La del capo derrotado no es una imagen para Miguel Ángel Treviño Morales, alias el Z-40, fundador del cártel Los Zetas, quien fue detenido hace siete años.
Este hombre, de talante soberbio, engreído y violento, continúa su reinado de terror aún en el encierro. De acuerdo con informes de inteligencia, el capo lleva tiempo moviéndose desde la cárcel, y ha sido en este lugar donde ha intentado pactar una alianza con el grupo criminal conocido como Cárteles Unidos.
A finales del año pasado, cuando el cabecilla criminal llegó al penal de Buenavista Tomatlán, Michoacán, estableció —mediante el miedo y la corrupción— una prisión de cinco estrellas. Para poder controlarlo todo, el Z-40 comenzó a hacer regalos a reclusos y custodios. Pero no sólo eso, el capo pactó brindarle su apoyo a Cárteles Unidos, que no es más que una amalgama de células delictivas michoacanas —Los Caballeros Templarios, la Familia Michoacana, Los Viagras, Blancos de Troya—que operan en Tierra Caliente.
Entonces, el Z-40, que durante años se hizo con el liderazgo criminal del noroeste del país, abastecería a la organización michoacana de autos, dinero, gente y armas, necesarias para la lucha que mantiene con el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).
A cambio, Cárteles Unidos tendría que organizar un operativo de rescate del Z-40, como aquellos que protagonizó Joaquín el Chapo Guzmán.
Esta amalgama violenta de lo que queda de bandas criminales michoacanos, opera bajo el liderazgo de Juan José Álvarez Farías, alias el Abuelo, quien también opera a grupos de autodefensas.
Cárteles Unidos conforma la legión de organizaciones criminales que pretenden frenar el avance del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). Para hacerlo, esta célula delictiva se ha visto en la necesidad de buscar financiamiento de cárteles más grandes como Cártel de Sinaloa, el Golfo y Los Zetas, organización fundada por Treviño Morales.
Este capo fue reclutado en su juventud por el Cártel del Golfo; pasó de lavar coches a convertirse en sicario y después líder de Los Zetas, que fueron en un inicio brazo armado del CDG. El Z-40 impuso el terror por años con la moda de desmembrar cuerpos y disolverlos en ácido para que no quedara rastro de sus crímenes.
El periodista estadounidense, Alfredo Corchado, amenazado de muerte por los Zetas, cuenta en su libro Midnight in Mexico, que Miguel Ángel Treviño solía morder el corazón de alguna de sus víctimas aún viva, creyendo que eso le haría invencible, y reclutaba a sus sicarios obligándoles a disparar a una persona al azar.
Además de la saña de sus asesinatos, su táctica de poner al mundo del hampa a su servicio allí donde se imponían, llevó al “Z-40” a dedicarse, además del narco, a otros delitos como el tráfico de inmigrantes, el secuestro, y la extorsión y a tener presencia en 14 estados e incluso extenderse a Guatemala.
De acuerdo con el gobierno mexicano, el cabecilla narco es responsable de ordenar el secuestro de 265 migrantes, cuyos cuerpos fueron localizados en fosas clandestinas en el municipio de San Fernando, Tamaulipas en 2010.
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