El fentanilo, una droga sintética familiar de la heroína y la morfina, está causando la muerte de varios ciudadanos estadounidenses y mexicanos, pero también ha alcanzado a los químicos de la frontera norte de México. Éstos profesionales son obligados a prestar sus servicios bajo amenazas y en condiciones hostiles.
La casa de Juan Manuel Delgado, de 24 años, es hoy resguardada bajo una cinta amarilla. Hace días, un grupo de hombres armados ingresó al inmueble donde atacó de manera directa al joven. Manuel era estudiante de química. Una nota dejada por sus asesinos asegura que su muerte fue por no querer participar en la elaboración de drogas sintéticas.
Este caso es tan sólo una de las tantas historias que por más de una década les ha tocado presenciar a colegas del gremio. Los químicos se han vuelto presa de la criminalidad organizada que busca el tratamiento de precursores químicos para el proceso de fabricación de drogas sintéticas.
Quienes conozcan la serie Breaking bad —que relata la historia de un profesor de química de un instituto de Albuquerque que, tras serle diagnosticado un cáncer, decide fabricar metanfetamina— se sorprenderían que en México existen varias versiones de Walter White desde bastante antes. Si en la serie estadounidense se ocultan para fabricar por carreteras desérticas, en México los cárteles tienen sus laboratorios entre la sierra.
En 2014, los grupos criminales mexicanos vieron una oportunidad en el mercado de opioides, especialmente cuando Estados Unidos comenzó a controlar los medicamentos para el resfriado que contienen pseudoefedrina, que los estadounidenses usaban para fabricar drogas sintéticas.
Sinaloa (al norte de México) es una de las zonas donde yace la fabricación. Hace dos años, en el bastión del narcotráfico, el cártel con el mismo nombre comenzó a contratar profesores de química de universidades de todo México. Los profesionistas trabajan en los laboratorios de fentanilo supervisando la producción diaria.
También están tratando de cambiar el análogo molecular del fentanilo para crear una nueva versión sintética, aunque mucho menos pura que la que fabrica China. El objetivo es utilizar precursores químicos que ya no dependen de la importación en Asia. La nueva fórmula permitirá a los narcos utilizar productos químicos más fáciles de conseguir y disponibles en todo momento.
El ex agente de la DEA, Terry Cole, determina que alrededor de 10 y 20 laboratorios de fentanilo operan actualmente en la nación mexicana. En estos lugares se utilizan prensas de pastilla grandes capaces de producir millones de píldoras en un solo día. El precio para elaborar las tabletas es de centavos por dólar.
En los laboratorios, los químicos contratados por las mafias trabajan activamente. Terry Cole, entrevistado por el sitio Breitbart News, puntualiza que incluso muchos de estos profesoras continúan enseñado en las universidades.
Por lo general, los laboratorios de fentanilo son más pequeños que los de metanfetamina debido a su volatilidad (la tendencia de una sustancia de pasar a la fase de vapor). En los lugares de fabricación de este tipo de opioides, el químico a menudo trabaja completamente cubierto en un aparato de respiración autónomo de nivel A, especialmente diseñado para los equipos de rescate y bomberos.
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