Los familiares de las 16 personas fallecidas en el Hospital General de Zona No. 5 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) tras las inundaciones en la ciudad de Tula recibirán una indemnización de 50,897 pesos, así como atención psicológica.
Según señala el acuerdo publicado en el Diario Oficial de la Federación (DOF), la cantidad se encuentra dividida en 40,000 pesos bajo el concepto de apoyo para subsistencia, 10,897 pesos por ayuda para gastos funerarios, 4,251 pesos para transporte, y 4,251 para alimentación y alojamiento.
El acuerdo también establece que se considera beneficiarios a los cónyuges o concubinos de las personas fallecidas o a sus hijos, quienes además de la suma recibirán atención médica, psicológica y psiquiátrica.
Las medidas fueron autorizadas mediante el acuerdo ACDO.AS1.HCT.160921/230.C.DPES en sesión extraordinaria del Consejo Técnico del Instituto, celebrada el 16 de septiembre de 2021.
17 personas que se encontraban en el Hospital General de Zona número 5 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en Tula, Hidalgo, fallecieron el 6 de agosto tras la inundación del hospital y desbordamiento del río cercano. Dos pacientes antes de la inundación, 14 en la fatídica noche del lunes y la mañana del martes y uno más, de 84 años, que por la tarde fue llevado en helicóptero a otro hospital.
Héctor Arias, uno de los médicos de guardia que atendía a los enfermos la noche del lunes que ocurrió la tragedia, narró la devastadora experiencia que vivieron tratando de salvar a los pacientes, sin luz, sin oxígeno debido a que los aparatos estaban en el primer piso y su planta de emergencia les duró apenas algunas horas.
La noche del lunes cuando cayó la tormenta y se desbordó el río Tula la luz se fue, así como la conexión de las vías de comunicación, al amanecer del martes el oxígeno se había acabado por lo que comenzaron a hacer llamados para solicitar auxilio y el envío urgente del vital suministro, pero “la ayuda llegó tarde”.
“Respiren despacio”: médico narró los trágicos momentos
“Ya no se pudo rescatar a esos pacientes. La planta (de luz para conectar los ventiladores) nos duró muy poquito tiempo, los cilindros de oxígeno se fueron acabando, en ese momento yo lo que les decía es ‘respiren un poquito más despacio, tarden en sacar el aire’, para que se tranquilizaran y no entraran en pánico”, narró con voz entrecortada al revivir los instantes de tristeza, frustración e impotencia al que ver morir a las personas que pudo haber salvado de haber podido.
El médico encargado de la primera atención a pacientes del turno nocturno especificó que el hospital sí contaba con grandes suministros de oxígeno para eventualidades, sin embargo estaban ubicados en la planta baja y tras subir rápidamente el caudal por el desbordamiento, todos los equipos quedaron inservibles bajo las aguas negras, sólo unos pocos cilindros potables estaban de forma independiente.
La noche del lunes 6 de febrero Manuel Hernández alcanzó a hablar con su esposa, gracias a una enfermera que le prestó su teléfono, se le estaba acabando el oxígeno y necesitaba que consiguieran más, la inundación del Hospital General de Zona número 5 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) donde estaba hospitalizado por por COVID-19, en Tula, Hidalgo, comenzaba.
El agua subió rápidamente, en menos de 20 minutos (según declaró el director del IMSS Zoé Robledo), el agua del desbordamiento del río cercano al hospital ya había alcanzado casi dos metros de altura y tapó el primer piso de la unidad médica, pero eso no fue impedimento para que Catalina García, esposa de Manuel, se lo llevara.
Catalina sabía que era de vida o muerte e hizo hasta lo imposible por conseguir en ese instante un concentrador de oxígeno y una lancha para llegar al hospital, así lo hizo poco después de las 2 de la madrugada y aún lloviendo.
Pero poco sirvió, la planta de luz de emergencia había dejado de servir horas atrás, su esposo no resistió y murió.
Si yo llegué, ¿por qué no pudieron llegar los demás para ayudar?, nadie hizo caso del oxígeno que estaban solicitando, por eso fallecieron”, afirmó Catalina afuera de las funerarias Tepeyac, donde se encontraba el cuerpo de su esposo José Manuel Hernández, el padre de sus tres pequeños hijos.
“No les quisieron ayudar, los dejaron morir ahí, nadie hizo nada”, reprochó la mujer con lágrimas en los ojos con profundo dolor e impotencia a los medios locales presentes.
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