Custodiado por los majestuosos volcanes Popocatepetl, Iztaccihuatl y La Malinche, a unos 121 kilómetros al este de la Ciudad de México, se ubica un pequeño estado con una enorme historia, tradiciones y muchos atractivos turísticos: Tlaxcala.
Este territorio de apenas 3,997 km2 fue resguardado por los otomíes de los mexicas, con alianza de los tlaxcaltecas, quienes posteriormente se unieron con los españoles, que en su misión de Conquista viajaron por lo que hoy es el Paso de Cortés. Gracias a ello, los tlaxcaltecas obtuvieron privilegios, aunque no lograron evitar el mestizaje.
Durante el Virreinato, la Corona Española quiso tener beneficios económicos de estas ricas tierras, por lo que empezó a repartirlas a través de encomiendas a españoles y criollos de confianza para su explotación. Así fue cómo nacieron las Haciendas, bienes inmuebles desde donde se administraba la producción agropecuaria, en especial de pulque “la bebida de los dioses”, debido a que las circunstancias del medio natural se sumaron a una cuestión natural, como su consumo arraigado en gran parte de la Nueva España.
El modelo de inspiración feudal hizo de las Haciendas el núcleo de las comunidades. La vida dentro de ellas osciló entre el lujo de la “casa grande”: sobrias casonas de piedra, adobe o cantera, con frontones neoclásicos, muros fuertes y portones abarrotados, con lo último de las comodidades generales en Europa; tan diversas como el gusto y cultura del hacendado; y la rusticidad propia de la vida en el campo, en el que miles de trabajadores (peones y jornaleros) tuvieron un lugar estable y recursos para vincularse.
Las zonas para los jornaleros se dividían en los torreones, desde donde se vigilaba la trojes y las caballerizas para mantener al ganado; los tinacales, donde los “tlachiqueros” depositaban todos los días el aguamiel para su fermentación; las calpanerías, habitaciones para que los peones y sus familias vivieran; las emblemáticas tiendas de raya, donde adquirían productos básicos; y en algunas hasta escuelas. Lo que no podía faltar en ninguna hacienda, aunque fuera pequeña, es su capilla, donde se veneraba al santo para pedir una buena cosecha durante la semana.
Así, las Haciendas de Tlaxcala tuvieron su época de mayor esplendor entre los siglos XVII y XIX. Con el paso de los años fueron siendo heredadas, pero las revueltas sociales a inicio del siglo XX, así como Reforma Agraria, provocaron su desestabilización, pérdida de hectáreas y hasta su destrucción. Poco a poco se vendieron, e incluso, se abandonaron.
Cómo conocerlas y cuánto cuesta
Actualmente se tienen registradas poco más de 100 Haciendas en la entidad; sin embargo, solo la mitad de ellas han sobrevivido al tiempo, gracias a la cuidadosa restauración de sus dueños y teniendo que mezclar sus actividades de producción pulquera y criaderos de toros de lidia, para ser espectaculares hoteles, sedes de eventos sociales como bodas, XV años y fiestas de fin de año, hasta sets de filmación de películas, telenovelas y series históricas, así como parte de una oferta turística con actividades redituables para su mantenimiento. Eso sí, conservando su esencia arquitectónica, belleza, y sobre todo, valor histórico.
Si eres amante del turismo alternativo, te gusta compartir postales históricas en tus redes sociales, no puedes dejar de vivir la experiencia de lo antes descrito a través de recorridos guiados u alojarte con todo el glamour y sentirte parte de la nobleza de aquella época; comer y beber como hacendado, mientras percibes el aroma a pulque y madera del mobiliario; realizar actividades tradicionales como montar a caballo y tentar vaquillas; o bien, relajarte en algunos de sus temascales.
En la región cercana al Pueblo Mágico de Tlaxco, puedes encontrar las haciendas San Diego Xochuca, San Buenaventura y San Antonio Tepetzala. Mientras que cercano al Pueblo Mágico de Huamantla, están San Pedro Tenexac, San Francisco Soltepec, Santa Barbara, San Diego Baquedano y San Francisco Tecoac. En la zona de Calpulalpan se localiza San Bartolomé del Monte; y en Nanacamilpa, lugar donde están los santuarios de las luciérnagas, está San Cayetano.
Es importante mencionar que, para poder conocerlas, ya sea entre semana o en fin de semana, es necesario realizar una reservación con al menos tres días de antelación, pues no cuentan con taquilla y en muchas ocasiones están apartadas para los eventos sociales. Los costos dependen de la experiencia y la hacienda; si solo quieres ingresar a tomar fotos, van desde los 50 pesos por persona. El costo cambia si quieres una visita guiada que normalmente incluye una comida. Si madrugas, en un día podrías recorrer tres o cuatro.
Para más información visita a los siguientes operadores turísticos de la ruta:
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