Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga Mandarte y Villaseñor, también conocido como Miguel Hidalgo, pasó a la historia de México como el “Padre de la Patria”, esto porque fue el precursor del levantamiento armado que terminó por darle independencia a la Nueva España, la colonia más grande del Imperio Español en América.
La gran aportación del sacerdote Hidalgo fue liderar el primer levantamiento efectivo en lo que se terminó conociendo como la guerra de independencia. Cabe destacar que, en un principio, los insurgentes no buscaban la independencia de la colonia sino querían que los criollos tuvieran los mismos derechos que los peninsulares en la Nueva España.
Aunado a esto, la persecución ejercida por el virrey José de Iturrigaray contra los hijos de españoles nacidos en América (definición de criollo), incrementó la tensión social en la víspera del 16 de septiembre de 1810.
Criollo de nacimiento, Miguel Hidalgo fue educado bajo la formación jesuita, una de las más amplias y profundas a las que se podría tener acceso, donde recibió instrucción en latín, derecho y estudios sacerdotales, de tal modo que el sentido crítico del prócer de la patria se agudizó desde una edad temprana.
Como sacerdote manifestó ideas poco ortodoxas y de pensamiento crítico. De acuerdo con el libro “Miguel Hidalgo: Ilustrado Consumado” de Alberto Saladino, en 1800 fue acusado ante el Tribunal de la Inquisición por el fraile Joaquín Huesca y, en 1801, se le volvió a acusar por realizar lectura de libros prohibidos.
También se le consideró un hombre cercano al pueblo y a la población circundante. Posteriormente, en 1803, fue asignado al curato de Dolores, donde comenzaría a establecer contacto con los primeros insurgentes.
Para el 16 de septiembre de 1810 y con la conspiración recién revelada, el cura Hidalgo se dirigió a la parroquia de Dolores en la que convocó al levantamiento que dio inicio a la guerra de independencia en México; sin embargo, a menos de un año de este evento, el “Padre de la Patria” fue fusilado por el ejército realista en Nueva Vizcaya, hoy estado de Chihuahua el 30 de julio del año siguiente.
Hidalgo fue aprehendido el 21 de marzo de 1811 junto a sus compañeros en las norias de Acatita de Baján, Coahuila, para después ser trasladado al Real Hospital Militar de Chihuahua. De manera inmediata fue sometido a un juicio eclesiástico ante el Tribunal de la Inquisición.
Durante su ponencia, Miguel Hidalgo asumió la responsabilidad de haber dado inicio a la guerra de independencia, por lo que se programó un nuevo juicio, uno militar ante el Tribunal de Chihuahua.
A pesar de saber que sería fusilado, las vejaciones contra el sacerdote no se detuvieron, esto porque el proceso eclesiástico en su contra continuó y se le despojó de su investidura sacerdotal, se le excomulgó y se le declaró “sedicioso, cismático y hereje”. Cabe destacar que el Tribunal de la Inquisición retomó los casos previos en los que se señalaban las lecturas prohibidas de Miguel Hidalgo, con lo cual se terminó de defenestrar la figura del prócer.
Para el 27 de julio de 1811, las autoridades eclesiásticas entregaron ante las autoridades reales a un Miguel Hidalgo sin el amparo de la Iglesia y rebajado a lo peor que se podía aspirar en aquella época: un excomulgado. Posteriormente, el Tribunal de Chihuahua encontró culpable a Hidalgo de encabezar la insurgencia y fue sentenciado a muerte.
Finalmente, el 30 de julio de 1811, el día de su fusilamiento, sostuvo un crucifijo en ambas manos y se sentó de frente al pelotón que abriría fuego en su contra. De acuerdo con la versión oficial, para arrebatarle la vida se necesitaron de tres descargas y dos disparos al corazón.
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