y a su pueblo se resistió a traicionarlos. Los españoles insistieron aún más, ya que deseaban encontrar el tan renombrado Tesoro de Moctezuma.
Sin embargo, ante la negativa del preso, se tomaron medidas más serias para hacerlo hablar. Fue ahí cuando sucedió lo que se ha relatado una y mil veces en los libros de historia: A Cuauhtémoc le quemaron los pies.
A este episodio es al que se le conoce como El tormento de Cuauhtémoc y, ante la negativa del tlatoani a revelar cualquier dato que comprometiera a su pueblo, se decidió que sería prisionero de Cortés.
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