500 años: las estrategias que usó Hernán Cortés para apoderarse de la gran Tenochtitlan

No fueron 800 españoles quienes vencieron en solitario a la poderosa fuerza militar mexica; a su lado estiman 75,000 indígenas que se aliaron contra el poderoso imperio que dominó toda la región

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(Foto: Twitter@Cuauhtemoc_1521)
(Foto: Twitter@Cuauhtemoc_1521)

Aunque es una creencia muy extendida, no fueron 800 españoles liderados por Hernán Cortés quienes vencieron en solitario a la poderosa fuerza militar mexica de Tenochtitlan; a su lado había miles y miles de indígenas que se aliaron a los hispanos con la esperanza de deshacerse de los aztecas. Esto dio pie a un encontronazo entre dos gigantescos ejércitos que culminó con la derrota de un imperio, explicó Eduardo Matos Moctezuma al participar en el ciclo de conferencias.

Cuando Cortés sitia las ciudades mexicas de Tenochtitlan y Tlatelolco pone en práctica un plan para tratar de vencer la resistencia indígena. Nos dice el capitán español en su tercera Carta de Relación, enviada al rey de España, que una de las estrategias que empleó fue la de cortar el agua potable que llegaba a Tenochtitlan por medio del acueducto que la traía desde Chapultepec: “que era quitarles el agua dulce que entraba a la ciudad, que fue muy grande ardid” (Cortés, s.f., pp. 325-326).

Para el ataque divide sus fuerzas en tres grandes grupos y prepara los bergantines para asolar estas ciudades. Como se recordará, Tenochtitlan se encontraba en medio del lago de Texcoco y se unía a tierra firme a través de grandes calzadas como las de Tacuba, por el poniente, la de Tepeyac, por el norte, y la de Iztapalapa hacia el sur, además de miles de canoas que transportaban personas y productos entre las dos ciudades lacustres y la tierra firme.

Cortés manda a Pedro de Alvarado en la ciudad de Tacuba con “treinta de caballo, y diez y ocho ballesteros y escopeteros, y ciento y cincuenta peones de espada y rodela, y más de veinte y cinco mil hombres de guerra de los de Tascaltécal”.

Foto: (INAH)
Foto: (INAH)

A Cristóbal de Olid lo ubica en Coyoacan con “treinta y tres caballos, y diez y ocho ballesteros y escopeteros, y ciento y sesenta peones de espada y rodela, y más de veinte mil hombres de guerra de nuestros amigos…”.

Gonzalo de Sandoval ocupa Iztapalapa con “veinticuatro de caballo, y cuatro escopeteros y trece ballesteros, y ciento y cincuenta peones de espada y rodela; los cin cuenta dellos, mancebos escogidos, que yo traía en mi compañía, y toda la gente de Guajucingo [Huejotzingo] y Chururtecal [Cholula] y Calco [Chalco], que había más de treinta mil hombres” (Cortés, s.f., pp. 323-324).

Por su parte, Bernal Díaz señala cifras más o menos similares, aunque dice que el número de indígenas que acompañaban a cada cuerpo de ejército era de ocho mil hombres (Díaz del Castillo, 1943, pp. 106-107). Por su parte, Cortés asume el mando de los 13 bergantines contando para ello con 300 hombres, “todos los más gente de la mar y bien diestra; de manera que en cada bergantín iban veinte y cinco españoles, y cada fusta llevaba su capitán y veedor y seis ballesteros y escopeteros” (Cortéz, s.f., p. 324).

caída de Tenochtitlan (Foto: Twitter@Cuauhtemoc_1521)
caída de Tenochtitlan (Foto: Twitter@Cuauhtemoc_1521)

Como recalca Matos Moctezuma, fueron alrededor de 800 españoles más cerca de 75,000 indígenas enemigos de Tenochtitlan los que llevaron a cabo la conquista. Crónicas indígenas como el Relato de la Conquista , escrito en 1528 por un indígena anónimo de Tlatelolco, relatan lo que fueron los últimos enfrentamientos entre los dos bandos. Así, leemos pasajes como éste que marca el final de la contienda:

De aquel choque han pasado ya casi 500 años y sus ecos aún resuenan por doquier, como a la entrada del museo del Templo Mayor, donde un poema tomado de Cantares mexicanos pregunta desde uno de sus fragmentos: “¿Quién podrá sitiar a Tenochtitlán? ¿Quién podrá conmover los cimientos del cielo?”. Sin embargo, el tiempo mostró que incluso esos cimientos pueden cimbrarse y que, lo que daba a la capital azteca su fama de inexpugnable, la hizo caer.

Hacer de Tenochtitlán una ciudad lacustre y tener a Tlatelolco al lado parecía una gran estrategia de defensa ya que ningún pueblo indígena estaba en condiciones de enfrentar a la numerosa flota de canoas que vigilaba la zona, pero Cortés ideó una estrategia que pondría en jaque a los aztecas: tomó control del agua”.

Foto: (INAH)
Foto: (INAH)

Para el doctor Matos, es preciso reconocer la osadía de los españoles y su capacidad de aventurarse en empresas improbables, como la de trasladar hasta Tlaxcala los aparejos de barcos encallados para, una vez ahí, aprovechar los pecios y construir 13 bergantines que luego serían llevados el lago de Texcoco. Fueron estas embarcaciones con sus ballestas, cañones y arcabuces los que permitieron asediar una ciudad que, se creía, era imposible de sitiar.

Tener control del lago les permitió hacer frente a las canoas mexicas que llegaban en miles a defender la urbe, así como evitar la llegada de bastimentos a la misma. Parte del ardid de Cortés incluyó cortar el suministro de agua potable proveniente de Chapultepec y apostar fracciones de su ejército en las calzadas para impedir cualquier avituallamiento terrestre. Aunque el otro factor clave para establecer este cerco fue que los españoles supieron aprovechar la enemistad de muchos pueblos indígenas hacia los aztecas y su dominio”.

Economía del poder

A decir del profesor Matos Moctezuma, los dos pilares del poderío tenochca eran lo bélico y la agricultura y esto es evidente en el Templo Mayor, donde una parte está consagrada a Tláloc, el dios que trae lluvia, y la otra a Huitzilopochtli, la divinidad que lleva la guerra.

(Foto: cortesía INAH)
(Foto: cortesía INAH)

También estaba el comercio, pero no era tan importante pues se limitaba al intercambio de productos; sin embargo, expandirse militarmente y someter a otros pueblos les reportaba una riqueza que parecía fluir sin fin, ello por la recolección de tributos”.

De las zonas tropicales obtenían pieles de jaguar, plumas y animales exóticos; de Hidalgo grandes cargamentos de cal, y de Guerrero piedras verdes, maíz y frijol, por poner pocos ejemplos, y las comunidades que se negaban a pagar eran saqueadas, sus niños y mujeres raptados y sus propiedades arrasadas, por lo que miles de indígenas generaron un odio acendrado hacia los mexicas y vieron a los españoles como una esperanza para poner fin al yugo azteca.

El cuento más famoso de Elena Garro se llama “La culpa es de los tlaxcaltecas” (1964) y explora, a través del realismo mágico, esa idea tan arraigada hoy entre los mexicanos de que los integrantes de esta comunidad eran un hato de traidores que hicieron caer a Tenochtitlán, ¿pero por qué lo serían?, preguntó Matos Moctezuma.

caída de Tenochtitlan (Foto: Twitter@Cuauhtemoc_1521)
caída de Tenochtitlan (Foto: Twitter@Cuauhtemoc_1521)

Siempre he sospechado que los tenochcas no conquistaron Tlaxcala tan sólo para agobiar a sus habitantes con guerras floridas, entonces ¿por qué tildarlos de traidores? Para llamarlos así deberían haber conspirado contra su gente y ellos no eran mexicas, y lo mismo va para la Malinche, quien era de una zona de Tabasco amenazada por los aztecas. Además, no fueron sólo los tlaxcaltecas, entre los aliados de Cortés había huejotzincas, texcocanos y muchos etcéteras”.

La ciudad de Tenochtitlán se rindió en sábado, el del 13 de agosto de 1521, cuando Cuauhtémoc fue capturado por Francisco García Holguín y presentado ante Cortés. “Ese fue el resultado inevitable de dos formas distintas de concebir la guerra”, expuso el doctor Matos.

De entrada, fue un choque entre batallones mexicas armados con macuahuitls (piezas de madera con bordes de obsidiana), hondas, lanzadardos, porras de piedra y macanas, contra un ejército español provisto de espadas, lanzas, arcabuces, ballestas y cañones. No obstante, este precario equilibrio se rompería en cuanto a maneras de llevar el combate, pues mientras los aztecas capturaban enemigos para sacrificarlos a su dios, los europeos liquidaban sin miramientos.

Foto: (INAH)
Foto: (INAH)

“Esto da pie a una escena muy interesante justo cuando Cuauhtémoc es llevado ante el capitán de los españoles y capitula diciendo: ‘Señor, ya he hecho a lo que soy obligado en defensa de mi hogar y no puedo más. Vengo por fuerza y preso ante tu persona y poder. Toma ese puñal de tu cinto y mátame con él’. En vez de ello Hernán Cortés se acercaría, le daría un abrazo y le perdonaría la vida”, o al menos eso es lo que consignan erróneamente las crónicas.

Y es que, a decir de Matos, aquí las palabras fueron trastocadas al grado de ser irreconocibles por haber sido expresadas en náhuatl por el joven tlatoani, traducidas al maya por la Malinche y después al castellano por Gerónimo de Aguilar, quien interpretó como ‘toma esa daga y mátame’, lo que en realidad debió haber sido ‘sacrifícame a mi dios y déjame cumplir mi ciclo como guerrero’.

Al no concederle esto lo hizo víctima de la máxima crueldad habida a ojos de los mexicas: no sólo vio a su ciudad destruida (esa que sólo caería si se conmovieran los cimientos del cielo), sino que fue despojado de su derecho a acompañar a Huitzilopochtli en su andar por el firmamento.

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