Olimpia Coral Melo (26, Huauchinango, Puebla) fue víctima de lo que ahora se conoce como ‘pornovenganza’ por parte del que era su pareja: compartió contenido sexual explícito de ella sin su consentimiento. Eso la llevó al borde del suicidio. Pero también a lograr una ley que no existía: la ‘Ley Olimpia’ que castiga hasta con seis años de cárcel a las personas que en México cometan violencia digital, lo que le hicieron a ella. Su impactó le valió que la prestigiosa revista Time la nombrara una de las 100 personas más influyentes del 2021.
“Melo Cruz y yo somos almas gemelas”, señala Amanda Nguyen, escritora del artículo que reconoce a Olimpia, “y espero que ella inspire a las personas de todo el mundo no solo a asumir esta causa, sino también a hablar por sí mismas. Puede ser difícil ser un sobreviviente, hablar sobre algo tan personal, pero el impacto de Melo Cruz no solo será significativo en este momento, será recordado en la historia, y la historia está de su lado”.
A la misma Olimpia le sorprende el alcance que su lucha ha tenido. En una videollamada con Infobae la pionera cuenta sobre el camino recorrido en su causa contra la violencia digital y advierte lo que falta por hacer.
Pregunta: ¿Qué significa para ti estar en el legendario ranking de la revista Time?
Respuesta: Me hace recordar justo que luchar vale la pena. Que revelarse ante algo que no estás de acuerdo vale a pena. Y que además, tomar una causa cuando a ti te pasa y hacerlo con mucho amor, con otras compañeras, vale la pena. Pero más allá del reconocimiento de la revista, lo siento así porque quien lo hizo (el artículo de su nombramiento) fue una víctima también. Amanda Nguyen es una sobreviviente de violencia sexual que en su país, Estados Unidos, ha logrado también leyes a favor de las víctimas de ese delito. El reconocimiento nos da la oportunidad de hablarle al mundo; que nuestra lucha se traduzca en otros idiomas, llegar a las empresas privadas, tocar a quienes hacen los algoritmos en internet para que hagan conciencia sobre el uso de las tecnologías que tienen como fin el daño a nuestros cuerpos. Hay quienes no lo hacen con dolo, simplemente no saben que está mal. El sistema patriarcal nos hace creer que nuestros cuerpos, como son exhibidos en internet, son para la diversión; como nosotras hicimos sexting, son para que se burlen de nosotras; como nosotras consentimos la intimidad sexual, de manera digital, nos merecemos eso. Espero que cada una de las formas en que se me ha reconocido sirva para ejecutar acciones reales para combatir este tipo de violencia.
P: ¿Pensaste alguna vez que tu experiencia llegaría a convertirse en una ley para que no se vuelva a repetir?
R: La verdad no. Lo que yo anhelaba era regresar a Huauchinango, porque huí de ahí, y decirles: “ya ven, teníamos razón, ustedes estaban equivocados, esto sí es violencia, nosotras no somos las culpables, yo no soy culpable, y habemos muchas más que lo vivimos”. Poder regresar con esta legitimidad de que ya no soy solo yo, ya lo dice el Estado, creo que esa es una de las principales causas de la ‘Ley Olimpia’ más allá de lo legislativo: la causa es el nombrar que existe la violencia y reconocerla como tal en un mundo en el que eso no era ni siquiera considerado así, y menos en nuestro país, porque tenía dos tabúes: que es virtual, que no la tocas, y que es sexual, que siempre en la revictimización absurda las culpables somos nosotras para la sociedad patriarcal. Entonces ver que llegó a la capital de Puebla, luego a otros estados, luego a nivel nacional... después, trabajando con las compañeras argentinas alcanzamos América Latina... y ahora que sale en esta revista mundial, ampliamos la visión y pensamos: “bueno, ¿por qué no conquistar el mundo? por una causa tan justa y legítima como es empoderar nuestra voz cuando fueron muchos años en silencio”.
P: ¿Qué aconsejarías hacer a quienes están pasando por lo que tú pasaste?
R: Precisamente estamos trabajando desde el Frente Nacional para la Sororidad en una guía que consta de tres etapas. La primera es la contención emocional, como paso prioritario: entender que somos víctimas y que eso no nos hace menos, no significa que tengamos que escondernos, que no somo culpables, por más que nos señalen. La segunda es la contención digital: cambiar registros de seguridad, contraseñas, códigos de inicio de sesión para evitar actos violentos como extorsiones, borrar amigos que no conozcan en sus redes, blindar nuestra vida en los espacios virtuales tomando consciencia de que lo digital es real. Y la tercera es: ¿qué quieres tú hacer? Si quieres que se baje el contenido, puede ser posible, aunque bastante complicado, y solo es haciendo uso de la ‘Ley Olimpia’, es decir, denunciando. Pero esto último, no deja de ser solo una opción; lo que para mí es justo tal vez para las otras no lo es.
P: Y si no quieren denunciar...
R: Que tomen la decisión de no hacerlo, depende mucho de lo que ellas decidan. Mis circunstancias fueron favorables para denunciar, gracias a que tuve el apoyo de mi familia. Puedo compartirles nada más que, cuando lo dices, cuando lo empoderas, cuando le quitas todo el poder que tienen los agresores sobre ti, toda la estigmatización que tiene sobre nuestras vaginas, sobre nuestro derecho al placer, se siente un alivio que mágicamente le quita todo el poder a la agresión. Y ‘Ley Olimpia’ hoy da una posibilidad que antes no había: denunciar. No es la opción, es solo una opción, pero al reconocerla se valida un derecho que tenemos.
P: ¿Cómo lograste darte cuenta que tú eras la víctima y no la culpable?
R: Nombrando a las cosas por su nombre y poniéndolas en su lugar. Si haces un acto de corrupción, eres corrupta. Si quitas algo que no te pertenece, eres una ladrona. Pero si tienes sexo, si confías y si amas... ¿qué eres?... Cuando empiezas a cuestionar todo lo que te hacen creer, te das cuenta de que no tiene sentido. Además hubo un plus en mi caso particular: mi mamá y mi abuela me dijeron que no estaba sola, que a ellas no les avergonzaba lo que me estaba pasando y que todas y todos tenemos sexo.
P: ¿Qué queda pendiente por hacer?
R: Muchas cosas. ‘Ley Olimpia’, en la aprobación a nivel legislativo, dio apenas el primer paso. Falta capacitación a las instituciones de procuración de justicia en diferentes estados. Falta que los legisladores apoyen; en vez de regalar objetos con sus nombres, regalen cursos y talleres gratuitos a las mujeres de la periferia para enseñarles los mecanismos de protección digital. Que comencemos a brindar prevención desde el núcleo de la sociedad. También esfuerzos por humanizar cómo habitamos internet las personas en México. La prevención para cuestionar el sexting, pero a la vez no criminalizarlo. Que se generen mecanismos de homologación para la obtención de pruebas. Y un manual para que los servidores públicos sepan como tratar a víctimas de un delito que hace tan solo dos años no existía.
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