Se ha demostrado que un reducido grupo de españoles, llamados los conquistadores, no vencieron solos a los indígenas de la gran Tenochtitlan, sino que fueron los miles de aliados indígenas los que posibilitaron la caída.
Hacia 1502, los mexicas se habían consolidado como el pueblo más fuerte de Mesoamérica. Solo algunos pueblos, como los yopes, los totonacas, los tlaxcaltecas y los Purepechas, se negaron a ser sometidos. Cortés había logrado las alianzas de pueblos subyugados por los aztecas, sin embargo tras la consumación de la conquista no les otorgó esa preciada libertad, sino que la sustituyó con sus propias exigencias.
Tras la caída de Tenochtitlan empezó a imponerse una nueva definición del concepto con la cual la conquista era vista como pacificación, civilización o conversión religiosa, idea desarrollada desde las élites del gobierno español.
“Esta versión busca reducir la visibilidad de la violencia y verla como una acción de gobierno (…) Es un concepto que durará tres siglos”, dijo el historiador Federico Navarrete.
Tras las enormes pérdidas que en términos de bastimentos y gente, supuso la Noche Triste para Hernán Cortés, este añadiría a su estrategia de colonización —aparte de las masacres y la búsqueda de metales preciosos— la venta de esclavos.
La especialista del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, Johanna Broda, expuso que varios de los principios que asientan Bleda S. Düring y Tesse D. Stek, en su libro The archaeology of Imperial Landscapes: A Comparative Study of the Empires in the Ancient Near East and Mediterranean World, para caracterizar a los imperios hegemónicos, aplican al caso mexica.
El primero es que las élites locales fueron cooptadas a seguir los intereses de los imperios, y el provecho propio, distanciándose de sus sociedades. Una segunda técnica —continuó—, fue la de reemplazar poblaciones locales con grupos de colonizadores productivos que le debían lealtad al imperio, esto mediante una combinación de genocidio, deportación, colonización y el desarrollo planeado de regiones, paisajes, que tenían poco desarrollo agrícola previo.
“Para volver a hacerse de los recursos perdidos, Cortés emprendió la entrada a los pueblos, para capturar jóvenes, mujeres, gente del común, y les marcó el rostro con hierro incandescente para venderlos. La esclavitud se va a convertir en una alternativa mercantil básica, la cual va a continuar en la conquista de otros territorios como el occidente y el noroeste, incluso, sabemos que poblaciones mesoamericanas fueron llevadas a lo que hoy es Panamá, Cuba y Santo Domingo”.
Lo que se conoce como la “Conquista de México” en realidad fue sólo para Tenochtitlan, porque nuestro país no existía como tal, señalaron integrantes del Instituto de Investigaciones Históricas (IIH) de la UNAM, durante las Jornadas de Humanidades, “La conquista: revisiones incómodas”.
El 13 de agosto de 1521 es una fecha simbólica que no significó el fin del mundo indígena, sino del sitio a México-Tenochtitlan, y el inicio de distintos procesos históricos de gran envergadura que llegan hasta nuestros días y que han conformado a la nación plural y contradictoria que a veces somos.
La directora de la Facultad de Filosofía y Letras, Frances Rodríguez Van Gort, agregó que el objetivo es cuestionar las interpretaciones simplistas sobre la Conquista y mostrar nuevas, que ponen de relieve la complejidad del proceso y la multiplicidad de actores que participaron.
Federico Navarrete Linares, del IIH, recordó que cuando 99 mil soldados indígenas y menos de mil españoles tomaron Tenochtitlan, “los únicos derrotados fueron los mexicas”. Tlaxcaltecas, texcocanos, chalcas, huejotzincas, cholultecas, zempoaltecas y demás aliados, no se consideraron vencidos, sin embargo las promesas por parte de Hernán Cortés fueron desdeñadas.
Por ello, la idea de que la caída de México-Tenochtitlan marca un “parteaguas” en la historia nacional es insostenible. “Hay quienes han afirmado que a lo largo del siglo XVI hubo un colapso de la civilización mesoamericana y que las culturas indígenas posteriores no son más que sus vestigios, o que los europeos impusieron su cultura; eso es falso”. El mundo indígena no desapareció con la Conquista, pero sí cambió, y la primera gran transformación fue la imposición del catolicismo.
El imperio mexica no dominaba toda Mesoamérica ni lo que hoy es México; durante los siguientes años hubo campañas militares que también fueron mayoritariamente indígenas y permitieron conquistar otros territorios, como Michoacán, Oaxaca, Chiapas, Yucatán o Sinaloa. “Se habla de más de 50 conquistas tlaxcaltecas y españolas desde Nicaragua hasta Culiacán; juntos dominaron un territorio de miles de kilómetros, y eso sí es el origen de la Nueva España”.
En opinión del experto no hay que sobreestimar ni exagerar el poder de los españoles. En 1521 eran mil en un mundo de 10 millones de mesoamericanos y para fines de ese siglo no había más de 100 mil o 200 mil en la Nueva España. Nunca fueron más de 10 por ciento de la población a lo largo del periodo colonial. Incluso, llegaron más personas de origen africano que europeo; el contingente de esclavos fue grande, pero la mayoría de población siguió siendo indígena, hasta 70 por ciento al final del Virreinato.
Lo que inició en el siglo XVI fue un proceso de intercambios culturales y de redefinición de las identidades y las culturas que permanece hasta nuestros días. Llamarlo mestizaje es insuficiente; ya Mesoamérica era un mundo plural y con la Conquista esa pluralidad se potenció, añadió Navarrete Linares.
La imposición de la cultura hispana no fue completa. Ejemplo de ello es que el español no se impuso como lengua durante el periodo colonial. Al momento de la Independencia de México, en 1821, 70 por ciento de la población hablaba una lengua indígena, y probablemente el náhuatl era tan hablado como el español.
Martín Ríos Saloma, también de esa entidad académica, consideró que el 13 de agosto es una fecha simbólica que sirve al relato nacional para marcar “un antes y un después”, pero la historia no son fechas ni nombres, sino procesos. Así, el lapso que transcurre entre la primavera de 1519 y agosto de 1521 es apenas la primera fase del reconocimiento y colonización de estas tierras.
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