Andrés Filomeno “N”, conocido como “el Chino” en la colonia Lomas de San Miguel, ubicada en el municipio de Atizapán de Zaragoza, Estado de México, fue culpado por asesinar, descuartizar, conservar y comer mujeres, por al menos 20 años. Un nuevo asesino en serie se dio a conocer en el país.
Muchos han sido los casos de este tipo de agresores, cada uno con sus objetivos y motivos. José Luis Calva Zepeda, “Caníbal de la Guerrero”; Juana Barraza Samperio, la “Mataviejitas”; o Juan Carlos Hernández, bautizado por los medios de comunicación como “El Monstruo de Ecatepec”. Todos compartían un mote: ser asesinos seriales.
Sin embargo, ahora surge la duda sobre ¿por qué estas personas, que a simple vista parecen gente “común” y viven vidas “normales”, matan? ¿Nacen con la idea de asesinar o se desarrolla con el paso del tiempo? ¿Se arrepienten o simplemente lo hacen por gusto? ¿Qué les motiva?
De acuerdo con los investigadores Gabrielle Salfati y Alicia Bateman, un asesino serial es aquel que ha perpetrado tres o más asesinatos en lugares y periodos temporales diferentes, con lapsos de “enfriamiento” entre cada uno, los cuales pueden ser de días, semanas, meses o años, dependiendo su modus operandi.
Para ser categorizados como tal, las autoras mencionan que estos homicidios están caracterizados por un alto grado de planeación y control, contrario a lo que se encuentra en los homicidios únicos, mismos que son impulsivos, sin planeación, con interacción emocional entre el ofensor y la víctima, así como de un sólo accionar.
Muchos años de estudio sobre los asesinos seriales han arrojado algunos puntos de contacto que caracterizan a todos. Algunos de ellos se pueden observar en series de Netflix, como Mindhunter, que cuenta la historia de Robert Ressler, policía, perfilador y escritor que se empeñó en categorizar a los Serial Killers en los años 70.
Con el paso del tiempo, otros académicos y estudiosos se adentraron a este mundo y definieron situaciones que orillaron a estos personajes a convertirse en asesinos seriales desde pequeños, pues tuvieron experiencias traumáticas que los encerraron en un mundo de pensamientos y fantasías que, con el paso de los años, necesitaron cumplir sin importar el costo y llegar al homicidio deseado.
Uno de los primeros en llegar a esta hipótesis fue John Marshall Macdonald, quien publicó el artículo “La amenaza de matar” en el American Journal of Psychiatry para dar a conocer esta información en 1963. Tres indicadores eran los destacados:
1. Piromanía: generar incendios para expulsar la ira reprimida tras ser humillados. Al no poder defenderse, comienzan a destruir objetos para sentir placer.
2- Crueldad animal: se valen de especies, en teoría, indefensas para satisfacer su necesidad de placer y lo toman como una especia de “práctica” para lo que harán con los humanos cuando crezcan.
3- Hacerse pipí en la cama: conocido como enuresis, a pesar de no ser una conducta violenta, genera desconfianza en el menor, además de malestar psicológico que lo hace vulnerable.
Otro investigador que también catalogó algunas actitudes de los asesinos seriales fue el neurocientífico inglés Adrian Raine, quien viajó a Estados Unidos para estudiar más de 41 asesinatos y aseguró que “El maltrato físico a temprana edad, entre otras cosas, puede haber producido el daño cerebral, que puede haberlo llevado a cometer este acto violento”.
Esta desproporción en la materia gris se mostró en el área prefrontal, encargada de coordinar la cognición y la emoción. Además comprobó que la amígdala, que cumple la misión del procesamiento y almacenamiento de reacciones emocionales, tenía una sobreactivación.
Raine también ha hablado sobre una posibilidad hereditaria de la violencia. En el libro Anatomy of violence, de 2014, se refirió a la falta de un gen responsable de generar una enzima llamada MAOA, encargada de regular los niveles de neurotransmisores involucrados en el control de los impulsos.
Aunque no genera una predisposición genética para asesinar, sí es de llamar la atención que algunas personas que cometieron homicidios no contaban con dicho gen.
Para el criminólogo Alberto Pintado es claro: “los asesinos en serie no nacen, se hacen”, pero aún se desconocen muchos aspectos de la conducta humana que dejan vacíos en las investigaciones, aunque algunos esquemas y propuestas dejan claros los orígenes de un multihomicida y cómo llegó a serlo.
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