José Eduardo Ravelo, un joven de 23 años, originario de Veracruz, murió el 3 de agosto por politraumatismo, ruptura de tejidos musculares, y choque séptico de origen pulmonar. Antes, había denunciado a dos policías de Mérida, Yucatán, que presuntamente lo golpearon y abusaron sexualmente de él. Estaba nervioso y alterado cuando llegó con su mamá, quien constataría la última versión que el joven dio sobre lo sucedido.
El pasado 21 de julio, según el parte de la policía, alrededor de las 09:30 horas dos agentes detuvieron a José Ravelo, quien se encontraba fuera de sí porque, de acuerdo con sus declaraciones, había consumido “crystal”.
En los videos de la detención —con duración de al menos 24 horas— José se comporta de una manera agresiva. De las 10:18 horas a las 10:31 inicia el recorrido de la patrulla a la comandancia municipal.
A las puertas del lugar hubo —efectivamente— un abuso de la fuerza, con pretexto de someterlo. Los uniformados forcejearon con el joven y le sacaron los pantalones, según ellos porque querían quitarle el cinturón antes de ingresarlo.
En las imágenes se observa que el detenido es ingresado a rastras a la celda. Un guardia le ofrece agua y otro un sandwich. En algún momento se quita la camisa, la recomoja en la taza del baño para refrescarse la cabeza.
A las 11:18 horas del siguiente día es liberado. Se le ve perderse y más tarde abordar un taxi. El 3 de agosto, José murió por hechos de tortura y agresión sexual.
De acuerdo con su testimonio, el 21 de julio fue interceptado por agentes en las calles de Mérida. Se trataba de una patrulla antimotín tipo pick up color negro con amarillo. Los uniformados vestían un equipo que decía Policía Estatal. Uno respondía al nombre de Mendez y otro al de Osorio.
La historia es propia de una película de terror: los agentes comenzaron a interrogarlo porque se veía sospechoso. Lo jalaron de los brazos y lo empujaron contra la pared. José les preguntó por qué lo trataban así pues no había hecho nada. No le hicieron caso y entre varios lo subieron a la cama de la patrulla, lo esposaron de pies a cabeza, y lo tocaron diciéndole que le iban a realizar una revisión de rutina.
José continuó su relato diciendo que a la fuerza le bajaron el pantalón, su bóxer y de pronto un policía estaba sobre él. Lo estaban penetrando, dice. “Sentía dolor y vergüenza”.
José relata que los policías estaban grabando con sus teléfonos mientras lo violaban; fueron varios los policías que lo estuvieron penetrando. De pronto entraron a un estacionamiento que estaba vacío y ahí los policías lo siguieron violando”.
El caso de José Ravelo parecía enfilarse sin remedio a quedar sepultado entre las historias de abuso e impunidad. Pero el caso cobró notoriedad sólo unas semanas después de lo sucedido. El ruido mediático obligó a las autoridades a dar respuestas, que hasta ahora muestran contradicciones.
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