La vida amorosa de Porfirio Díaz, quien fue presidente de México por más de tres décadas, ha causado intriga en investigadores y biógrafos. Aunque es conocido que el general oaxaqueño se casó dos veces, en un primer momento con su sobrina Delfina Ortega Díaz y la segunda vez con Carmen Romero Rubio, se le relaciona sentimentalmente con una mujer nacida en la Villa de Tehuantepec, Oaxaca.
Su nombre es Juana Catalina Romero, conocida por su deslumbrante belleza y su intensa actividad política. Cuando tenía 18 años se distinguía por poseer habilidades curativas y por fabricar cigarrillos de hoja, aromatizados con anís y jazmín istmeño.
Ella, como toda comerciante tehuana, acudía al cuartel instalado en dicho lugar a ofertar sus productos. Fue ahí en donde Juana Cata y el joven Porfirio se conocerían. En el día a día, Juana aprendió a usar las armas, y a destacar en algunas debilidades cuarteleras: el juego de naipes, el ruido del cubilete y el rodar de las bolas de marfil en el verde tapete de la mesa de billar.
Vivía en con su tía Calixta en el barrio de San Sebastián, en donde tenía como vecinos a modestos artesanos y pobres campesinos. Su oficio de curandera le daba acceso a información política relevante, ya que trataba a distintas personas en la región. Así pues, dichos conocimientos, sumados a sus inclinaciones liberales, la llevaron a conocer y a tratar a militares como Francisco Cortés, Porfirio Díaz y Remigio Toledo.
De acuerdo con leyendas populares, estos dos últimos estuvieron ligados sentimentalmente con Juana Cata. Incluso se dice que llegó a facilitar a Porfirio una buena cantidad de dinero para que financiara sus tropas.
“Lo más probable es que ella, a sus dieciocho años, haya quedado deslumbrada por la arrogante presencia de Porfirio, pero más que nada, por el poder omnímodo que él gozaba como Jefe Político del Distrito de Tehuantepec y que éste la hubiera utilizado como informante para organizar los movimientos”, indica un texto de la Secretaría de Cultura de Oaxaca.
Sin embargo, en las memorias de Díaz no hay registro de Juana Cata. En ningún documento atribuido al general se menciona su nombre, por ello, investigadores insisten que el amorío posiblemente fue fugaz, durante el poco tiempo que el oaxaqueño permaneció en Tehuantepec.
Lo que sí es un hecho es que Juana tuvo la intención de mantener la relación de amistad con el entonces presidente de México, cuestión que prueban las cartas que les escribió cuando ella se posicionó como la mayor comerciante del Istmo de Tehuantepec.
Entre el misterio que envuelve dicho romance, hay una leyenda que ha llamado la atención de más de un investigador. Se cuenta que Díaz le mandó a edificar un lujoso Chalet en el centro de Tehuantepec.
Dichos relatos también mencionan que el mandatario hizo que las vías del ferrocarril pasaran rosando el corredor del palacete construido bajo la supervisión del arquitecto alemán de nombre Burgmeister, con la intención de que al paso del tren “pudiera llegar de un salto hasta los brazos de su amada”.
“Nada más incierto e impreciso. Sin embargo, Francie Chassen afirma en sus artículos que el chalet en comento fue construido en el año de 1912, con lo cual se origina una inmensa confusión de datos envueltos en las galas del amor a la patria chica, a la conseja y, repito, al romanticismo popular; si el dato de Chassen es preciso, el famoso chalet nunca fue conocido por don Porfirio, quien meses atrás había tomado el Ipiranga rumbo a Europa”, precisa el documento de la dependencia estatal.
Juana Cata murió en Orizaba, Veracruz el 19 de octubre de 1915, durante un viaje con destino a la Ciudad de México. Durante su vida adulta, se empeñó en generar espacios de educación para mujeres.
Como cuando solicitó a un arzobispo que las monjas teresianas fundaran una escuela para niñas en la región. Su primer intento fracasó a causa de los estragos que provocó la epidemia de cólera, pero años más tarde, a inicios del siglo XX, el Colegio de Artes y Oficios para Señoritas se hizo realidad bajo la rectoría de las madres josefinas. Hasta 1990, esta institución siguió existiendo.
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