Todas las culturas a través de la historia han considerado al agua como el elemento de la vida. El agua es líquida, variable, curativa, portadora de vida. El agua es un bien tan grande, que ha sido elevada a ser considerada un ser cargado de divinidad donde los dioses y diosas asociadas al vital líquido son tantos, como las formas en que pueden ser nombradas.
La vida y el agua, en buena parte, son sinónimos.
Sin embargo, la modernidad, es su afán de explotar todo para generar ganancias, ha subvertido el valor del agua, para convertirla en materia prima, herramienta, basurero, material de limpieza.
Así, el vital líquido no es ya, solamente, para el consumo y cubrir la necesidad de abastecer al cuerpo humano que es 60% agua; o para la producción de alimento, no, hoy es utilizado para un sinnúmero de actividades para el desarrollo de la actividad humana, convirtiéndola en insumo vital para los procesos productivos.
La sociedad de consumo depende intrínsecamente en el uso del agua provocando la sobreexplotación del líquido que provoca, junto con otros factores depredadores, el cambio climático que hoy amenaza la vida en el planeta.
En nuestro país, las políticas neoliberales, asumieron la idea depredadora de que todo está a la venta para producir riqueza en unas cuantas manos, con lo que se buscó la privatización del agua con distintos lineamientos de concesiones, así como el otorgamiento a mineras y empresas con nula vigilancia ambiental.
Contaminaron y devastaron ríos, costas, lagos, pozos, negando a todas y todos los mexicanos el derecho al consumo de agua, el derecho a la salud y, por tanto, el derecho a la vida.
Hoy, los que antes propiciaron el crecimiento de empresas destructoras del medio ambiente, voltearán la cara a otro lado y negarán la realidad que sus políticas rapaces causaron.
Un ejemplo de esta realidad es la región de La Laguna que está contaminada con elevadas concentraciones de arsénico, que pueden llegar hasta los 500 microgramos por litro, poniendo en riesgo la salud del pueblo de la región. Esta situación se acentúa en las comunidades rurales de Francisco l. Madero, San Pedro, Gómez Palacio y Tlahualilo.
En México se reformó la constitución que reconoce el consumo humano del agua como parte de los derechos humanos. Por ello, todas las autoridades tienen el mandato constitucional de diseñar e implementar las políticas públicas para que el pueblo de México pueda ejercer plenamente este derecho humano, así como el derecho humano a un medio ambiente sano para el desarrollo y bienestar, así como el derecho humano a la protección de la salud.
El gobierno de la 4T, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, se propuso solucionar la problemática hídrica en los estados de Durango y Coahuila. Se determinó que se implementará el Proyecto Agua Saludable para La Laguna. Para ello, se proyecta una inversión superior a los 11 mil millones de pesos.
Este gobierno ya está poniendo manos a la obra en La Laguna, pero es claro que la falta de agua se ha convertido en una gran problemática, donde la población está expuesta al consumo de altos índices de arsénico y donde algunas empresas han negado el derecho a la salud y a la vida a los habitantes.
Tenemos que garantizar que el esfuerzo federal por el saneamiento de la región reparta el agua de forma equitativa entre las poblaciones de la zona, evitando que el vital líquido sea botín, nuevamente de los distritos de riego y la industria. Tenemos que garantizar el derecho humano para el consumo de nuestra gente y hacer que los gobiernos cumplan con su obligación del acceso y uso equitativo y sustentable de los recursos.
México tiene que defender al agua como la imaginaron los que nos precedieron, con un valor supremo, casi divino, porque ella es la generadora y dadora de vida y su destrucción, contaminación y privatización generará la muerte de nuestro pueblo.
*Senador de la República por el Estado de Zacatecas, en representación del partido Morena
SEGUIR LEYENDO: