Después de la fiesta de la democracia: la resaca

Las grandes capacidades que presumían las y los candidatos no necesariamente se verán reflejadas en políticas públicas y en buenas decisiones

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Trabajadores electorales cuentan las boletas después de que cerraron las urnas el día de las elecciones de mitad de período en un colegio electoral en Ciudad Juárez, México. 6 de junio de 2021. REUTERS / José Luis González
Trabajadores electorales cuentan las boletas después de que cerraron las urnas el día de las elecciones de mitad de período en un colegio electoral en Ciudad Juárez, México. 6 de junio de 2021. REUTERS / José Luis González

Con admiración y respeto al gran constitucionalista, Dr. Raúl Contreras Bustamante.

Siempre me ha dado curiosidad el hecho de que las y los candidatos a puestos de elección popular busquen eufóricos el voto ciudadano, como si se tratara de ganar la lotería y no de lo que realmente es: desempeñar tareas administrativas de gran complejidad y responsabilidad. Algunas personas justifican este actuar por su supuesta “vocación de servicio”, misma de la que, en la mayoría de los casos, no hallamos antecedentes en la trayectoria personal ni profesional…

Una vez pasados los comicios electorales “la fiesta de la democracia”, indubitablemente, nos enfrentaremos -como siempre- con “la resaca de la democracia”, en la que nos daremos cuenta que las promesas que sonaban tan sencillas al calor de los mítines no se pueden materializar tan fácilmente, es más, muchas de ellas ni siquiera estarán dentro de las facultades de quienes ocuparán un cargo público; las grandes capacidades que presumían las y los candidatos no necesariamente se verán reflejadas en políticas públicas y en buenas decisiones; muy probablemente, el acercamiento con la ciudadanía y la honestidad que dicen tener  se transformarán en solicitudes de acceso a la información; y, seguramente, las largas caminatas por las colonias se convertirán en un simple recuerdo de campaña de la que darán fe gorras, bolsas de mercado y murales pintados con los slogans de campaña, entre otros objetos inútiles obsequiados con dinero público.

Es necesario que estemos consientes que la democracia no termina cuando depositamos la boleta electoral en la urna, sino que es una tarea permanente que implica la responsabilidad ciudadana de dar seguimiento a las acciones, propuestas y al activismo político de quienes resultaron vencedores, independientemente si tuvieron nuestra simpatía o no durante las campañas. De lo contrario, “la resaca” nos durará hasta la siguiente elección.

Por supuesto que “la resaca” no sólo será para las y los ciudadanos, sino que los partidos políticos también tendrán que hacer el balance de las victorias y derrotas: si bien muchos seguirán “la fiesta”, otros verán con tristeza que probablemente ya no serán invitados a próximas “celebraciones democráticas”, como es el caso de Redes Sociales Progresistas que acobijó al tan polémico Alfredo Adame, Fuerza por México y el PES.

En Morena, tanto la militancia como la dirigencia, tendrán que tomar con mucha humildad los resultados obtenidos que, a juzgar por los preliminares, la ciudadanía les ha mandado la factura. Si bien el partido de Mario Delgado y sus aliados siguen siendo la fuerza política más notable, fue una elección agridulce que, sin lugar discusión, no se puede explicar sin las cuestionables alianzas con el Partido Verde Ecologista de México (que no tiene nada de verde, ni de ecologista mas que el logotipo) , la presencia de ciertos impresentables en el partido, el gobierno y las candidaturas y, por qué no, de algunas decisiones políticas de la actual administración como: el tren maya, la propuesta presidencial absorber los organismos constitucionales autónomos o las polémicas en torno a la independencia de los otros poderes, principalmente, el judicial.

Pese a los grandes problemas, cuestionamientos y malas decisiones que enfrenta Morena, hay que reconocer que todavía se siente un gran vacío en la oposición. Es inevitable no recordar la película “La dictadura perfecta” al ver la extraña coalición PAN-PRI-PRD que es ideológica e históricamente insostenible e inaceptable, pero políticamente justificable, pues es latente la desesperación de estos partidos por permanecer, “haiga sido como haiga sido”.

Llama la atención el fenómeno electoral de Samuel García en Nuevo León con Movimiento Ciudadano, el cual parece darnos pistas de nuevas estrategias de marketing político para el devenir, así como las novedosas formas de comunicarse políticamente con la juventud. Mucho tendrán que explicar los politólogos y analistas políticos acerca de efecto “fosfo-fosfo” y cómo un personaje tan superficial, como lo demostró ser García en sus tropiezos de campaña, pasó del último lugar en las encuestas a ganar una elección.

La única forma de sanar “la resaca de la democracia” es transformándonos en ciudadanos activos que estén al pendiente de las trayectorias, decisiones y acciones de las y los actores políticos, lo que necesariamente incluye estar informados, ser críticos, alzar la voz cuando haya que hacerlo y premiar o castigar en las próximas elecciones a quien no cumpla las expectativas. Nuestra tarea no terminó ayer, a penas empezó...

*Walter M. Arellano es profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM

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