Por qué es incorrecto decir que Hernán Cortés “liberó” a los indígenas de los “bárbaros y sanguinarios” mexicas

“Condenar a los aztecas como traicioneros y sanguinarios bárbaros era crucial para justificar la violencia de las guerras de invasión”, consideró el etnohistoriador británico Matthew Restall

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Video: Canal del Congreso México

500 años después de que conquistadores de Castilla (ahora España) invadieron Tenochtitlan junto a miles (más de 75,000) de indígenas de pueblos originarios, ahora se sigue manteniendo una serie de mitos alejados de objetividad hacia la historia del México antiguo prehispánico.

En el mundo a través de los siglos se ha hecho fama de que los aztecas fueron bárbaros sedientos de sangre, sin embargo esto está muy alejado de la realidad, sin embargo se exacerbó debido al prejuicio anti indígena de los españoles que deliberadamente crearon y promovieron una narrativa negativa. La civilización mexica era tan sofisticada y organizada como cualquier otra región de Europa central o del mundo, sólo que diferente”, consideró el etnohistoriador británico Matthew Restall.

En su libro Siete mitos de la conquista española expone las principales ideas erróneas sobre la colonización española en América que se han tenido como ciertos pero como lo son y están basadas en interpretaciones dolosas.

Usando los métodos de la Nueva Filología, Restall cuestiona varias nociones sobre cómo los españoles lograron su hegemonía militar y cultural sobre Hispanoamérica.

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En sus relatos, los propios conquistadores se muestran asombrosos y sobrehumanos, pensados específicamente para promover sus personas, los veteranos de esta guerra se maravillaban de sus propios triunfos, contra todo pronóstico, un sesgo amplificado por los cronistas reales, cuya tarea era promover la gloria de la España Imperial”, detalló en una reflexión “Seminario: A 500 años de la conquista de México-Tenochtitlán. Conversaciones sobre las implicaciones y significados en la historia”.

En su disertación, el profesor de historia de América Latina y antropología, explica que lo anterior lo explican a través de un trío de “factores” interconectados: Dios estaba del lado de los españoles cristianos; los españoles eran personas indomables, “con el hábito de ganar” (en palabras de Cortés); y el conquistador que escribía individualmente (o sobre el que se escribía) fue impelido a realizar estas hazañas sobrehumanas por su profunda lealtad a la Corona.

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Apuntalando estos hechos se presentaba una visión negativa de las culturas indígenas en general y de los aztecas en particular.

Condenar a los aztecas como traicioneros y sanguinarios bárbaros era crucial para justificar la violencia de las guerras de invasión – una táctica de difamación que se aplicó incluso a los aliados nahuas, a quienes los españoles culparon de la brutalidad del sitio. Pero enfatizar el terrible militarismo de los aztecas también servía al principal objetivo propagandístico de los españoles – la promoción de la conquista como un hecho extraordinario”, añade.

Foto: (INAH)
Foto: (INAH)

Aunque las explicaciones hispanas sobre la caída del Imperio Azteca han perdido fuerza con el tiempo, la descripción negativa de los aztecas ha persistido, e incluso ha florecido, continuó quien fuera director del centro de estudios latinoamericanos de la Universidad Estatal de Pensilvania.

“A nivel mundial, la imagen de los aztecas perpetuada en medios digitales, libros de texto, videojuegos y películas se asocia a las parrillas de cráneos, los tzompantli y los rituales de `sacrificio humano´ (una frase cargada de racismo colonialista en sí misma). Sin embargo, la civilización azteca era tan rica y profunda en los siglos XV y XVI como la de los europeos, ni más militarista ni sangrienta ( incluso, posiblemente menos si se compara con la Inquisición)”, agregó.

Máscara que representa a Xipe
Máscara que representa a Xipe Tótec, uno de los dioses mexicas. Esta cultura realizó finas piezas de oro y otros materiales, muestra de su avanzado concepto de arte Foto: (INAH)

La caída de Tenochtitlán fue consumada por otros indígenas, sólo 1% eran españoles

Durante los meses de verano de 1521 en el sitio de Tenochtitlan, menos del 1% de los atacantes eran españoles. Se necesita una gran imaginación y una gran dosis de prejuicios en contra de los indígenas mexicanos para ver el cerco como simplemente español – y por consiguiente la rendición de los habitantes de la ciudad el 13 de agosto, tras una larga resistencia, como un logro español (ya sea glorioso o vergonzoso).

Ese 99% que no era español era muy variado e incluía un incierto número de soldados africanos y descendientes de africanos, de taínos y otros indígenas del Caribe que, esclavizados, sirvieron como personal de apoyo, así como totonacas y otros mesoamericanos. Pero la mayoría fueron nahuas, entre ellos los más famosos y antiguos oponentes de los mexicas, los tlaxcaltecas, el resto eran nahuas que fueron súbditos de los aztecas. Incluso, si llamamos “aztecas” a las tres ciudades-estado que controlaban el imperio (llamado la Triple Alianza), un porcentaje significativo de los atacantes fueron aztecas, de Texcoco y Tacuba.

caída de Tenochtitlan (Foto: Twitter@Cuauhtemoc_1521)
caída de Tenochtitlan (Foto: Twitter@Cuauhtemoc_1521)

Dicho porcentaje fue variando a través de los meses del sitio. Por ejemplo, cuando, a fines de junio, los mexicas mataron a una docena de españoles y capturaron a 68 de ellos (aproximadamente diez por ciento de la compañía en ese momento) y los ejecutaron en lo alto del Templo Mayor, decenas de miles de aztecas (o para evitar la confusión, podríamos llamarlos ex - aztecas) regresaron a Texcoco, Chalco, Cholula y decenas de otras ciudades de origen.

Por su parte, los defensores batallaban también contra la inanición, la viruela y otras enfermedades, así como contra el abrumador sufrimiento de ver morir cruelmente a los miembros de su familia – todo mientras los atacantes avanzaban matándolos casa por casa a lo largo de la isla. Por ello, cuando en julio los defensores fueron forzados a retroceder al distrito de Tlatelolco - con la entrada de los atacantes en la gran plaza del mercado el 1 de agosto – dichos nahuas (ex - aztecas incluidos) regresaron en masa para participar del clímax destructivo del sitio.

“Aquí, el punto no es minimizar el impacto de la invasión española; previamente al comienzo del sitio, los españoles habían pasado buena parte de sus dos años en México cometiendo masacres, capturando esclavos y practicando otras formas de violencia que destruyeron familias indígenas y produjeron la disrupción masiva que dio paso al asedio. Pero el asedio en sí mismo –como la guerra- fue una tragedia mexicana, no una acción militar española contra el imperio azteca”, sintetizó Restall.

caída de Tenochtitlan (Foto: Twitter@Cuauhtemoc_1521)
caída de Tenochtitlan (Foto: Twitter@Cuauhtemoc_1521)

“La fuerza de cortés fueron los indígenas”: Clementina Battcock

“No podemos continuar esta idea clásica de que un pequeño grupo de españoles con alta tecnología conquistaron a los mexicas (aztecas). Esa es una lectura que es insostenible. Hace más de 30 años que sabemos que el éxito de Hernán Cortés es debido a la fuerza indígena, a los aliados de Cempoala, de Tlaxcala, de Tetzcoco que van a ser parte de su ejército”, indicó la doctora Clementina Battcock, investigadora de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia INAH), quien presenta una versión de la conquista poco difundida entre los mexicanos modernos, pero presente en fuentes documentales y arqueológicas.

El fin del poder mexica en agosto de 1521 deviene de las tensiones previas, antes de la llegada de Cortés, entre los grupos que habitaban en el Altiplano central. Mismas que Cortés aprovechó en sus planes de conquista.

“En su encuentro con el cacique gordo de Cempoala, él se va a enterar, obviamente en este juego de traducciones a través de Malintzin, de las presiones de México-Tenochtitlan en ‘búsqueda’ de exigencia de ‘tributo’ que eran cada vez más excesivas, no solamente en el sureste”, apuntó la investigadora argentina radicada en México desde hace 20 años y quien es especialista en la cultura nahua y mexica.

Cempoala era un centro totonaca, en lo que hoy es Veracruz, y “el cacique gordo”, como los cronistas hispánicos le llamaban, era su gobernante. Fue el primer aliado de Cortés y quien le entregó a Malintzin, gran conocedora del mundo mesoamericano y hablante de varias lenguas. Su llegada a este sitio en julio de 1519 resultó estratégica para la operación de sustitución del poder que acontecería en Tenochtitlan, recordó Battcock.

En entrevista para Ciencia UNAM, en el marco de la conmemoración de los 500 años de la caída de México-Tenochtitlan, la historiadora destaca la existencia de la excan tlatoloyan o triple alianza, una tradición política de equilibro de fuerzas, de alianzas entre los centros nahuas que dirigían y disponían de los recursos en la Cuenca de México.

La viruela negra fue un
La viruela negra fue un determinante en la caída de Tenochtitlan y Tlatelolco (Foto: INAH)

En tiempos del paso de Hernán Cortés por tierras mesoamericanas estaba formada por Tetzcoco (Texcoco), Tlacopan (hoy Tacuba) y Tenochtitlan, esta última líder de la triple alianza, cuyo interés era la búsqueda de “tributos”, de bienes, no tanto el control del territorio.

Mientras avanzaba hacia los señoríos tlaxcaltecas, Cortés percibió el ambiente de presiones económicas y políticas en la región.

Él llega en un momento de grandes competencias por diferentes centros para acomodarse. Además, en ese tiempo Motecuhzoma Xocoyotzin gobierna Tenochtitlan, un tlatoani que no tendría las características de los anteriores donde el ser guerrero era el arquetipo a seguir.”

(Foto: Twitter@Cuauhtemoc_1521)
(Foto: Twitter@Cuauhtemoc_1521)

La estrategia del conquistador fue crear alianzas con Cempoala, Tlaxcala, Tetzcoco y otros centros; esta fuerza indígena le permitió seguir hacia Tenochtitlan. Eso será su éxito militar.

Cortés se legitimó como el capitán general en el cabildo de la Antigua en Veracruz, esto le permitió establecer las alianzas políticas, no solo matrimoniales, y el compromiso de cumplir con diferentes privilegios para quienes se unieran a su ejército.

“Evidencia de ellos los tenemos para los tlaxcaltecas; ellos van a exigir los beneficios de parte de la Corona por haber sido parte activa de la caída de México-Tenochtitlan. Para Tetzcoco los vemos en los formatos de esa época llamados méritos y servicios, donde por escrito expresaban que habían sido parte de la conquista y que la Corona se había comprometido a otorgarles ciertos beneficios.”

Esta práctica fue común en los siglos XVI y XVII, no solo en territorio mexicano sino en todo el continente americano. Recordemos que la caída de México-Tenochtitlan fue el inicio de una serie de conquistas hacia el norte de nuestro país, hacia Centro y Sudamérica, particularmente Perú.

La especialista en fuentes documentales del siglo XVI y XVII considera que la caída de los mexicas, “o lo que nosotros entendemos como los últimos hechos, fue resultado de una serie de problemas que la ciudad estuvo resistiendo por lo menos durante dos años.”

La desaparición de Motecuhzoma, la devastadora epidemia de viruela y la muerte de Cuitláhuac por la enfermedad a tan solo 80 días de haber sumido la resistencia mexica; él dirigió la derrota de Cortés y su gente en la noche triste.

La Gran Ciudad de Tenochtitlan,
La Gran Ciudad de Tenochtitlan, mural de Diego Rivera (Foto: Wiki Commons)

Pensemos que es una población débil que está pasando hambre; la epidemia tocó no solamente en lo físico sino en lo mental y en lo cosmogónico a estas poblaciones; las obras hidráulicas no se podían mantener, había carencia de agua.”

Tras la caída de Tenochtitlan y la destrucción del Templo mayor, la instrucción fue fundar en ese perímetro una nueva ciudad a la manera hispánica, con un cabildo y una catedral. Creíamos que las construcciones mexicas estaban perdidas”, recuerda la investigadora y colaboradora de Noticonquista.

Pero no fue así. Las excavaciones arqueológicas en años recientes dejaron ver que muchos basamentos, el juego de pelota, templos y otras obras aún permanecen debajo de la actual Ciudad de México.

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