Fin del mundo: la fatídica predicción que mantuvo a lo mexicanos temerosos a finales del siglo XIX

Por medio de un periódico mexicano, famoso en la época, se difundió la noticias de que el mundo acabaría el 14 de noviembre de 1899, a las 12:45 de la noche, lo que casó pánico en la población mexicana

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La noticia se difundió por medio del periódico El Imparcial.
La noticia se difundió por medio del periódico El Imparcial.

A finales del siglo XIX, una noticia estremeció a la población mexicana y la mantuvo con temor. Y es que en ese tiempo, uno de los periódicos con mayor credibilidad y que más se vendía en el país, El Imparcial, dio a conocer que el fin del mundo se aproximaba, con una ilustración en la noticia que aterrorizó a la población.

El diario, que era afín al gobierno del expresidente Porfirio Díaz, indicaba con precisión la fecha y la hora en la que ocurriría la desgracia: sería el 14 de noviembre de 1899 a las 12 horas con 45 minutos de la noche. Viniendo la información del diario más vendido y confiable de la época, el pánico en masa se dejó ver entre la población mexicana.

Algunos otros elementos alimentaron la sospecha de que eso sería realidad, por ejemplo, que faltaban pocos meses para el cambio de siglo, con la incertidumbre que ello representaba. Quienes no cayeron en pánico de primera impresión por la noticia, solo por el duro encabezado que El Imparcial había colocado en la nota que predecía el fin del mundo ni las imágenes tan duras, lo hicieron cuando al adentrarse a leer el periódico, se dieron cuenta que la fatal predicción venía de un científico de origen austriaco de nombre Rudolph Falb, que era un catedrático de cosmografía en la Universidad de Viena, en Austria, y de matemáticas, en la Universidad de Praga.

Falb, a través de su profecía, anunciaba que el fin del mundo llegaría acompañado, en unos pocos días, de fuertes lluvias, huracanes, terremotos, grandes erupciones de volcanes, granizos, inundaciones, cielos negros, y al final, un enorme cometa con una enorme cola llena de fuego caería en el planeta Tierra, envolviéndolo con llamas y gases. Con esto, la población que estaba escéptica también entró en pánico, mientras el periódico que anunció la noticia veía como sus ganancias se triplicaban.

Incluso el famoso grabador José Guadalupe Posada realizó algunas ilustraciones sobre la noticia.
Incluso el famoso grabador José Guadalupe Posada realizó algunas ilustraciones sobre la noticia.

Mientras algunas personas caminaban shockeados por la noticia, otras llamaban al arrepentimiento de lo que se había hecho mal en vida, y a la vez, otros se reían del pánico colectivo. El famoso grabador de la época, y quien fuera creador de la popular catrina, José Guadalupe Posada, incluso aprovechó el momento y reprodujo varias ilustraciones en grabado sobre el fin del mundo, sin saberse si en realidad tenía miedo del rumor o era producto de su incredulidad.

El primer semestre de 1899 estaba a punto de concluir y el mundo no mostraba señales de que pronto se terminaría, tal vez esa fue una de las razones por las que El Imparcial volvió a retomar la noticia, aunque ahora con un tono un poco menos agresivo. En esta nueva publicación, se pidió la opinión de Guillermo Foerster, quien era director del Observatorio de Berlín. Este aseguraba que los catastróficos pronósticos eran imprudentes, pues siempre ha habido asteroides merodeando al rededor del mundo y que nunca habían causado algún daño al planeta.

Un mes antes de la pronosticada fecha por Rudolph Falb, El Imparcial, y algunos otro periódicos, mencionaros que medios de comunicación europeos recordaban el gran peligro en el que se encontraba el mundo, ahora con una nueva hora para la catástrofe, pues en vez de las 12:45 de la noche, se cambió a entre dos y tres de la tarde, del mismo 14 de noviembre.

Un día previo al día final, se armó en Oaxaca una procesión al cerro del Fortín con cohetes, música y brindis. El extinto teatro Arbeu, en la Ciudad de México, realizó una puesta en escena que llevaba por título “Fin del mundo en Arbeu”. La gente acudía al Zócalo capitalino y gritaba, arrepentida, sus pecados. Al llegar la noche, nada había sucedido. Fue cuando las personas se dieron cuenta que vivirían para la llegada de un nuevo siglo.

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