La colonia Juárez es una de las colonias con mayor tradición en la capital mexicana. Sus calles con un estilo europeo y la tranquilidad de la zona la hacen una de las favoritas de los capitalinos para pasear o convivir, sin embargo, en esta colonia, hace más de 100 años, se inauguró el primer parque de diversiones en México: el Parque Luna.
Antes de que existieran los grandes parque de diversiones que ahora conocemos, existió La Luna, un recinto ubicado en el terreno en donde hoy se encuentran importantes edificaciones y monumentos, como la Estela de Luz, construida durante el mandato del expresidente Felipe Calderón, además del paradero de autobuses de Chapultepec, a unos pasos de donde está la entrada al metro Chapultepec, y la manzana en donde actualmente se encuentra el edificio de la Secretaría de Salud.
Este parque de diversiones fue pionero en la llegada de la Montaña Rusa al país, además de que abrió sus puertas en pleno Porfiriato, en 1906. El lugar era visitado por la clase más acaudalada que había en ese tiempo, su entrada costaba un peso y durante la época era anunciado como el parque de diversiones más grande del país, e incluso, del mundo. Cabe destacar que el lugar también era visitado por el mismo Porfirio Díaz y su familia.
Para 1907, un año después de su apertura, el lugar ya contaba con fama internacional. En su interior contaba con 32 atracciones, algunas itinerantes y otras permanentes. Entre las itinerantes, o temporales, se encontraban shows de magia, baile y freaks.
Uno de los actos más aplaudidos y esperados por el público, era el de Fregoli Vargas, quien era conocido como “el rey de los prestidigitadores”, quien cada domingo presentaba un show diferente. Otro de los shows itinerantes más importantes y famosos de parque, fue el de un acróbata ciclista que era conocido como Babcock, quien con su bicicleta daba giros en el aire, saltaba por rampas y tubos frente a la audiencia.
Además de todos estos shows, el parque tenía la única montaña rusa que existía en México, lo que le daba un prestigio mayor al famoso lugar. También tenía otras maravillas para el público, como el tiro al blanco, tres teatros, una fábrica de risas, restaurante, té japonés y un gran cinematógrafo. Otra de las atracciones del lugar era un salón de patinaje con al menos 1500 pares de patines para que nadie se quedara sin visitarlo. Dicha pista tenía alarmados a muchos médicos de la época, pues estaban convencidos, muchos de ellos, de que actividades como montar, andar en bicicleta y patinar era seguro para no romper el himen de las mujeres.
Para el 3 de mayo de 1907, La Luna sacó ventaja de lo famosos que se volvían los patines al rededor del mundo, y organizó lo que fue la primer competencia de patinaje en México, el cual ganó un hombre que, se sabe, se apellidaba García, y quien se llevó a su casa una medalla de oro. Posterior a este, vinieron más concursos de este tipo. Uno de ellos conmemoró la independencia de los Estados Unidos, y en el evento estuvo el embajador del país norteamericano en México y el presidente Porfirio Díaz con toda su familia.
Esta competencia fue reseñada por el diario de la época El Mundo Ilustrado, el 12 de mayo de ese año, en donde se mencionó que “la novedad del suceso hizo que la concurrencia que asistió al salón fuera muy numerosa; el público esperaba con ansia el torneo, y cuando éste dio principio, la espectación [sic] fue general”. Participaron los señores M. García, J. M. Durán, J. Dávalos y S. Barreiro, resultando ganador el primero, quien “recibió como trofeo del campeonato una artística medalla de oro”.
Además de funcionar como centro de diversiones, en el lugar también se enamoraban los jóvenes de la época, pues se dice, iban también en busca de alguna pareja.
A los pocos años de su inauguración, La Luna comenzó a ser criticado en los periódicos de la época, pues se decía que la gente que lo conoció no volvía, pues no encontraban novedades, y quienes no lo conocían, no se animaban a ir hasta allá, pues hay que recordar que en esa época, la zona era considerada como la periferia de la Ciudad, y aunque el tranvía de Chapultepec dejaba a la gente en la entrada del parque de diversiones, la colonia Juárez apenas llegaba a Amberes. La urbanización de la ciudad casi terminaba en esa zona, y el parque estaba rodeado de terrenos baldíos, por lo que no había mucho que hacer en un lugar tan lejano.
Estas circunstancias, aunadas al estallido de la Revolución Mexicana, fueron las que provocaron el declive del parque. Las familias acaudaladas, que regularmente lo visitaban, se vieron severamente afectadas en su economía por el levantamiento armado o tuvieron que abandonar el país, lo que hizo que los juegos se oxidaran por falta de mantenimiento y uso.
Actualmente, en la calle de Hamburgo, casi esquina con Toledo, a unos pasos del metro Sevilla, existe un último recuerdo del famoso parque de diversiones, un local de tacos de carnitas que llevan su nombre “Parque Luna”, en honor a lo que un día fue el primer parque de diversiones de México.
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