A pesar de que 11,372 kilómetros y el Océano Pacifico alejan a Japón de México geográficamente, ambas naciones tienen una cercanía cultural que inició desde mediados del siglo XVI, durante La Colonia, cuando llegaron los primeros migrantes japoneses a la Nueva España huyendo de la guerra y la pobreza.
Años más tarde, el intercambio comercial con Asia a través de la ruta del Galeón de Manila (salía desde las Filipinas), mejor conocido como la “Nao de China”, jugó un papel muy importante por la cantidad de productos que se traía al Puerto de Acapulco, Guerrero, muchos provenientes del país del “sol naciente”.
Sin embargo, fue hasta 1888 cuando México y Japón firmaron un tratado de amistad, comercio y navegación, bajo el régimen del presidente Porfirio Díaz (1884-1911), que fortaleció las relaciones diplomáticas y una migración formal. Fue así que muchas familias niponas se mudaron principalmente a los estados de Baja California, Sonora, Chihuahua, Jalisco, Ciudad de México y Chiapas para trabajar en el sector agrícola, pesquero, minero y de construcción, sobre todo de vías ferroviarias.
Sin duda su establecimiento enriqueció la sociedad mexicana y hasta la fecha, Japón ha dejado una serie de cosas hoy son parte de nuestra cultura.
El lila de la primavera en la CDMX
Cada año, a inicios de primavera, la capital de México se tiñe de lila con un sinnúmero de árboles de jacaranda que empiezan a florecer. Tal es la belleza que producen, que las redes sociales se llenan de fotografías en torno a ellas.
Pero no siempre fue así. Y es que la flor de jacaranda llegó a la CDMX en la década de los 20 del siglo pasado, gracias al maestro jardinero Tatsugoro Matsumoto, quien fue invitado por el gobierno del ex presidente Plutarco Elías Calles (1928-1928) para tapizar las principales avenidas con árboles de cerezos (flor rosa) como en la ciudad Tokio, Japón, o en la capital de los Estados Unidos, Washington, DC.
El gobierno japonés estuvo de acuerdo en donar los cerezos, pero al analizar las condiciones de clima y suelo, Matsumoto recomendó cambiar los cerezos por jacarandas (árbol traído de Brasil), ya que estas últimas serían más adecuadas.
Cuando florecen sus torcidos y altos troncos son un recuerdo del lazo que une Japón con México.
Diseños y formas en la talavera poblana
Entre la mercancía que traía la Nao de China cada año, los objetos de porcelana eran de los más preciado en la Nueva España. Ser propietarios de una pieza, incluso si estaba rota, era símbolo de status.
Si bien China era el mayor productor de este tipo de cerámica, a mediados del siglo XVII su producción, y por lo tanto, exportación a nuevas tierras disminuyó drásticamente y fue cuando los fabricantes japoneses suplieron la oferta con diseños artísticos muy similares, utilizando figuras de ciervos, garzas, entre otros elementos.
De acuerdo con cronistas, al pasar los años artesanos en Puebla adoptaron diseños japoneses a su técnica de “talavera”, cerámica vidriada con un característico color blanco y decorado en tono azul, que hoy en día es Denominación de Origen. Esto con el fin de que las piezas fueran igual de populares y valoradas como las de porcelana.
Incluso, además del diseño se permitió que las formas de las piezas se adaptaran al gusto y la cotidianidad de la Nueva España. Por ejemplo, los tazones para arroz o té [wan] se utilizaron como tazas para caldo o chocolate; igualmente algunos utensilios para la ceremonia del té diseñados para el mercado doméstico japonés eran usados como floreros.
Un manjar sabroso, rápido y barato
Ya sea por emergencia o por antojo ¿Qué mexicano no ha probado una famoso vaso de fideos instantáneos bien caliente, con limón y un poco de salsa valentina?
Es tal el éxito de este producto que no solo se encuentran en cualquier tienda de la esquina, también se venden “como pan caliente” en los estadios, conciertos y ferias.
Lo que pocos saben es que se trata de uno de los mejores inventos japoneses del siglo XX, pues ayudó a terminar con la hambruna durante la posguerra. Y es que en 1958, el empresario Momofuku Ando creó unos noodles (fideos) que se pueden secar, empacar y rehidratar en menos de 3 minutos con agua caliente. Su delicioso sabor y su bajo costo hizo que en Japón fuera conocido popularmente como “magic ramen”.
Seis décadas después, se convirtió en una tradición culinaria entre los universitarios y todos aquellos a los que no les gusta cocinar.
Menos fricciones en el transporte público
La educación y la civilidad japonesa es reconocida por todo el mundo; además es un ejemplo para los habitantes de las ciudades más pobladas, como es el caso de la CDMX.
Uno de los sitios donde suelen carecer estas virtudes es dentro del transporte público y más en horas pico: empujones, jaloneos y gritos con tal de poder ingresar al vagón y ganar un asiento del metro o Metrobús parece un deporte nacional.
Pero en 2015, una serie de videos del metro de Tokio se hicieron virales en las redes sociales de México debido a que mostraron la organización con la que los tokiotas abordaban el vagón. Hacían dos filas a los costados de las puertas, esperaban a que bajaran los pasajeros e ingresar uno a uno.
Asimismo, había otras tomas donde se observaba a los japonés que no llevaban prisa colocarse en el lado derecho de las escaleras mecánicas para dejar libre el lado izquierdo a los usuarios que necesitaban avanzar más rápido.
Ello inspiró en 2016 a investigadores de la UNAM a realizar un proyecto con señaléticas para abordar y subir las escaleras en la estación Balderas de la Línea 1 del Metro.
Tras realizar un estudio, en 2017 se reveló que el tiempo efectivo de ascenso y descenso mejoró un 15%; asimismo, se disminuyeron las fricciones y se generó un ambiente correcto. Hoy la gran mayoría de las líneas de la red ya tienen dichas señaléticas.
El palomazo entre amigos
Esas noches de reunión entre amigos o compañeros de trabajo en algún karaoke de la ciudad para cantar “Culpable o no” de Luis Miguel o la “Maldita Primavera” de Yuri, mientras disfrutan de unos tragos y botana se lo debes a un show de televisión de Estados Unidos a finales de la década de los 50: “Sing along with Mitch”, conducido por Mitch Miller.
Pero también a Daisuke Inoue, quien inventó una maquinita con la que cualquier persona podría cantar en vivo sobre una versión grabada de la canción. La palabra “karaoke” surge la combinación de los términos japoneses “kara” (vacío) y “okesutora” (orquesta), creando el concepto de “orquesta vacía”.
Las soluciones más profesionales no hicieron aparición hasta los años 90, cuando los concursos de canto en televisión tuvieron un “boom” en Japón y fue ahí cuando los “Centros de entretenimiento de karaoke” empezaron a ofrecer varias salas dentro de un mismo establecimiento con diferentes ambientes y temáticas.
La idea de Inoue se expandió a gran velocidad por todo el país y, a continuación, en el extranjero.
¿Y los cacahuates?
No, este tipo de cacahuates no nació en Japón, sino en 1943 en la Ciudad de México durante la Segunda Guerra Mundial, cuando eran vendidos como una novedosa botana por Yoshihei Nakatani Moriguchi, un hombre bajito de 33 años, originario de Japón.
La necesidad por haberse quedado sin trabajo luego de que el gobierno mexicano cerró las empresas de su jefe, Heijiro Kato, quien fue señalado como espía del regimen nipón, pero tenía tiendas en el Centro Histórico que hacían competencia al Palacio de Hierro y Liverpool.
Fue entonces que Nakatani empezó a fabricar muéganos, luego inventaron una fritura de trigo y sal a la que nombraron “oranda” (como la raza de carpas japonesas) y por último buscaron crear una botana a base de cacahuate, soya y harina de arroz; sin embargo, Yoshihei se dio cuenta de que este último ingrediente no existía en México, así que lo sustituyó por harina de trigo.
El resultado de esta fusión fue un golpazo comercial: decenas de personas se amontonaban afuera de la vecindad de la calle de Carretones, en el barrio de La Merced, donde Nakatani y su familia vivían, para comprar su invento culinario. Aquellos primeros clientes no tardaron en bautizarlos como “cacahuates japoneses”, que es el nombre que conservan hasta la actualidad.
SEGUIR LEYENDO: