Apagó la Llama Eterna: el día que un mexicano orinó el icónico Arco del Triunfo en Francia

Una borrachera durante el Mundial de Francia 98, después de la derrota de México frente Alemania en los cuartos de final, dejó una peculiar, pero no tan agradable anécdota para el país

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La Llama Eterna, que honraba
La Llama Eterna, que honraba a los soldados caídos en la Primera Guerra Mundial, llevaba 75 años ardiendo continuamente (Foto: Twitter/@Vega4Julio)

Los mexicanos somos bastante conocidos en el extranjero por muchas razones: nuestro aguante al picor y al alcohol, el sentido del humor, las groserías o el peculiar vocabulario que conjunta diversos significados en una sola palabra.

Sin embargo, en algunos momentos también hemos destacado por situaciones no tan agradables, como la acontecida en Francia, allá por el año de 1998, cuando dos mexicanos se pasaron por Arco del Triunfo la Llama Eterna y la apagaron al orinarla.

Antes de contar esta peculiar, pero no tan elegante anécdota, hay que contextualizar la importancia de este fuego.

Cuando la Primera Guerra Mundial terminó, varios países, como Estados Unidos, Austria, España o Bélgica, quisieron honrar la memoria de los soldados que participaron en el campo de batalla y no sobrevivieron. Sin embargo, muchos de ellos no pudieron ser identificados.

Por ello, se crearon las tumbas de los soldados caídos, quienes, aunque nunca se logró saber sus nombres y apellidos, han sido rememorados. La instalada por el gobierno francés se colocó debajo del Arco del Triunfo el 11 de noviembre de 1920, para recordar a un supuesto soldado francés muerto en la batalla de Verdún. El concreto tiene inscrita la leyenda: “Aquí reposa un soldado francés muerto por la patria 1914-1918”.

México había sido eliminado por
México había sido eliminado por Alemania día y medio antes de la tragedia (Foto: Twitter@LosMasGrandesMX)

La Llama Eterna fue encendida varios años después, en 1923, y desde ese momento nunca se había apagado, hasta esa fatídica madrugada entre el 30 de junio y el 1 de julio de 1998.

El mundial de fútbol se estaba llevando a cabo en ese momento en Francia. Para ese momento, México ya había sido eliminado en los octavos de final por su similar de Alemania, al caer con un marcador 2-1. Los goles de los germanos fueron obra de Jürgen Klinsmann y Oliver Bierhoff; mientras que el descuento mexicano estuvo en los pies de Luis “El Matador” Hernández.

Dicho partido se desarrolló el 29 de junio, día y medio antes de la tragedia, por lo que la presencia de los mexicanos provocó desconcierto. Tal vez se habían quedado para ver el resto del mundial, aún tenían tiempo para recorrer el país galo, o quizá ya vivían ahí. Muchas preguntas pasaron por la mente de los franceses en ese momento.

Rodrigo Rafael Ortega y una mujer estaban paseando por el Arco del Triunfo cuando las ganas de ir al baño inundaron al sujeto. Se le hizo fácil acercarse a la Llama Eterna y orinar encima, sin saber el significado de ese monumento histórico que tenía 75 años continuos ardiendo.

Para volver a encender la
Para volver a encender la llama, tuvo que realizarse una ceremonia con la embajada de México en Francia de aquel momento (Foto: REUTERS/Charles Platiau)

El jueves 2 de julio, ambos mexicanos fueron detenidos e interrogados por la policía, que los dejó libres poco después. Las autoridades francesas insistieron sobre lo inadecuado del acto que “ha afectado la memoria de los muertos por Francia y su honor”.

Encender nuevamente la llama requirió de una ceremonia oficial a la que asistieron el entonces ministro de los ex combatientes franceses, Jean-Pierre Masseret, y la embajadora de México en ese país, Sandra Fuentes Beraín, quien depositó una ofrenda floral y expresó que México “lamentaba lo ocurrido”.

Los representantes de las Asociaciones de Ex combatientes Franceses de las dos guerras mundiales que asistieron a esta ceremonia condenaron la actitud de los mexicanos y aseguraron que fue “un terrible acto de vandalismo y profanación”.

Por su parte la portavoz, Genevieve Senechal, esperó que esta acción haya sido causa de un estado de embriaguez, pues, aunque no sea excusa “al menos no habría sido premeditado”, sentenció.

Luego de ese momento, se perdió completamente el rastro de Rodrigo Rafael Ortega. Probablemente siguió con su vida normal, pues fue una historia más de un mexicano que no logró aguantar las ganas de orinar durante una borrachera. Sí, apagó una llama que históricamente era eterna, pero obtuvo una anécdota digna de contar, aunque a los franceses ninguna gracia les causó.

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