Durante la época en que los aztecas gobernaron en el centro del país, se lograron acumular inmensas riquezas, con piezas de oro y piedras preciosas. Este fue uno de los motivos que incentivó a los españoles a llegar a la gran ciudad de Tenochtitlan.
A la llegada de los españoles al país, en 1519, notaron que en el territorio había grandes tesoros, por las ofrendas que eran enviadas por el tlatoani Moctezuma, quien trataba de evitar su llegada hasta la ciudad azteca enviando piedras preciosas o diversas piezas hechas de oro. Pero en vez de frenar a Hernán Cortés y a sus acompañantes, el ver las piezas de oro que le eran enviadas, le causaban más curiosidad para llegar a Tenochtitlan.
Cortés y unos 500 hombres que lo acompañaban, desembarcaron en la isla de Santa Cruz, ahora conocida como Cozumel. Avanzaron hacia la costa de Yucatán, para luego dirigirse hacia Tabasco, Tlaxcala y Cholula. A su paso por esos pueblos, las tropas españolas lograron derrotar a los habitantes indígenas y acumularon riquezas.
Fue el 8 de noviembre de 1519 cuando Cortés y su ejército llegaron a México-Tenochtitlan, capital del imperio mexica. Ese día, el tlatoani Moctezuma y el conquistador español tuvieron su primer encuentro, justo en donde hoy en día se encuentra la esquina de la calle Pino Suárez y República del Salvador, en donde incluso hay un mural que representa dicho encuentro.
Los españoles, a su llegada a la imponente ciudad, se alojaron en el palacio de Axayácatl, en el que había vivido el padre de Moctezuma, que se encontraba en lo que hoy es el Monte de Piedad, en el Centro Histórico. Ante la negativa del emperador azteca sobre poner un altar cristiano en el Templo Mayor, los españoles pidieron entonces colocarlo en el palacio en el que se alojaban.
Cuando un carpintero estaba construyendo el altar, se dio cuenta que había una puerta oculta. Al abrirla y husmear se encontraron con un magnífico tesoro. Bernal Díaz del Castillo, en la Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, narra que al abrir la puerta y ver tantas riquezas, quedaron “elevados”. “Y cuando fue abierta, Cortés con ciertos capitanes entraron primero dentro, y vieron tanto número de joyas de oro y planchas, y tejuelos muchos, y piedras de chalchihuis y otras grandes riquezas; quedaron elevados”.
Las riquezas, según la tradición mexica, no podían ser tocadas por Moctezuma, solo podían ser incrementadas, como lo habían hecho su padre y su abuelo. La fortuna era resguardada en el llamado Teucalco. Entre los objetos de oro que encontraron los españoles había aretes, diademas, tejidos de plumas, escudos finos, lunetas de nariz, ajorcas, collares, entre otros. Todo el oro encontrado por los españoles fue fundido y convertido en barras. A sus aliados, los tlaxcaltecas, que se unieron a ellos por ser sometidos por los aztecas, les dieron chalchihuites, piedrecillas de jade, plumas y maderas finas.
Luego de descubrir el tesoro, Cortés hizo prisionero a Moctezuma, y poco después abandonó México-Tenochtitlán para combatir contra Pánfilo de Narváes, otro conquistador español que fue enviado para capturar a Cortés, quien había desobedecido las ordenes del gobernador de Cuba sobre no venir a México.
Tras enfrentar a Narváes y derrotarlo, Cortés volvió a Tenochtitlan, pero se encontró con una rebelión de los aztecas, que fue originada por una matanza que los españoles cometieron en el Templo Mayor. A aquel episodio se le conoce como la matanza de Tóxcatl.
Para calmar al pueblo, Cortés pidió a Moctezuma que intercediera por él y sus hombres, pero la muchedumbre apedreó al emperador, causándole la muerte. Los mexicas se enfrentaron con los españoles a quienes lograron derrotar en la conocida Noche Triste. Cortés buscaba huir con el tesoro esa noche, sin embargo, una mujer que notó la acción y gritó, por lo que salieron guerreros aztecas a detenerlos. Esa noche murieron unos 600 españoles, además perdieron el tesoro.
Se dice que Cuauhtémoc decidió deshacerse de esa riqueza antes de que la ciudad cayera por completo. Cortés lo torturó y quemó los pies, pidiéndole que revelara en dónde había quedado el tesoro, pero el ultimo emperador azteca confesó que lo había arrojado a la laguna. Nada se volvió a saber sobre el tesoro, sin embargo, el 13 de marzo de 1981 un hombre encontró una barra de oro de unos 2 kg a 5 metros bajo la tierra. El sitio del hallazgo fue a un costado de la alameda de la Ciudad de México, en donde ahora se encuentran las oficinas del SAT.
El Instituto Nacional de Antropología e Historia dio a conocer que el pedazo de oro fue fundido entre 1519 y 1520, por lo que, probablemente, pertenezca al desaparecido tesoro de Moctezuma.
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