Lejos de la creencia que se tiene acerca de que el COVID-19 no afecta a los menores de edad, las cifras registradas en ese sector de la población han encendido alarmas. Al menos en México, de los casi dos millones y medio de contagios que se han registrado desde el azote de la pandemia, 53.240 han sido de menores de 18 años. Mientras que de las 230 mil muertes, 572 han sido de niños. Aún y que el porcentaje no es alto, resulta significativo.
Y es que el gobierno federal implementó en la estrategia de vacunación el programa para los profesores a fin de que empezarán a retomarse las clases presenciales lo más pronto posible. Ciudad de México fue uno de los ejemplos de la alarma mencionada. Los niños empezaron a volver a clases a principios de este mes de junio. No se había completado ni la primera semana cuando esos planteles regresaban a la modalidad remota por contagios de coronavirus entre los estudiantes. Un riesgo que, quedó en evidencia, se subestimó por completo.
Tan solo en la tercera semana de este mes se registraron 424 casos nuevos confirmados de COVID-19 en menores de edad: 71 en niños de cero a cinco años; 98 casos en menores de entre seis y 11 años; 255 contagios de aquellos entre 12 a 17 años de edad.
En general a nivel nacional, de los 572 decesos registrados de menores, poco más del 40% se registraron en el Estado de México (87), Baja California (42), Nuevo León (39), Puebla (39) y en la Ciudad de México (36).
Cada vez más investigaciones estudian y entienden cómo los menores se ven afectados por esta infección.
La última fue liderada por el hospital General Universitario Gregorio Marañón de Madrid, en España, y describió la baja prevalencia de complicaciones trombóticas en pacientes pediátricos con infección por SARS-CoV-2 en ese país.
Del estudio, que fue recientemente publicado en la prestigiosa revista médica Archives of Disease in Childhood del grupo British Medical Journal (BMJ), participaron 76 hospitales españoles que forman parte de la red Estudio epidemiológico de las infecciones pediátricas por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2. EPICO-AEP que cuenta con el apoyo de la Asociación Española de Pediatría (AEP).
Los investigadores incluyeron 537 pacientes pediátricos diagnosticados con COVID-19 entre el 1 de marzo y el 30 de septiembre de 2020 entre todos los hospitales españoles participantes en el estudio. Según David Aguilera, médico del Servicio de Pediatría del Hospital Gregorio Marañón que lidera el estudio, “de éstos, 368 tuvieron que ser hospitalizados y 47 presentaron un síndrome inflamatorio multisistémico, conocido como SIM-Ped S. Sin embargo, tan sólo cuatro casos, que representan el 0,7% del total de los niños participantes en el estudio y el 1,1% de los niños que tuvieron que ser hospitalizados, presentaron una complicación trombótica, siendo la más frecuente la afectación de las piernas”.
La medida en que los niños no vacunados actúan como esparcidores tiene implicaciones sobre si deben ser vacunados una vez que la población adulta lo ha hecho, una cuestión que se debate acaloradamente.
En los Estados Unidos, la Administración Federal de Drogas aprobó la vacuna Pfizer para niños de 12 a 18 años el 10 de mayo, y más de 7 millones de estos niños han recibido al menos una dosis. Las agencias en Japón, el Reino Unido, la Unión Europea y otros lugares han hecho lo mismo desde entonces.
Posteriormente, en el caso mexicano, el canciller Marcelo Ebrard anunció el pasado 12 de mayo Pfizer pasó a la Cofepris un documento para solicitar luz verde para la vacuna contra el COVID-19 para las personas menores de edad.
En los últimos meses, se comenzó a observar que en algunos países de la región como Brasil, México, Colombia y ahora en la Argentina, cada vez más jóvenes mueren a causa de la enfermedad por COVID-19. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) incluso lo advierte en un documento: “en los países en desarrollo los grupos de edad más jóvenes representan una proporción significativamente mayor de las muertes por COVID-19 en relación con los países de altos ingresos.
En América Latina, los adultos jóvenes y de mediana edad representan una mayor proporción de las muertes de cada país que las cohortes respectivas de los cinco países de ingresos altos con mayor número de muertes”.
No obstante, la Organización Mundial de la Salud ha sostenido que vacunar a los niños no es una prioridad alta, dado que los suministros globales son insuficientes para inmunizar a todos los adultos.
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