“Yo ignoro la vida y milagros de Octavio Paz. Si los ignoraba cuando estuve casada con él, pues ahora mucho más, entre él y sus amigos los cubre con un espeso velo de misterio imposible de penetrar”. Fueron las palabras con las que Elena Garro simplificó la figura de su ex marido, Octavio Paz, en una carta dirigida al escritor Emmanuel Carballo en 1982.
De acuerdo a la calidad de las obras que Garro y Paz escribieron, parecería que dos mentes brillantes y famosas en el mundo de la literatura se unieron creando magia, tal cual lo ha hecho creer por años las ideas del amor romántico. Sin embargo, nada es más alejado de la realidad que vivieron como matrimonio los escritores.
Su “romance” se basó en prohibiciones, en resentimientos por alejarse de los objetivos deseados, en rencores por no hacerse feliz, en celos profesionales y violencias. Así lo describió la poeta Garro en un su obra Memorias de España 1937, “durante mi matrimonio, siempre tuve la impresión de estar en un internado de reglas estrictas y regaños cotidianos”.
La biógrafa oficial de la poeta, Patricia Rosas Lopátegui, señaló en diversas ocasiones que “Elena Garro en una entrevista me dijo que Octavio Paz le había prohibido incursionar en el género de la poesía porque ese era su terreno”.
Parecería que ese amor que se necesita para unir dos vidas nunca estuvo presente con ellos. Fueron dos jóvenes que se casaron sin el consentimiento de una parte (el de Elena), sin estar seguros que querían estar juntos y compartir un hogar o formar una familia.
“Era loco Octavio...Tomó la costumbre de acompañarme de la escuela [la Escuela Nacional Preparatoria] a la casa. Desde San Idelfonso hasta Mexicali 40, allí por el Parque México, nos íbamos a pie, hablando de libros. Caminé y caminé y platiqué y platiqué. Llegábamos y entraba conmigo a la casa. Mi papá decía, ‘Es conmovedor este chico, tan joven y lo culto que es y se interesa por todo’. Yo los dejaba conversando y me iba a dormir”, fue uno de los relatos sobre el noviazgo que dejó la poeta.
Una vez que la autora de Los recuerdos del porvenir ingresó a la universidad, a la Facultad de Filosofía y Letras, parecería que sus sueños profesionales se acabaron, pues confirmó que el ganador del Premio Nobel la manipuló para casarse. El 25 de mayo de 1937, se unieron en matrimonio ante 4 testigos, mintieron sobre la edad de ella ya que no cumplía el requisito de contar con 21 años como lo marcaba la ley del momento.
“Me casé porque (Paz) quiso, pero desde entonces nunca me dejó volver a la universidad (ella había ingresado en la facultad de Filosofía y Letras de la UNAM en 1936]. Me dediqué a ser periodista (desde 1940) porque él ganaba muy poco dinero entonces y porque eso no opacaba a nadie, sino que producía dinero. Y me dediqué a callar porque había que callar”, contó el escritor Carlos Landeros en su obra biográfica Yo, Elena Garro.
El investigador Peter Earle señaló con precisión que “desde su noche de bodas el 25 de mayo de 1937 (antes del viaje de tres semanas a España) hasta sus respectivas muertes en abril y agosto de 1998, Octavio Paz y Elena Garro no se llevaban bien. El matrimonio resultó ser, para él, una extraña síntesis de conveniencias y enojos; y para ella, una serie de sumisiones y frustraciones”.
Sin embargo, las infidelidades se hicieron presentes en el matrimonio. A finales de los años 40, ya con una hija, Octavio Paz mantuvo una relación con la pintora Bona Tibertelli de Pisis, mientras que Elena se enamoró del escritor argentino Adolfo Bioy Casares.
“Es el único hombre en el mundo del que me he enamorado y creo que eso nunca me lo perdonó Octavio”, explicó en diversas ocasiones. La presión de mantenerse en un matrimonio infeliz la llevó a cometer un intento de suicidio en 1947; no obstante, el matrimonio duró hasta 1959 cuando firmaron el divorcio.
Los celos profesionales y rencores en la relación llevaron a que su hija Helena Paz Garro viviera entre fuegos enemigos, sin una relación sólida con su padre y exiliada de México, debido a que madre e hija fueron acusadas por el gobierno mexicano de organizar el movimiento estudiantil de 1968 (información que incluyó en sus memorias Helena).
En años recientes, el periodista Guillermo Sheridan dio a conocer que la Universidad de Princeton ha mantenido a su resguardo una carta que Elena le mandó al autor de El laberinto de la soledad pidiéndole apoyo por un incidente que tuvo su hija. En el escrito se pudo observar un arrepentimiento por parte de ella ante la relación tormentosa que mantuvieron.
“No lloro por mí. Lloro porque el mal que hice ya no tiene remedio. Y ese mal ha caído sobre la Chata [Helena Paz Garro], que ninguna culpa tiene. Su vida ha sido más que triste. [...] ¡Ay! Octavio, yo tengo que llorar hasta mi último día, a ver si Dios me perdona por haber sido tan rebelde, estúpida, egoísta y majadera. No creo que tú puedas perdonarme, pero yo cumplo con una necesidad muy grande, que tengo de implorar tu perdón. Me sentiría un poco aliviada y sentiría a mi hija más cerca de ti, que para mí es FUNDAMENTAL”, escribió a finales de 1989 desde la ciudad de París.
En la carta Garro pidió que Paz y su hija se mantuvieran más cercanos, ya que “ella te quiere mucho, más de lo que te imaginas y también le tiene afecto y le hace gracia tu mujer”. No obstante, de acuerdo a la propia Helena, eso no sucedió del todo, aunque convivió con su padre, realmente la relación no fue buena.
“No nos hablamos por muchos años, nos hicimos mucho daño. Después nos reconciliamos. Me invitó a Londres y conviví con su esposa (Marie-José Tramini). Cuando ganó el Nobel, me llevó con ellos a Suecia. Fui muy feliz, le agradecí ese gesto. Se merecía el reconocimiento”, recordó Helena.
Paz pocas veces se refirió a su matrimonio, muchos estudiosos de sus obras creen que en diversos poemas se puede apreciar el rencor que llegó a sentir por Elena debido a que no fue la mujer sumisa que él quiso; sin embargo, nunca hizo público su sentir sobre su primer matrimonio, sobre la relación, inclusive sobre la dinámica con su única hija.
No obstante, Elena sí refirió hasta sus últimos días el rencor que le guardó a Paz porque nunca supo ser pareja ni padre: “Yo vivo contra él, estudié contra él, hablé contra él, tuve amantes contra él, escribí contra él y defendí indios contra él. Escribí de política contra él, en fin, todo, todo, todo lo que soy es contra él […] en la vida no tienes más que un enemigo y con eso basta. Y mi enemigo es Paz”.
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