Uno de los periodos más importantes en la historia de México sucedió cuando Agustín de Iturbide fue nombrado emperador del país por un breve periodo de tiempo, entre mayo de 1822 y marzo de 1823. Por aquellos años, la recién independizada nación se encontraba en una época convulsa, caracterizada por una crisis en búsqueda de orden y estabilidad que caracteriza a los países que consiguieron su autonomía durante el siglo XIX y parte del XX.
Sin embargo, la imagen de Ana Huarte, esposa del primer emperador mexicano, ha sido olvidada en la historia de México. Nacida bajo el nombre de Ana María Josefa Ramona Juana Nepomucena Marcelina Huarte y Muñiz, era oriunda de Valladolid de Michoacán, capital de la intendencia de Michoacán, y fue la sexta hija legítima del alcalde provincial Isidro Huarte y de la criolla Ana Manuela Sánchez.
La familia de Ana María contaba con importante poder económico, social y político en la intendencia, además de influir en las decisiones tomadas por la iglesia en la región.
En cuanto a su educación, Huarte fue instruida principalmente con ideas ascendentes de la nobleza y de la burguesía novohispana, escuelas de pensamiento que promovían un rol prominente para la mujer en la esfera social o espiritual.
Sobre el inicio de la relación con Agustín de Iturbide, se cuenta que esta fue amorosa, sin embargo, se ha reportado también que el estatus social de los Huarte, que era mayor que el de los Iturbide, fue un factor a tomar en cuenta. Después de contar con la aprobación de sus familias, Ana y Agustín contrajeron nupcias el 27 de febrero de 1805, ella tenía 19 años y él 21.
La vida de la familia Iturbide estuvo marcada por el proceso de independencia del país, en el que Agustín pasó por distintos momentos de su vida política que determinaron su relación con Ana Huarte, uno de ellos, fue cuando Agustín fue acusado de crímenes relacionados a malversación de fondos, crueldad e inhumanidad. A pesar de la vergüenza social que estos procesos traían a su familia, Ana se mantuvo apoyando a su esposo en todo momento.
Fue en este punto cuando la familia Huarte pasó a formar parte central de los ataques de los enemigos de Iturbide, intentando desprestigiar y burlarse de ella. Sin embargo, para 1920 la situación había mejorado notablemente, mientras su esposo liderando la revolución de los militares, Ana estaba encargada de utilizar la influencia de su familia en Valladolid de Michoacán para presionar políticamente e impulsar apoyo a la causa que ahora representaba, fundamentada en la idea de consolidad el Imperio Mexicano.
La figura de Ana fue de suma importancia para que se firmaran acuerdos en los que Valladolid apoyaba el proyecto del imperio. A través de la historia e influencia en los niveles político, económico, social y religioso de su familia en la región, la señora Huerte fue capaz de ejercer un cabildeo esencial, lo que supuso un momento crucial para la consolidación del proyecto liderado por Agustín de Iturbide.
Una vez nombrada Emperatriz de México, Ana, su esposo, hijos e hijas se mudaron al palacio de los Marqueses de San Mateo Valparaíso. La opulencia de la nueva familia real fue una característica importante durante esta etapa de la historia mexicana, sin embargo, se cuentan con reportes de que el matrimonio comenzaba a debilitarse, con Agustín distanciado de su esposo. Además, se tiene registro de que por estas fechas, el emperador estaba profundamente enamorado de María Ignacia “La Güera” Rodríguez.
Después del tumulto como resultado del fin del Primer Imperio Mexicano y del fusilamiento de Iturbide en 1824, Ana Huerta buscó refugio en Filadelfia, Estados Unidos, en donde falleció a los 75 años en 1861, a causa de hidropesía.
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