Ningún capo mexicano ha tenido más triunfos en el afán propagandístico que Joaquín el Chapo Guzmán, fundador del Cártel de Sinaloa. Así lo demuestran las series, ropa y hasta billetes que ensalzan su figura.
Hasta su última captura en 2016, este líder criminal —sentenciado a cadena perpetua en Estados Unidos— había sido un extraordinario administrador de su propio mito: de sus historias sobre su supuesta generosidad, su intención de proteger a los suyos, y su figura de narco invencible.
Esta leyenda llegó a su punto final en Los Mochis, Sinaloa, donde el gobierno mexicano se propuso deteriorar para siempre el perfil heroico del Chapo Guzmán. Entonces, las autoridades difundieron el video del momento de su detención, en el que se muestra a un efectivo de la Marina que obliga al criminal a voltear hacia las cámaras tomándolo por el cuello. El rostro de Guzmán no miente. Sabe que estaba siendo humillado.
La campaña de desprestigio —completamente planeada, según advierten los expertos— continuó con imágenes y grabaciones que exhibían a un temible gigante del narcotráfico convertido en un impotente suplicante. Era —presuntamente— la venganza del gobierno mexicano.
Recuerdos de una atormentada infancia
Penal del Ciudad Juárez. El preso con el número 3912 está sentado frente al psicólogo. Tiene 59 años y los ojos hundidos. El profesional le pide que recuerde. El reo obedece. Nació en Badiraguato, Sinaloa. Su padre murió en 1982; su madre aún vive. Sacó adelante a su familia y es el segundo de ocho hermanos. Él es Joaquín Guzmán Loera, el Chapo.
La anterior descripción se trata de un informe detallado sobre Guzmán Loera (en 2016), que muestra a un preso derrotado, con pérdidas de memoria y un trastorno de ansiedad.
El nuevo Chapo
Guzmán Loera viste un mono color caqui, con el número 3870 pintado en el pecho del lado derecho. Le acaban de rapar el pelo y el bigote. Tiene las manos manchadas con tinta, la cual se limpia pacientemente con servilletas.
El líder del Cártel de Sinaloa aparece tranquilo y concentrado en un video difundido el año pasado por el portal web Latinus, y que se sitúa en 2016, en el penal del Altiplano.
La extradición del líder del Cártel de Sinaloa
Es un Chapo viejo, casi flaco, triste. Año 2017, México. Joaquín Guzmán Loera, a la sazón de 60 años, sube a un avión del gobierno mexicano que lo llevará hasta Nueva York, Estados Unidos. Sus ojos se llenan de lágrimas ante la posibilidad de no volver a ser libre lo que resta de su vida.
El video de un minuto y 16 segundos de pura nostalgia, fue difundido dos años después por la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA).
La humillación de Joaquín Guzmán
Esta nueva grabación, hecha por el sitio Dominio Público, es el último intento por desmontar la figura de un gigante del narcotráfico.
Se trata de imágenes de las estrictas revisiones corporales a las que fue sometido el líder del Cártel de Sinaloa. El Chapo se quita el uniforme y es obligado a hacer sentadillas. Uno de los custodios revisa sus brazos y piernas para una inspección corporal. Al final se acomoda la ropa y termina el video.
El interrogatorio
La escena de este prolijo pero breve video empieza con una sesión entre Joaquín el Chapo Guzmán y Mónica Ramírez, criminóloga encargada de hacer el perfil psicológico del capo en 2016, tras su espectacular fuga por un túnel y su recaptura en Los Mochis, Sinaloa.
—”¿Cuál consideras que sea tu vicio aparte de las mujeres?”, pregunta Ramírez.
Yo creo que ese no más, responde el Chapo.
Las breves escenas del interrogatorio con el capo —que hasta el momento sigue siendo secreto— fueron compartidas por la propia criminóloga el año pasado. Se trata sólo del inicio de las charlas con el narcotraficante más famoso del mundo.
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