Qué influencia tuvo José María Morelos y Pavón en el nombramiento de Ecatepec

La trágica historia tras el fusilamiento del “Siervo de la Nación” provocó que este municipio del Estado de México modificara su nombre para siempre conmemorar a uno de los personajes más importantes de la Guerra de Independencia

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José María Morelos y Pavón
José María Morelos y Pavón fue uno de los protagonistas de la Independencia de México (Foto: Gobierno de México)

Este 30 septiembre se conmemoró el natalicio número 256 del sacerdote, militar insurgente y patriota mexicano José María Morelos y Pavón, quien fue una pieza fundamental durante la segunda etapa de la Guerra de Independencia de México.

Su figura fue tan importantes para el país que algunos gobiernos nombraron calles y avenidas en su honor. No obstante, un municipio del Estado de México aprovechó que murió en su territorio para modificar su propio nombre.

Fue el 5 de noviembre de 1815 cuando soldados realistas, al mando del Coronel Manuel de la Concha, hicieron prisioneros a José María Morelos en Temalaca, Puebla. A partir de ese momento, uno de los líderes de la independencia quedó privado de su libertad.

Varios meses pasaron hasta que el 20 de diciembre, el virrey de la Nueva España, Félix María Calleja, le dictó sentencia de muerte y le encomendó a Manuel de la Concha el traslado y la ejecución del generalísimo, quien pasaría sus últimos días lejos de su natal Valladolid.

Se le formularon tres cargos: herejía, rebelión y asesinato, aunque, durante la confesión, Morelos se declaró inocente en todos ellos. Sin embargo, sabía de antemano que sólo era un trámite, pues la decisión de su fusilamiento estaba tomada prácticamente desde su detención.

"El Siervo de la Nación"
"El Siervo de la Nación" fue capturado en Temalaca, Puebla (Foto: INAH)

Su única salvación era su título de sacerdote, aunque a las autoridades no les importó y lo degradaron para poder asesinarlo en nombre de la causa realista.

Pocos días después, el 22 de diciembre, tropas realistas lo llevaron a la Casa de los Virreyes, ubicada en el pueblo de San Cristóbal, Ecatepec. Fue colocado en un pequeño cuarto donde sólo había una cama, una mesa, una silla y objetos religiosos.

Ahí vivió sus últimos momentos y hasta se dio tiempo de escribirle una carta a su hijo Juan Nepomuceno Almonte, en la que colocó una de sus frases más celebres: “Morir es nada, cuando por la patria se muere, y yo he cumplido como debo con mi conciencia y como americano. Dios salve a mi patria, cuya esperanza va conmigo a la tumba”.

El sacerdote Miguel Salazar se encargó de confesarlo en una breve ceremonia. En cuanto terminó, soldados realistas acompañaron a “El Siervo de la Nación” hacia la fachada de la Casa de los Virreyes. Antes de recibir los disparos del Ejército, abrazó al hombre que lo acompañó.

A las 16:00 horas de ese 22 de diciembre de 1815 fue declarado muerto. Sus supuestas últimas palabras fueron: “Señor, si he obrado bien, tú lo sabes, pero si he obrado mal, yo me acojo a tu infinita misericordia”.

Para conmemorar su figura, Ecatepec
Para conmemorar su figura, Ecatepec renombró la Casa de los Virreyes como "Casa de Morelos" (Foto: INAH)

Su cuerpo fue trasladado e inhumado en el atrio de la parroquia de San Cristóbal. Su cuerpo se mantuvo ahí durante varios años hasta que fueron trasladados a la villa de Guadalupe el 15 de septiembre de 1823.

Un año después, en 1824, cuando oficialmente nació el Estado de México como entidad federativa, se comenzaron a reestructurar los gobiernos locales. Entre ellos se encontraba Ecatepec, que en febrero de 1825, y en apego a la Constitución de Cádiz, fue nombrado municipio conforme a la Ley del Municipio.

Más de 50 años tuvieron que pasar para que el nombre fuera modificado. El 1 de octubre de 1877, cuando la cabecera municipal fue elevada a la categoría de villa, se le agregó el apellido “de Morelos” por decreto de la Legislatura del estado de México.

Finalmente, también se rememoró al generalísimo cuando la Casa de los Virreyes cambió su nombre a Centro Comunitario Casa de Morelos en la década de 1990. Estas instalaciones, declaradas monumento histórico el 2 de febrero de 1933, pasaron a ser custodiadas por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

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