Caída de Tenochtitlan: cuál fue la última voluntad de Hernán Cortés

Aunque las circunstancias políticas de su país lo hicieron regresar a España en 1541, donde falleció, no abandonó la idea de volver al nuevo continente y jamás salir de ahí

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Hernán Cortés murió el 2 de diciembre de 1547 dejando tres hijos como descendencia Foto: INAH
Hernán Cortés murió el 2 de diciembre de 1547 dejando tres hijos como descendencia Foto: INAH

Hernán Cortés fue un importante personaje que lideró la expedición española a Tenochtitlan a principios del siglo XVI. Este hombre murió el 2 de diciembre de 1547 dejando tres hijos como descendencia.

Casi tres siglos después, el jesuita Mariano Cuevas dio con el testamento del capitán español, lo que terminó con años de especulación sobre la veracidad de la copia de 1602 que existía en el Archivo Nacional de México.

Según indica un texto escrito por el investigador Francisco Guerra, Cortés dedicó una parte sustancial de su testamento a la labor de tres hospitales, dos en Sevilla, España y uno más en México.

Otras versiones del documento apuntan que la última voluntad del “conquistador” fue la edificación de un monasterio de la orden de San Francisco en Coyoacán, lugar en la que residía en la capital del país. Dicho sitio sería también utilizado para sepultar únicamente a su descendencia.

Testamento de Hernán Cortés por el Baron A. de Humboldt (Foto: UANL)
Testamento de Hernán Cortés por el Baron A. de Humboldt (Foto: UANL)

También ordenó que en su domicilio de Coyoacán fuera construido un colegio de teología y derecho canónico.

Aunque las circunstancias políticas de su país lo hicieron regresar a España en 1541, donde falleció, no abandonó la idea de volver al nuevo continente y jamás salir de ahí.

La última petición que Hernán Cortés escribió en su testamento fue que su cuerpo descansara para siempre en la Nueva España, ahora México, pese a ser una nación que lejos de alabarlo y honrarlo, lo cataloga como un personaje invasor.

Su deseo se cumplió. A pesar de las amenazas del pueblo de destruir sus restos o enviarlos al extranjero, han permanecido durante tres siglos en México, tierra donde él se sintió triunfador, en la que se derramó sangre, en donde lloró y hasta se enamoró.

Hernán Cortés no abandonó la idea de volver al nuevo continente y jamás salir de ahí (Foto: INAH)
Hernán Cortés no abandonó la idea de volver al nuevo continente y jamás salir de ahí (Foto: INAH)

La “tumba” de Cortés es un muro de la iglesia de Jesús de Nazareno ubicada en República del Salvador 119 (en el Centro Histórico de la capital mexicana), recinto que pasa inadvertido en el trajín de la Ciudad de México, a pesar de ser un compendio de momentos históricos del país.

Cabe señalar que fue el mismo Hernán Cortés quien ordenó la construcción del sitio en donde sin saberlo, quedarían sus restos. La iglesia acompañaría al Hospital de la Inmaculada Concepción de María, ahora de Jesús de Nazareno, que fundó en 1522 en el centro de la Nueva España.

Luego de su desembarque en Veracruz, la expedición española buscó formar alianzas con algunas culturas mesoamericanas. Al analizar el panorama político y económico del territorio, Cortés y sus hombres se dieron cuenta de que el pueblo mexica era repudiado por otras civilizaciones debido al dominio que estos ejercían.

Malitzin fue una mujer clave en el sometimiento de los pueblos mesoamericanos bajo el yugo español (Foto: INAH)
Malitzin fue una mujer clave en el sometimiento de los pueblos mesoamericanos bajo el yugo español (Foto: INAH)

Así pues, un aspecto fundamental para la misión española fue la adhesión de aliados, destacando la participación de una mujer llamada Malitzin, hija de los caciques de Painala, cerca de Coatzacoalcos.

Cuando su padre murió, la joven fue dada a unos indios de Xicalango, quienes a su vez la entregaron a indígenas de Tabasco y, posteriormente, estos la cedieron a Cortés a su paso por el lugar.

La Malinche fue sustancialmente importante para los objetivos de los peninsulares, pues al hablar distintos idiomas, pudo comunicarse con Moctezuma en náhuatl y traducirlo a maya, a fin de que Jerónimo de Aguilar, aquel náufrago que había llegado a las costas de Yucatán, transmitiera el mensaje en castellano a Hernán Cortés.

En palabras de Bernal Díaz: “...fue tan excelente mujer y buena lengua [...] la traía siempre Cortés consigo y la doña Marina tenía mucho ser y mandaba absolutamente entre los indios en toda Nueva España”, indica el escritor.

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