Durante varios años se ha hecho énfasis en la responsabilidad social, la responsabilidad social empresarial y la responsabilidad social universitaria, como una dimensión ética que todas las organizaciones deben desarrollar e impulsar. Dado que las organizaciones están conformadas por personas, las cuales pueden y deben desarrollar capacidades enfocadas a la toma de decisiones conscientes que permitan a los seres humanos crear oportunidades que privilegien la innovación social y detonen el desarrollo de las comunidades por diseño y no como una forma de cumplir los requerimientos de una sociedad cada vez más exigente y crítica, surge este artículo, con el objetivo de resaltar la importancia de la educación, la colaboración, la toma de decisiones para el bien común y cómo estas impactan en modelos de desarrollo con mayor impacto social, económico y ambiental.
Para poder entender por qué la importancia de la responsabilidad social para generar innovación social desarrollando capacidades en los individuos, es necesario partir de la definición de responsabilidad. De acuerdo a la Real Academia Española, responsabilidad “es la capacidad existente en todo sujeto activo de derecho para reconocer y aceptar consecuencia de un hecho realizado libremente”, lo que ha propiciado que la humanidad haya adquirido una habilidad de ver más allá del presente, poder preocuparse, imaginar y orientar el futuro, decidiendo sobre varias opciones futuras y descartando otras posibles, siempre haciendo promesas a los demás, compartiendo su visión, obligándonos a la rendición de cuentas.
De acuerdo a Muñoz y Sánchez, la responsabilidad social está vinculada a tres aspectos fundamentales: la ética, que son el conjunto de normas que rigen la conducta; la libertad, que es la facultad de las personas de actuar de una u otra manera y los valores, que son referentes que nos ayudan a decidir entre varias opciones. Es así como surge la responsabilidad social como una forma de construir una sociedad responsable de sí misma. En una sociedad donde existen desigualdades, injusticias, y pocas oportunidades es necesario generar soluciones innovadoras que resuelvan estos problemas sociales y ambientales. Sin embargo, esta innovación no puede detonarse si no se realiza a través de la puesta en marcha de proyectos que requieran la participación y colaboración de los distintos stakeholders.
Es así como los modelos de desarrollo han evolucionado de acuerdo al contexto político, social y económico que se vaya presentando, siendo adaptativos acorde a las necesidades y contexto en el que se observan. Un ejemplo es el modelo de desarrollo sostenible de Donella Meadows que ha dado vida a la economía circular, un nuevo modelo económico que busca cambiar radicalmente los estándares tradicionales de producción y consumo ofreciendo respuesta a problemas ambientales y/o naturales para poder contribuir al desarrollo económico y social del ser humano mientras se cuida el planeta.
En el siglo XX los sistemas industriales fueron construidos utilizando energía proveniente del carbón, una excesiva explotación de los recursos naturales, un crecimiento económico basado en la deuda y el consumismo ilimitado. Estas acciones ocasionaron el deterioro del planeta, impidiendo su recuperación teniendo grandes consecuencias en el cambio climático, la acidificación de los océanos, la disminución de la biodiversidad, entre otros, generando además una distribución inequitativa de la riqueza, ampliando las brechas económicas y creando sociedades desiguales.
Paralelamente con el crecimiento económico, grandes cantidades de desperdicios, residuos y basura han creado una huella ecológica en detrimento del planeta. De acuerdo a las Naciones Unidas cada año se recolectan aproximadamente 11,200 millones de toneladas de residuos sólidos que al descomponerse generan el 5% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. La extracción de recursos ha aumentado más del triple desde 1970, con un incremento del 45% en el uso de combustibles fósiles.
Kirchherr, Reike y Hekkert definen la economía circular como un sistema económico que reemplaza el concepto de fin de vida por reducir, reutilizar, reciclar y recuperar materiales en procesos de producción, distribución y consumo, con el objetivo de lograr el desarrollo sostenible creando calidad ambiental, prosperidad económica y equidad social en beneficio de las generaciones actuales y futuras, habilitado por modelos de negocio y consumidores responsables.
La economía circular es un campo de estudio basado en los sistemas no lineales de consumo que ha experimentado un rápido crecimiento en los últimos años. Muchas empresas se han percatado que los sistemas lineales de producción y consumo incrementan el riesgo de volatilidad del precio y escasez de los insumos buscando nuevas alternativas como la economía circular, que es un sistema industrial que es regenerativo por diseño, utilizando energía renovable, eliminando la utilización de químicos que perjudican la reutilización y se aprovechan los desechos a través de un diseño de materiales, productos y sistemas dentro de un modelo de negocio.
Sin embargo, para que este nuevo sistema económico pueda tener un impacto real en nuestro planeta, es necesario desarrollar las capacidades del individuo para que pueda tener mayor poder y libertad de decisión, características principales de la teoría del desarrollo humano. Amartya Sen, economista hindú, uno de los principales autores de esta teoría, propone la economía del bienestar donde sus principales aportaciones se enfocan en resaltar que además de tener un desarrollo económico, se pueda maximizar el bienestar social. La posesión de bienes no puede ser el indicador de bienestar, pero sí son un medio para alcanzarlo, pues a través de las elecciones que realicen las personas podrán elegir libremente las cosas que valoran, enfocándose en los fines del desarrollo y no solo los medios para alcanzarlo.
Existiendo dos razones para el proceso de desarrollo: 1) La razón de la evaluación del progreso que será mayor en función de las libertades de los individuos y 2) la razón de la eficiencia, que dependerá de la capacidad de los individuos de ayudarse a sí mismos mientras influyen en el mundo.
Si relacionamos la teoría económica del bienestar de Amartya Sen con los principios del desarrollo sustentable, estaríamos resaltando la importancia de pensar en sistemas complejos interrelacionados o independientes que sirven a un propósito mayor, en este caso, la economía circular que promueve también el desarrollo sostenible, definido por las Naciones Unidas como “la satisfacción de las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades” y todo empieza por la persona, ya que deben existir tres condiciones necesarias para que se dé el desarrollo: alimentación, empleo y equidad, sin estas, las personas no pueden desplegar sus potencialidades y ampliar así sus posibilidades de elección del tipo de vida que quieren vivir, entre mayor sea el número de opciones que tienen las personas para construir sus vidas en sociedad, será más alto el nivel de desarrollo humano. El poder y libertad de decisión es la característica principal de este modelo de desarrollo, la pobreza, es falta de libertad. Por lo tanto, tal como lo diría Adela Cortina, debemos educar para el futuro que queremos, concluyendo que para tener éxito en la implementación de la economía circular se necesita una estrategia simultánea tanto de la industria como de las instituciones públicas que se enfoquen en el desarrollo de capacidades de las personas para que puedan elegir un futuro sustentable.
*Giselle Rentería Núñez es profesora de emprendimiento de la Escuela de Negocios del Tec de Monterrey, campus Hidalgo.
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