Era 11 de febrero de 1993. El ahora extinto diario, El Nacional, mostraba entre sus páginas una plática que había tenido el periodista Alejandro Salazar Hernández con quien era el dueño de Televisa, el monopolio televisivo que controlaba lo que la gente miraba en la televisión, Emilio Azcárraga Milmo, El Tigre, padre del ahora dueño de la televisora, Emilio Azcárraga Jean, y quien falleciera en 1997.
La nota llevaba por título “Televisa no está vinculada al poder ni a la política”, y como balazo, se leía la frase Conversación con Emilio Azcárraga. La charla entre el periodista y el empresario se dio durante la entrega de reconocimientos a los protagonistas de la telenovela Los ricos también lloran, producida por Valentín Pimstein, luego de un arrasador éxito en México y en otros países del mundo, incluyendo europeos. Fue aquella telenovela la que catapultó a la fama a la actriz y conductora Verónica Castro, y al ya fallecido actor, Rogelio Guerra.
Luego de la entrega de reconocimientos, Azcárraga Milmo derrochaba felicidad y alegría, bromeaba y se le veía muy contento. Con ese ánimo, comenzó a hablar del papel de la televisora que dirigía, como generadora de entretenimiento, como su valor fundamental.
“México es un país de una clase modesta muy jodida… que no va a salir de jodida. Para la televisión es una obligación llevar diversión a esa gente y sacarla de su triste realidad y de su futuro difícil. La clase media, la media baja, la media alta. Los ricos como yo no somos clientes, porque los ricos no compramos ni madres”, soltó el importante empresario, considerado en aquél año como el más rico de México y de toda América Latina, con una fortuna, según la revista especializada Forbes, de 5 mil 100 millones de dólares, muy por encima de la fortuna que la misma revista calcula a su heredero, Emilio Azcárraga Jean, que al día de hoy se estima en 770 millones de dólares.
Según una columna del periodista Gabriel Sosa Plata, en el medio Sin Embargo, publicada en octubre de 2018, el periodista Alejandro Salazar relató que Azcárraga Milmo desbordaba alegría en todo momento, “de buen humor”, lo cual extrañó a muchos trabajadores de su empresa.
Posteriormente, continúo el empresario diciendo que el mercado de Televisa en México era la clase media popular, pues la clase alta, a la que llamó “exquisita”, lee libros o la revista Proceso para ver que dice de su televisora.
“En pocas palabras, nuestro mercado en este país es muy claro: la clase media popular. La clase exquisita, muy respetable, puede leer libros o Proceso para ver qué dice de Televisa… Estos pueden hacer muchas cosas que los diviertan, pero la clase modesta, que es una clase fabulosa y digna, no tiene ninguna otra manera de vivir o de tener acceso a una distracción más que la televisión”, declaró al periodista el empresario.
También dijo, en la misma entrevista que se dividió en dos partes, una publicada el 11 de febrero y otra el 12 del mismo mes, de 1993, que él nunca había visto una televisión en la basura, y preguntó al periodista si alguna vez había visto un aparato televisivo en el basurero.
“Ustedes nunca han visto un aparato de televisión en la basura, nunca. Yo les juego lo que quieran… A ver, alguno de ustedes, que se presumen periodistas de muy muy, díganme: ¿Cuándo han visto un aparato de televisión en la basura? Estoy esperando… Sí, la televisión empezó aquí en 1952, debe haber muchos aparatos que ya no sirven. ¿O dónde carajos están los aparatos que ya no sirven? ¿los desaparecieron? ¿se los comieron?”, continuó el empresario.
Genaro Villamil, ahora presidente del Sistema Público de Radiodifusión Mexicano, comentó en una columna publicada en la revista Proceso en 2013, que en aquella ocasión, Azcárraga Milmo confesó lo que todo el mundo sabía en este país y nadie se atrevía a decir: “la televisión comercial es para enajenar (divertir) a los jodidos”, y menciona que la TV no pretende otra cosa más que incorporar a los pobres a la sociedad de consumo, y tampoco pretende sacarlos de la pobreza. “Para Azcárraga Milmo, como para su padre Emilio Azcárraga Vidaurreta, y para su hijo Azcárraga Jean la televisión simplemente es un gran negocio: venderle espectáculo a los pobres y, a cambio, garantizarle al sistema la sumisión de los “jodidos” y el control político vía la información teledirigida”, dice en aquella columna el también periodista y escritor.
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