Macario Alcalá Canchola aterrorizó a la Ciudad de México durante dos años. En su reino de miedo, de 1960 a 1962, mató, de acuerdo con números oficiales, a dos prostitutas. Sin embargo, se cree que la cifra real es de por lo menos una docena de mujeres asesinadas. La historia lo conocería como Jack el Destripador mexicano.
Él fue la definición perfecta de un copycat killer: un asesino serial que imita o quiere ser comparado con otro más famoso. Alcalá Canchola escogió al más célebre, a un hombre londinense que en el año de 1888 horrorizó a Inglaterra cuando mató a cinco prostitutas en las áreas pobres del barrio Whitechapel.
No obstante, a diferencia del mexicano, el inglés sigue sin ser identificado. La naturaleza de los actos de ambos les ayudó para cementar sus apodos. Destripadores. Porque en el año de 1960, los cadáveres de prostitutas empezaron a aparecer en barrios de la capital del país.
El Destripador mexicano nació alrededor de 1930 en una familia con pocos recursos económicos. Cuando cumplió los 18 años se enlistó en el Ejército mexicano pero su tiempo fue corto. Lo despidieron por distintos actos de indisciplina y por su falta de competencia.
También trato de entrenar para convertirse en boxeador profesional. Sin embargo, no tenía las habilidades suficientes para el deporte de contacto ni para pelar dentro de un cuadrilátero.
Después decidió convertirse en policía de la Ciudad de México utilizando un nombre falso: Fernando Ramírez Luna. Ahí, Alcalá Canchola ya manifestaba una personalidad autoritaria y violenta. Fue despedido por hacer uso excesivo de la fuerza durante capturas y arrestos y por abusar de su autoridad.
Según Horacio B. Rivera, autor de la Enciclopedia de los Asesinos en serie, se sabe que Alcalá Canchola se casó y tuvo hijos, pero por razones desconocidas, se separó de su esposa.
Su modus operandi era platicar con prostitutas en cantinas o en las banquetas de la calle para contratarlas y después llevarlas a moteles. Ahí las torturaba, las golpeaba, las estrangulaba, y dejaba sus cadáveres desnudos sobre las camas.
Su personalidad narcisista y sus deseos de ser famoso y reconocido eran evidentes porque Macario Alcalá Canchola, sin confesar que él había sido el asesino, charlaba con sus amigos sobre los crímenes antes de que los asesinatos fueran publicados y difundidos en medios de comunicación.
Fueron estas charlas las que alertaron a la policía capitalina y dieron los indicios necesarios para después capturar al Destripador. Su presunto último asesinato fue registrado el 19 de septiembre de 1962: mató a una mujer identificada como Julia González Trejo. Su cuerpo desnudo fue descubierto en la habitación de un hotel ubicado en el número 32 la calle Mosqueta, en la colonia Guerrero.
Julia González Trejo fue hallada el 20 de septiembre. Era una madre de cuatro y trabajadora sexual. Laboraba en el cabaret El Imperial.
En su intento de ser vinculado con Jack el Destripador, Macario escribió en un espejo del cuarto número 216, con un lápiz de labios: “Jak [sic] Mexicano, reto a Cueto”. Luis Cueto Ramírez era general y, en ese año, jefe de la policía del entonces Departamento del Distrito Federal.
Además, por su experiencia como agente de la policía, en las escenas del crimen sabía cómo cuidar y limpiar sus huellas dactilares.
En la mañana siguiente, el cadáver fue encontrado por empleados del hotel Drigales. González Trejo solamente vestía un par de tacones y fue gracias a su identificación dentro de su bolso que la pudieron reconocer.
Macario Alcalá Canchola conoció a Julia González Trejo la noche anterior dentro de un bar. Alrededor de las 23:30 horas del 19 de septiembre llegaron al hotel de la calle Mosqueta. El asesino se registraría con el nombre falso de Fernando García.
Después de tener relaciones sexuales, Jack el Destripador mexicano se rehusó a pagar por el encuentro y el servicio y estranguló a la víctima.
Cuando lo detuvieron, declaró que la sujetó “para amedrentarla así, con la mano derecha, girando los dedos hacia la derecha de su cuello. Vi que se desmayaba”.
Tras el hallazgo de González Tejadas, la policía de la Ciudad de México interrogó a sus compañeras y compañeros del cabaret y a los empleados del motel Drigales, con lo cual pudieron realizar un retrato hablado de Alcalá Canchola. Fue arrestado días después.
El asesino confesó haber matado a Julia González Trejo pero negó haber cometido los otros crímenes que se le adjudicaban. Sin embargo, durante su interrogación, el Destripador mexicano reveló información sobre los homicidios que solamente la policía sabía. Ni siquiera los medios de comunicación.
Fue condenado a 60 años en prisión por el homicidio de dos mujeres: la sentencia máxima en ese entonces en la capital del país. Según el autor de la Enciclopedia de los Asesinos en serie, Alcalá Canchola es sospechoso de asesinar a, por lo menos, otras 11 mujeres en la ciudad.
El psicólogo Pablo García González, del Instituto de Investigación Criminalística, realizó un perfil donde lo describe como un exhibicionista acomplejado.
“El hecho de que el asesino escribiera el recado sobre la luna de un espejo demuestra que quiere ser tomado en cuenta y que su delito trascienda. El asesino actuó con serenidad, lo cual quedó comprobado por el hecho de haberse llevado las ropas de Julia; también procuró no dejar huellas digitales... Se trata también de un individuo de bajo estrato, pues ni siquiera supo escribir bien el nombre de Jack... Es posible que vuelva a matar”.
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