Desde su llegada a la costa de Chalchicueyecan, en el hoy estado de Veracruz, el 21 de abril de 1519, la expedición dirigida por Hernán Cortés se desplazó por diversos territorios e interactuaron con diferentes culturas. A pesar de la multiculturalidad que encontraron a su paso, la estancia por las ciudad de Cempoala tuvo una especial relevancia en el futuro de sus planes. Fue en ese lugar donde el conquistador español se animó a comandar una expedición tierra adentro hacia la ciudad de Tenochtitlan.
Durante su recorrido por la costa del Golfo de México, el ejército de Cortés se dedicó a recuperar oro. No obstante, también establecieron contacto con la cultura Totonaca, asentada en las ciudades de Quiahuiztlan y Cempoala. El pueblo estaba sometido al yugo mexica, situación de la que se enteraron después y con la que echaron mano para planear el asedio de 1521.
Con el primer contacto, los peninsulares fueron guiados hasta Cempoala. Su primera impresión de la ciudad fue de gran impacto debido a su desarrollado sentido de urbanismo, auge, prosperidad, así como el gran tamaño de la población. Admirados por dicha situación, compararon el asentamiento humano con la ciudad de Sevilla, en España, y la llamaron “Villaviciosa”.
“Para ese momento, las primeras décadas del siglo XVI, Sevilla era la joya de España con casi 30 mil habitantes, y Cempoala no estaba lejos de esa cifra. En su zona de influencia, de aproximadamente 40 km, a partir de su centro ceremonial, limitado por el río La Antigua y hasta alcanzar parte de la Sierra de Chiconquiaco, había entre 20 y 30 pueblos sujetos a esta capital regional”, señala Sergio Rafael Vásquez, académico de la Universidad Veracruzana (UV).
Los avances tecnológicos, de acuerdo con el arqueólogo de la UV, se reflejan por medio de la existencia de nichos ecológicos como dunas costeras, manglares y planicies. De igual forma, existieron campos irrigados dedicados a aumentar la producción agrícola para abastecer a las poblaciones de la zona y un excedente que era llevado a Cempoala y de ahí a Tenochtitlan en señal de tributo.
Luego de conocer la ciudad y sus alrededores, la expedición fue hospedada en el centro Ceremonial de Cempoala. Ahí se encontraron con el jefe Chicomácatl, a quien identificaron en sus crónicas como “el Cacique Gordo”. A través del tributo agrícola se dieron cuenta del sometimiento por parte de los tenochcas bajo el cual estaban sujetos y comenzaron a indagar más por medio de las conversaciones con los habitantes locales.
Fue a través de mentiras, simulaciones, intrigas y promesas que se percataron del añejo conflicto entre totonacos y mexicas. De hecho, en diversas ocasiones los cempoaltecas intentaron rebelarse en contra de los habitantes de Tenochtitlan. Entre las batallas destaca la librada en Cotaxtla, misma que fue duramente reprimida y generó un rencor profundo entre los pobladores del actual estado de Veracruz.
“Durante la convivencia, Cortés se percató de sus aspiraciones y temores, de sus prácticas religiosas e ideologías y del gran malestar de los cempoaltecas, así como de los pueblos subordinados, entre los que destaca Quiahuiztlan, por ser el lugar donde se gestó el pacto con diversos caciques de la planicie costera”, señaló Sergio Rafael Vásquez.
Así, entre finales de abril y mediados de agosto de 1519, Cortés pactó con diversos caiques de la zona. Con la seguridad de contar con su apoyo, el español emprendió el camino a Tenochtitlan acompañado por cerca de 2 mil efectivos totonacas. El número de sus hombres se multiplicó por cinco, aunque en sus crónicas y cartas de relación señalaron cantidades menores. La subestimación del apoyo fue motivada por la sobrestimación de sus méritos militares.
Por ese motivo, Vásquez insiste en que Cempoala y Quiahuiztlan deben ser reconocidas como el umbral de la empresa de la conquista. En esos lugares Cortés ganó la confianza y tomó la decisión de partir hacia el altiplano, situación que desencadenó la caída del Imperio Mexica dos años después.
SEGUIR LEYENDO: