Lleva el carmín intacto, melena negra y un bikini adherido a unas curvas que marean. Ahora es simplemente Sandra Ávila Beltrán, pero en los ochenta fue la única mujer entre los fundadores del imperio de la droga en México.
Conocida en medio mundo como la Reina del Pacífico, durante años fue perseguida por las autoridades mexicanas y la Agencia Antidrogas estadounidense (DEA) más que por su poder —que jurídicamente nunca se llegó a demostrar— por su conocimiento casi genético, pues es sobrina de Miguel Ángel Félix Gallardo, el Padrino y su vida transcurrió a la sombra de capos como Rafael Caro Quintero, Beltrán Leyva, Ismael Zambada García, el Mayo y el propio Joaquín el Chapo Guzmán.
Ávila Beltrán fue encarcelada cinco años. En 2012 fue extraditada a Estados Unidos bajo la acusación de importar y distribuir droga; aunque los cargos le aseguraban una cadena perpetua, ésta se diluyó luego de negociaciones con las autoridades y de declararse culpable. En 2013 regresó a México pero fue hasta 2015 cuando cruzó el umbral de la cárcel.
Tres años después la extinta Procuraduría General de la República, hoy FGR, notificó que le sería devuelto uno de los terrenos en litigio ubicado en Hermosillo, Sonora. El sitio había sido decomisado en 2011, cuando la Reina enfrentaba acusaciones por lavado de dinero.
De 2016 a 2018 Ávila Beltrán recuperó 10 millones de pesos en joyas, tres casas ubicadas en la Ciudad de México y dos vehículos que le fueron asegurados en 2002.
Hoy, lejos ha quedado aquella mujer de pelo entrecano que salió de prisión. Muchos aseguran que ser valorada sólo por su físico no le fue fácil, comparado con lo que ella es. “Su personaje fue continuamente humillado y reducido a su aspecto”, aseguran.
La vida de una reina
Por la vida de la Reina discurre un reguero de muerte. El mayor sus hermanos fue asesinado en Tijuana, Baja California. Su primer esposo, José Luis Fuentes fue acribillado. Su segundo marido, Rodolfo López no corrió con mejor suerte. Murió apuñalado en un hospital donde se recuperaba por una infección estomacal.
A diferencia de otras mujeres que suelen sólo ser las parejas de los narcos, las autoridades la catalogan como jefa del hampa en México. Su apodo ha quedado inmortalizado en narcocorridos y series.
La Reina del Pacífico nació en Mexicalli, Baja California en 1960. Sus padres, María Luisa Beltrán Félix, y Alfonso Ávila Quintero, fundador del Cártel Guadalajara, le abrieron la puerta en el mundo del tráfico de drogas: le revelaron los movimientos financieros y las negociaciones con organizaciones criminales.
Ávila Beltrán, sobre quien se ha tejido un mito de historias, quería ser periodista. A los 18 años se inscribió en la escuela Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de Guadalajara, que en ese entonces, al inicio de los 80, tenía poco de inaugurada.
Su vida no ha sido un cuento de hadas: el gobierno la sacrificó por su genética y el narcotráfico la destruyó con la muerte de las personas que ama.
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