México supo ganarse un nombre en taekwondo. Siete medallas olímpicas desde Sydney 2000 hasta Rio 2016 no pueden mentir. La realidad reconocía al país como una potencia en la disciplina, pero en Tokio 2020 México chocó de bruces contra esa misma realidad que tantas veces le sonrió. La racha no pudo alargarse y el fracaso ha tocado a las puertas por primera vez en veinte años.
Briseida Acosta y Carlos Sansores quedaron eliminados en sus primeros combates. Ambos competidores llegaron a suelo nipón con expectativas muy altas. Acosta logró su boleto a Tokio después de dejar fuera a María del Rosario Espinoza, una leyenda viva del olimpismo mexicano que ganó tres medallas en tres Juegos Olímpicos diferentes. En el Campeonato Mundial de Manchester de 2019, Briseida obtuvo el bronce (en el de 2013 alcanzó la plata). Su biografía está llena de éxitos a pesar de que tuvo que convivir con una competidora sin igual como lo es María del Rosario.
En Tokio el sueño terminó demasiado rápido. La francesa Althea Laurin le derrotó por 10-3 en la categoría de +67 kilogramos y puso fin a una de las grandes esperanzas que tenía México en los Juegos. El calibre de su currículum la hacía candidata al podio. No pudo acceder al repechaje luego que su rival cayera en la ronda de semifinales. Termina un ciclo olímpico para Briseida, pero las experiencias y logros que ha obtenido sin duda la sitúan como la nueva cara del taekwondo mexicano.
Carlos Sansores se convirtió en el primer taekwondoín mexicano en competir en la categoría de peso completo (+81 kilogramos). Con solo 24 años se ganó el derecho a estar en Tokio tras superar al argentino Martín Sio en el selectivo regional. También cumplió con una destacada actuación en el Mundial de 2019, cuando se hizo de la plata en su categoría. El augurio era prometedor, pero también sufrió un duro tropiezo en su primera pelea ante el croata Ivan Sapina, que le venció 6-4.
El revés ha sido demoledor en Tokio. La eliminación prematura dejó un sinsabor enorme. Pero Sansores tiene toda una carrera en sus manos. Su categoría no ha sido explorada por México. Con sus primeros Juegos a cuestas, los próximos ciclos pueden traer grandes resultados. El crecimiento que supone participar en la máxima competencia será capital para las aspiraciones futuras de Sansores. Hay un camino largo.
El poderío de México en taekwondo comenzó a edificarse en Sydney 2000, cuando Víctor Estrada se hizo de un bronce que significó la primera presea tricolor en la disciplina. El parteaguas llegó cuatro años después, en Atenas 2004, cuando los hermanos Salazar, Óscar e Iridia, ganaron plata y bronce, respectivamente. Ya no era una casualidad: México sabía competir y ganar en taekwondo. Una nueva pasión nacía a los ojos de millones de personas. Y es que la mirada sobre la disciplina cambió: ya no era una más, sino que comenzaba a ser una garantía de éxitos.
María del Rosario Espinoza y Guillermo Pérez fueron los encargados de recoger todos los frutos. En Beijing 2008 escalaron hasta lo más alto del podio. Ambos obtuvieron el oro. Todo el país estalló de júbilo para celebrar la victoria de sus nuevos héroes olímpicos. México se confirmaba así como una potencia en la disciplina. El país había encontrado a una abanderada de excepción en María del Rosario Espinoza, un destello de luz entre tanto oscurantismo.
En Londres 2012 y Río 2016, María continuó con su tendencia ganadora. Primero se hizo con el bronce y después obtuvo la plata que le faltaba para presumir los tres colores metálicos en su vitrina personal. No pudo calificarse para Tokio precisamente al perder en el selectivo frente a Briseida Acosta. La historia de éxitos para México es taekwondo no está clausurada, pero se ha tomado un doloroso receso.
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