Este lunes 30 de agosto, casi 11.5 millones de niñas y niños regresaron a las aulas después de 17 meses de tomar clases en línea. En este contexto, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) reveló que los principales efectos del retorno a clases presenciales fueron iritabilidad y la ansiedad.
No obstante, María Teresa Monjarás Rodríguez, académica de la Facultad de Psicología, señaló que dichos transtornos no son generalizados, pues algunos menores han logrado adquirir habilidades para manejarlos.
“Cabe aclarar que esto puede presentarse en algún porcentaje de la población que asiste presencialmente a clases, no es en todos, porque hay incluso preescolares que no han presentado trastorno alguno. Por el contrario, han adquirido alguna habilidad”
Aunque a los alumnos más pequeños los embarga la emoción por reencontrarse con sus amigos, también experimentan miedo al contagio y ansiedad por la separación momentánea de los padres o cuidadores, incluso puede presentarse una sobreexcitación, apuntó.
“Esta etapa es una oportunidad para mejorar y crear estrategias de fortalecimiento sobre todo en alumnos preescolares, modelar a nuestros hijos ante situaciones de estrés; la forma en cómo actuemos será un modelo para ellos, tampoco se trata de ocultar emociones, sino de reconocerlas y actuar”
Entre las recomendaciones a considerar, Monjarás Rodríguez sugirió escuchar las necesidades de los estudiantes y modelar la calma con explicaciones breves y claras. “Si le digo a mi hijo que lo encontraré a cierta hora, cumplirlo, de lo contrario, su ansiedad puede detonarse”.
Durante los próximos días, explicó Laura Hernández Trejo, especialista en Juego y Desarrollo Infantil de la FP, podrían aparecer las denominadas “conductas de aseguramiento”.
“Buscarán que los reaseguraremos, estarán físicamente más cercanos a sus padres, dirán ‘voy contigo’, ‘no me dejes’, querrán irse a dormir con mamá o papá, o en otros casos más complejos tendrán dolores estomacales, porque hay preocupación, o se manifestarán más irritables”, describió.
Por otro lado, se observarán “emocionalmente abrumados”, lo que se manifestará en la poca claridad de lo que están sintiendo; incluso el ritmo cardiaco se les podría acelerar, temblarles las manos o la cara ponérseles roja.
“Quizá pasarán a un estado súbito de enojo o llanto, porque no están pudiendo resolver toda la carga de estrés, por lo que hay que estar listos para brindar ayuda, pero si como padres estamos agotados será difícil comprenderlos. Hay que preguntarles: ¿cómo te ayudo?, ¿qué necesitas?, ¿qué te preocupa de volver a la escuela?”
Para atender esta condición, la especialista recomendó hablar con los menores y dejarles claro que “está bien no sentirse siempre bien; a veces no nos sentiremos con ánimo, y eso no nos hace mal”. Además, sugirió ayudarles con “métodos de juego” y establecer rutinas para darles certidumbre de los que sucederá.
En contraste, las expertas en Conducta Infantil de la Facultad de Psicología de la UNAM indicaron que algunos menores pueden reafirmar o mejorar algunas habilidades y fortalezas en su regreso a las aulas.
“Primero el autocuidado, con el fin de no contagiarse; la empatía, al compartir diferentes experiencias durante lo que va de la pandemia; además de la conducta pro social, el querer ayudar al otro, o colaborar para que se sienta mejor, así como la valoración de su situación actual, del contacto con el otro y de la vida misma”, expuso Monjarás.
Por su parte, Hernández Trejo destacó que posiblemente algunos alumnos han adquirido mayor sentido de responsabilidad, gratitud y creatividad.
Ambas reiteraron una recomendación de la Secretaría de Educación Pública (SEP): atender y trabajar con las emociones. Lo anterior para evitar un aumento de estrés, ansiedad e incluso depresión.
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