En el Centro Histórico de la Ciudad de México, entre las calles Manuel Márquez Sterling y Pescaditos, hay una calle llamada Ernesto Pugibet. Cercana a ella, se encuentra otra llamada Buen Tono, ubicada entre Aranda y Luis Moya. No todos saben el origen de los nombres de estas calles.
Ernesto Pugibet fue un empresario francés que llegó a México y se instaló en nuestro país. Antes de llegar a México, estuvo en Cuba, en donde aprendió todo lo relacionado con el cultivo del tabaco y la manufacturación de cigarros. En México puso en práctica todo lo aprendido en el país caribeño, y fundó una empresa cigarrera, a la que nombró Buen Tono. Se presume que la fábrica de cigarros fue fundada entre 1875 y 1884, durante la dictadura de Porfirio Díaz, quien fue pieza clave para el crecimiento de la empresa, pues procuraba a las compañías nacionales y extranjeras.
Ernesto Pugibet estuvo casado con Guadalupe Portilla, quien se presume, aportó el capital para echar a andar la fábrica, la cual inició como un pequeño negocio familiar que estaba ubicado en la calle Puente Quebrado, hoy República del Salvador, en el Centro Histórico de la Ciudad de México. En este lugar trabajaron de manera artesanal por aproximadamente seis años.
Al principio, los productos eran distribuidos por el mismo Pugibet, pero con el tiempo fueron aceptados de buena forma por los clientes, que aumentaron de manera notable, lo que provocó que tuviera que delegar responsabilidades. La distribución alcanzó un nivel internacional.
En 1890, Pugibet compró los terrenos que pertenecían al Convento de Monjas de San Juan de la Penitencia, y construyeron allí una fábrica cuyo domicilio era Plaza de San Juan 218, ubicada en la actualidad, precisamente en las calles Ernesto Pugibet y Buen Tono en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Ahora, en ese lugar está construida una torre de Teléfonos de México (Telmex), las oficinas del Metro, además de un jardín en donde se exhibe un busto del empresario, una iglesia que él mandó a construir y un mercado.
Durante un viaje a Francia, Pugibet conoció al inventor de una máquina capaz de fabricar cigarros sin pegamento. El empresario compró el derecho exclusivo de usar ese mecanismo en la República Mexicana. La máquina fue un sistema que empleaba dos ruedecillas finamente dentadas de diversos diámetros y que colocadas, la más pequeña en el interior del tuvo de papel y la mayor afuera, comprimían entre ambas los bordes doblados de dicho tubo, estampándolos y dentándolos para construir así, una junta fuerte y perfecta.
La máquina engargoladora, llamada Decouflé, fue, en su tiempo, uno de los avances más novedosos que tuvo la industria cigarrera.
Para 1893, Pugibet y su esposa, en conjunto con Andrés Eizaguirre y Francisco Pérez Vizcaino, crearon una sociedad anónima, de la que surgió la Compañía Manufacturera de Cigarros sin Pegamento El Buen Tono, S. A., con un capital social de un millón de pesos.
En 1899 fue firmada una nueva escritura escritura que terminó con la antigua sociedad y la sustituyó por la Compañía Manufacturera de Cigarros sin Pegamento El Buen Tono S. A., con otros miembros y cuyo capital social se encontraba en los dos y medio millones de pesos. Para 1904 el capital social de la cigarrera aumentó a cinco millones de pesos. Para 1912, en plena Revolución Mexicana, El Buen Tono contaba con un capital social de diez millones de pesos.
Uno de los factores que impulsaron el éxito de la cigarrera fue la publicidad de la empresa, pues una de las estrategias que se utilizaron fue publicar historietas en diversos diarios. En la publicidad de sus historietas destacaron el litógrafo mexicano Juan Bautista Urrutia. También para los capitalinos, era algo común ver, durante la primera década del siglo XX, en los cielos un Hamilton, nombre con el que se le conocía popularmente a las avionetas, que anunciaban la marca.
El éxito económico de la empresa permitió que Pugibet construyera una fuente que proveyó de agua al barrio de San Juan, así como una iglesia dedicada a la Virgen de Guadalupe dentro de los terrenos de la empresa. Además construyó lo que llamó “colonias”, que eran conjuntos de casas destinadas a los trabajadores administrativos, con la idea de mejorar su calidad de vida y reducir el trayecto entre el lugar de residencia y el laboral.
“La Mascota”
En la época de mayor esplendor de El Buen Tono, se estableció una ley que obligaba a los grandes magnates a ofrecer facilidades para que sus trabajadores pudieran vivir cerca de sus centros de trabajo. Por lo que planeó hacer “La Mascota”, un edificio de 100 metros de largo en su fachada principal, en donde metió 174 departamentos perfectamente acomodados.
“Es un proyecto tan lindo que hace que se sienta ver la densidad tan alta. Al hacer fachadas por el exterior, balcones, y también calles internas para poder entrar al centro de la manzana, le da una calidad de vida increíble y hace que parezca que que tienes sólo un vecino de un lado al otro, y no 173”, dijo la arquitecta María Bustamante Harfush durante un recorrido por la colonia Juárez organizado por Fundarq, asociación que preside.
Su persistente estructura
En la esquina de Avenida Cuauhtémoc y Bucareli, se encuentra un edificio de dos pisos que llama la atención por estar construido completamente con ladrillos y decorado con composturas afrancesadas. Se nota que su diseño se realizó en el siglo pasado, sin embargo, de él entran y salen personas que lo habitan como si no cargara más de 100 años de antigüedad.
Así, El Buen Tono se convirtió en una fábrica con excelentes instalaciones, modernas, limpias, confortables, espaciosas. Tenía un gran número de empleados, y había bodegas para almacenar tabaco en rama y bodegas para almacenarlo ya procesado. También había un taller de litografía en donde se imprimían sus cajetillas y sus propios anuncios publicitarios.
Pugibet murió en 1915, pero durante los años 20´s del siglo pasado, El Buen Tono continuó aumentando sus ventas. En 1923 fundó la radiodifusora CYB, ahora XEB, destinada a promocionar las marcas de cigarros que producían.
Las décadas siguientes siguió creciendo, pero poco a poco fue decayendo. Fue en 1961, durante el sexenio de Adolfo López Mateos, que tuvo que cerrar. La empresa fue adquirida por la Tabacalera Mexicana, hoy CIGATAM, perteneciente a Grupo Carso, del magnate mexicano Carlos Slim.
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