En la actualidad, las personas se encuentran en contacto directo con dispositivos inteligentes. Objetos como teléfonos, televisiones, refrigeradores, estufas, aparatos de sonido, entre otros, pueden conectarse a redes wifi y realizar tareas cada vez más específicas.
A este tipo de tecnología se le denomina Internet de las Cosas (IoT, por sus siglas en inglés) y tienen funciones para tratar datos personales.
En este contexto, el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) advirtió que dichos dispositivos pueden representar un riesgo a la privacidad.
“Existen timbres que permiten hablar con la persona que toca y abrir, sin estar en casa; aspiradoras que comienzan a limpiar cuando el celular se los indica, aun a kilómetros de distancia; también hay cepillos dentales que pueden detectar caries, como ejemplos de la infinidad de dispositivos que utilizan sensores de red, bluetooth o Wifi, para conectarse en cualquier momento y mantener un monitoreo y control total de los procesos que cada uno realiza”, detalló el organismo autónomo.
De igual forma, los IoT pueden detectar, almacenar, procesar o transmitir información personal, a través de una interconexión de internet, como el estado de salud, datos biométricos, hábitos y consumos, entre otros.
Y es que, la tecnología ha avanzado tan rápido que hasta ahora no se encuentran definidos los requisitos mínimos de seguridad que deben cumplir los fabricantes de dichos equipos, por ello, la información que almacenen puede ser utilizada para generar patrones de conducta o consumo, pero también puede ser captada por ciberdelincuentes, si no se siguen las medidas de seguridad adecuadas.
En este sentido, el INAI ofreció las siguientes recomendaciones a usuarios de dispositivos con las características mencionadas.
- Verificar el tipo y cantidad de datos que obtienen los dispositivos inteligentes.
- Modificar la configuración en función de las necesidades del usuario, conservando siempre las medidas de seguridad instaladas por defecto.
- Revisar quién o quiénes tienen acceso a la información recabada o si existe la posibilidad de un acceso remoto a ellos, configurando los parámetros de seguridad convenientes.
- Leer las condiciones de uso y almacenamiento de la información, considerando que pueden recoger datos, procesarlos y compartirlos.
- Informarse antes de comprar un dispositivo y adquirir los que resulten más seguros, por ejemplo: aquellos que permitan actualizaciones de seguridad, y faciliten el borrado de datos personales cuando sean desechados o transferidos a otro propietario.
- Cambiar las contraseñas de fábrica y establecer unas seguras, que contengan más de 8 caracteres en letras minúsculas y mayúsculas, dígitos y caracteres especiales.
- Habilitar el acceso a internet solo cuando sea necesario y en redes que sean seguras.
- Instalar aplicaciones desde los canales oficiales facilitados por los fabricantes.
- Mantener actualizado el software del dispositivo, para contar con los parches más recientes, provistos por el fabricante y asegurar que sean remediadas las vulnerabilidades conocidas.
- Evitar vincular el dispositivo inteligente a otros aparatos de los que se desconoce su nivel de seguridad.
Cabe destacar que desde que se determinó el cierre de actividades presenciales derivado de la pandemia de COVID-19, los hábitos del uso de tecnología cambiaron.
De acuerdo con la Universidad Nacional Autónoma de México, el perfil de los usuarios de internet en México se modificó en el último año, pasando de ser jóvenes a la población de 45 años en adelante.
En una encuesta realizada en junio de 2020 se consideró una población de 557 personas, y uno de los principales hallazgos de esta es que, en una situación cotidiana, pre pandemia, los momentos de mayor conexión eran después del medio de día hasta las 14:00 horas.
Sin embargo, el 68% de los participantes señaló que ahora lo hace durante todo el día, “en época de confinamiento la conectividad aumentó, lo que cambia las costumbres, consecuencias y afectaciones de este uso y dependencia”, explicó Erika Villavicencio Ayub, coordinadora e investigadora de Psicología Organizacional de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.
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