A días de conmemorarse los 500 años de la caída de México-Tenochtitlan, comunidades académicas han desarrollado diferentes coloquios y han presentado a la ciudadanía algunos de los más recientes descubrimientos alrededor de la conquista de la nación a manos de los exploradores españoles.
La revisión a fondo de los hechos ocurridos hace cinco siglos, condujo a diferentes especialistas a considerar que la caída de la capital del Imperio Azteca, más que una conquista de parte de los europeos, “debiera de mirarse como una verdadera revolución o una guerra interétnica que se saldó contra el grupo dominante”.
No obstante, una de las mayores revelaciones que se dieron durante el coloquio Visión antropológica de la conquista del Cemanáhuac, organizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), fue la presentación de un posible diseño de las naves con las que Hernán Cortés y compañía arribaron al lago de Texcoco.
En el encuentro, el investigador de la Universidad del Tepeyac, Arturo García Montero, dio a conocer un modelo concebido por él y los diseñadores gráficos y artistas de 3D, Jesús Gerardo Medina y Thomas Filsinger, sobre cómo debieron ser los bergantines usados en el asedio naval a México-Tenochtitlan.
Ante los presentes se mostró una propuesta fidedigna de las embarcaciones, basada en referencias históricas como cartografía antigua y estudios de arqueología experimental, que se realizó para un documental de Canal 22.
García Montero explicó que las embarcaciones, bautizadas el 28 de abril de 1521, “tenían dos mástiles, bauprés y velas latinas. Los 13 exploradores debieron tener, en promedio, 12 metros de eslora, 5 de manga, 60 centímetros de calado y 50 de alzado”.
Asimismo, señaló que es posible que la propulsión fuera mediante velo y remo, además de contar con un falconete en la proa para disparar, así como ballesteros y arcabuceros en los lados.
El también arqueólogo refirió que el asedio a Tenochtitlan y Tlatelolco es considerada la batalla naval librada a más altitud de la historia antigua y la primera en tierras continentales de América., ya que se suscitó a 2,250 metros sobre el nivel del mar.
Reconoció que las naves españolas fueron embarcaciones ligeras construidas con la tala de árboles de La Malinche (ubicados alrededor del volcán Matlalcueye), mientras los demás insumos llegaron de la Costa del Golfo. Destacó que Cortés mandó cuatro naves a La Española (Santo Domingo) para comprar otra cantidad similar.
“Es interesante que en algunos códices se observa a un jerarca tlaxcalteca, posiblemente Chichimecatecuhtli, dando instrucciones a un carpintero europeo, lo cual revela que existían líderes indígenas en la causa y hubo una aportación de parte de ellos sobre la tecnología mesoamericana utilizada en la navegación, aunada al conocimiento del sevillano Martín López, encargado de la construcción de los navíos”, relató Montero García.
Mediante arqueología experimental también se ha concluido que Texcoco no solo tuvo el astillero, sino que debió construirse un canal (observable en mapas de mediados del siglo XIX) para compensar los 10 metros que tenía esta ciudad por encima de la altitud del lago.
“Toda una obra de ingeniería levantada con mano indígena. Esta batalla naval del lago de Texcoco requirió de las estrategias de la ingeniería para resolver problemas como echar al agua a 2,250 metros de altitud, los 12 bergantines artillados (uno fue desechado) que se desplazaban por vela y remos, con el apoyo de miles de canoas indígenas”, consideró el investigador.
En su presentación, enfatizó que la guerra no puede entenderse sin las contradicciones internas que tuvo la Triple Alianza (Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan), alimentadas por la distribución inequitativa de los tributos; por lo que destacó que el golpe más fuerte para el Imperio Azteca provino, mayoritariamente, de Texcoco.
“Creo que el golpe más fuerte no va a venir de los tlaxcaltecas o los totonacas, sino va a ser el gobernante de Texcoco, Ixtlilxóchitl y su gente, quienes desestabilizaron esta alianza. Entendido así, no sería necesariamente la fuerza militar de Cortés y de sus aliados indígenas la que condujo al Estado mexica a su final, sino las contradicciones internas de Triple Alianza”, finalizó.
Por último, puntualizó que la guerra por Tenochtitlan “fue anfibia”, debido a que se peleó por tierra y agua ante un enemigo.
Explicó que los mexicas no acostumbraban enfrentamientos nocturnos ni combatían sin previo desafío ni lo hacían para matar, sino con el objetivo de obtener prisioneros para sacrificio. El doctor en antropología simbólica indicó que “esas tradiciones cambiarían ante el concepto europeo de guerra que traían los españoles”.
Lo anterior se pudo deducir gracias a las fuentes históricas con las que se cuenta, en ellas se advierte que la artillería de las huestes de Cortés y sus aliados destrozando las fortificaciones de la isla, también que gracias a las estrategias mexicas se capturaron los cañones de sus invasores, mismos que fueron echados a los canales.
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