Son muchos los mitos y leyendas que rodean al municipio de Ecatepec de Morelos, sin embargo, una porción de la narrativa construida por los medios de comunicación, la desinformación y los prejuicios de las personas ha permeado al grado de calificar a este territorio mexiquense como una “tierra olvidada”, o “donde no pisó Dios”.
A pesar de todos los calificativos peyorativos expresados por los habitantes de otros lugares ajenos a Ecatepec, hay historias que realzan y generan sentimientos de apego con esta demarcación habitada por casi 2 millones de personas, lo que la posiciona como la quinta alcaldía más poblada de México, sólo detrás de Tijuana, Iztapalapa, León y Puebla (de acuerdo con el censo 2020 del INEGI).
Entre todos estos relatos populares se encuentra el Puente de Fierro, una antigua conexión ferroviaria y peatonal que ha pasado por las suficientes transformaciones desde su construcción a finales del siglo XIX.
Prácticamente todo el país conoce esta icónica construcción. No por su paso como museo o por su función original de trasladar a la gente de un punto a otro, sino por su supuesto origen; de acuerdo con la historia popular, el Puente de Fierro fue pedido especialmente por Porfirio Díaz y construido en 1870 por Gustave Eiffel, ingeniero francés que edificó la Torre Eiffel en París, Francia.
Este mito que se transformó en leyenda entre la población de Ecatepec es tan popular que se cuenta a cualquier persona extranjera que llega a pisar las tierras del Dios del Viento, pero la realidad es completamente distinta y más terrenal y mexicana de lo que se pudiera pensar.
Origen del Puente de Fierro
Debido a la construcción del Gran Canal del Desagüe, que formó parte de un proyecto de enormes dimensiones territoriales a finales de los 1800 llamado “Obras del Desagüe del Valle de México”, se buscó la construcción, colocación y uso de un conjunto de puentes.
Varios presidentes vieron y autorizaron esta construcción que tenía como objetivo principal extraer el agua para impedir inundaciones en la Ciudad de México. Con Maximiliano de Habsburgo inició el primer periodo de construcción en 1865; le siguieron Benito Juárez y, finalmente, en una tercera etapa, estuvo al mando Porfirio Díaz, hasta 1886, cuando culminó dicha construcción.
“El origen del Gran Canal se localizó en la Ex-Garita de San Lázaro de la Ciudad de México; y ahí se efectuó el 17 de marzo de 1900 la solemne inauguración oficial de las Obras del Desagüe”, se lee en el boletín informativo realizado por Angélica Rivero López, cronista municipal de Ecatepec de Morelos.
Los puentes que planearon construirse a lo largo del trayecto del Gran Canal fueron divididos en cuatro clases: acueductos para hacer pasar ríos o canales, para paso de ferrocarriles, puentes vecinales y para caminos carreteros.
La construcción, ubicada entre el cruce de la avenida 1 de Mayo y la Carretera Federal México-Pachuca, en San Cristóbal Ecatepec, fue finalizada en julio de 1896 y sería utilizado para el Ferrocarril Mexicano, cuya ejecución estuvo a cargo de la Compañía del Ferrocarril.
El Puente definitivo
La estructura se colocó cuando la mayor parte de la excavación del Gran Canal había finalizado en ese lugar, pero las condiciones para realizar un puente definitivo no eran las óptimas, por lo que era prioritario cimentar de mejor manera, acción que “consistió en aprovechar una capa resistente que había cerca de la superficie del terreno y ampliar la base de apoyo”, aseguró Rivero López.
Así fue como, entre el Estado de México y Pachuca, se colocó el Puente de Fierro, llamado Puente de San Cristóbal, a 150 metros del poste del kilómetro 22 del Gran Canal. Su estructura se basó con trabes de celosía, tablero en la parte superior, de un solo claro de 33 metros de largo y seis de ancho sobre machones de mampostería.
El proyecto estuvo a cargo de una fábrica de Inglaterra y se concluyó en 1895. Según la Junta Directiva del Desagüe “se decidió hacer una plataforma en que el peso por centímetro cuadrado fuera de 0 5, pero al mismo tiempo reforzar esta cimentación con pilotes de madera de 0.30 metros de diámetro y que se introdujeron hasta 12 m de profundidad”.
Las transformaciones
De acuerdo con la cronista de Ecatepec, al ser posicionada la estructura de Fierro, se le llamó “Puente Inglés de San Cristóbal”. Años más tarde se colocaron dos puentes gemelos a un costado de la antigua Carretera a Pachuca, mismos que continúan hasta el momento y son los que más transformaciones sufrieron con el paso del tiempo.
En la década de 1940 estos puentes fueron reconstruidos para dar paso al actual “Puente de Fierro”, que llevó el nombre de “Puente Ingeniero Ernesto Uriegas”, pues fue reconstruido por la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas entre septiembre de 1940 y septiembre 1941.
Esta información se encontraba plasmada en una placa metálica con la siguiente leyenda: “Puente Ing. Ernesto Uriegas. Dirección Nacional de Caminos S.C.O.P. Septiembre 1940 - Septiembre de 1941”.
La función principal de estos caminos de fierro era ser un paso vial, pero con la modernización de la infraestructura carretera en los años de 1960, comenzaron a quedar en desuso, por lo que estuvieron en el abandono cerca de 40 años.
Manuel Bueno Herrera, artista originario de Ecatepec, se hizo de ese espacio en el año 2000. Algunas versiones populares no confirmadas, señalaron que fue un “regalo” del municipio por su trayectoria como muralista. Otros refieren que sólo le encargaron una renovación. Lo único real es que se convirtió en un espacio dedicado al arte.
El 17 de agosto de ese año se inauguró el “Centro Cultural Puente del Arte”, el cual estuvo en funcionamiento durante más de 16 años. Dentro del recinto, además de exhibir un mural que cuenta la historia de Ecatepec, se mostraban obras de arte contemporáneo, se daban cursos y talleres de arte. Con este nuevo rincón la gente se acercó a las prácticas artísticas, sin embargo, con el paso del tiempo fue decayendo y se perdió el encanto.
Durante el año 2014 sufrió al menos cuatro asaltos y actos vandálicos debido a la poca seguridad que había en el lugar. Estos hechos, aunados a la degradación estructural del “Puente de arte”, la cabecera municipal decidió darle mantenimiento en 2016, pero se quedó en promesa, ya que ninguna persona de la Secretaría de Obras de Ecatepec llegó a realizar labores..
A lo largo de ese mismo año quedó en abandono total. Fue saqueado, roto y grafiteado. Nada del pasado quedó ahí, sólo la estructura de Fierro primigenia y algunas láminas. Para la población se convirtió en un punto donde la delincuencia actuó de manera impune, así que los ciudadanos se mantuvieron lejos de ahí.
La última esperanza
Con la llegada de Fernando Vilchis a la presidencia municipal, abanderado por Morena, se lanzó una propuesta de campaña: rescatar los espacios culturales e históricos de Ecatepec, entre los que se encuentra el Puente de Fierro.
Junto con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), las obras comenzaron. Se retiraron las lonas que lo cubrían, las láminas de policarbonato de protección y lo dejaron “pelón”, para realizar la limpieza correspondiente, pero la pandemia de COVID-19 detuvo las acciones por casi un año.
Con un presupuesto cercano a los 2.5 millones de pesos, se pretende su rehabilitación para que forme parte del “corredor cultural”, integrado por la Casa de Morelos (donde fue asesinado José María Morelos y Pavón) y el albarradón.
Hasta el momento se desconoce cuál será su uso específico. Algunos mencionan que dentro del lugar será colocado el mamut encontrado en San Cristóbal, Ecatepec, en abril de 1995, sin embargo, esta información no está confirmada.
Vilchis y su esposa Esmeralda Vallejo Martínez, presidenta honoraria del DIF municipal, presionaron el interruptor que iluminó de nuevo el Puente de Fierro. Con estas nuevas luces también se encendió la esperanza de devolver a esta estructura la apariencia de sus mejores años., tal vez no como paso vial o espacio artístico, pero sí como un lugar digno de Ecatepec, donde no rija el discurso de la violencia y sea cómodo de ver, transitar y presumir desde la realidad misma, con una pizca de afrancesamiento para jactarse aunque sea un instante.
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