Emiliano Zapata murió a os 39 años pero poco tiempo le bastó para crear su leyenda. A diferencia de otros personajes de la Revolución, el general, como era conocido fue quien inspiró mayor confianza y empatía en las huestes de todo el país, quienes centraron en su figura la que mejor representación para la lucha por la tierra, la justicia, la libertad y la dignidad de los campesinos, así como a las clases oprimidas en general.
Y es que el Caudillo del Sur, ya sea a través de reproducciones fotográficas o alegorías plásticas, es el héroe nacional que más ha trascendido fronteras. Los orígenes de esta “idolatría” y su vigencia fueron discutidos vía remota en la presentación editorial, organizada por la representación del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en Morelos, a través del Museo Histórico del Oriente, en Cuautla, donde cinco historiadores exploraron a zapata como mito, en el 141 aniversario de su natalicio en 2020.
“Estoy convencido que, sin la intransigencia, resistencia y heroicidad de Zapata y del movimiento que encabezó, la Revolución Mexicana hubiera sido muy distinta, quizás, solo política, limitada a sustituir un gobierno dictatorial por uno electo democráticamente, pero carente del contenido social y la transformación profunda y radical de las estructuras económicas, sociales, políticas y culturales”, dijo al respecto Felipe Ávila Espinoza, titular del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM).
“Por eso, la huella del zapatismo fue de tal magnitud que, incluso los “vencedores”, no pudieron eludir la legitimidad de sus demandas. Y también creo que la persistencia en la memoria colectiva y en la lucha de los sectores populares mexicanos, hasta la actualidad, se explican por la identificación con la experiencia histórica zapatista”, dijo en la transmisión, la cual se realizó por el canal de INAH TV en YouTube, como parte de la campaña “Contigo en la Distancia”, de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México.
En su intervención, el historiador Salvador Rueda Smithers, director del Museo Nacional de Historia, Castillo de Chapultepec, recordó que en los años 70, cuando formó parte de un grupo de jóvenes historiadores dedicado a recuperar los testimonios de los últimos zapatistas, era común encontrar en las humildes casas de los veteranos y las veteranas, fotomontajes de ellos (en retratos de su juventud) con la figura del general, de quien perpetuaron el simbolismo de héroe nacional.
Diferencia de métodos con Madero
Tras el triunfo con la Revolución y el maderismo, Zapata no concibe el licenciamiento de sus tropas sin que a cada uno se le otorgue la seguridad de tierras para sembrar a cambio de sus fusiles. Para él, la guerra no terminaba con el derrocamiento del porfirismo, sino con la cristalización del objetivo del pueblo campesino: la devolución de las tierras robadas por los hacendados millonarios, con las décadas de imposición latifundista de los hacendados.
Madero creía que primero había que hacer una reforma política profunda, mientras que para Zapata era prioritaria la devolución de las tierras robadas por las haciendas. A decir de Zapata, Madero había traicionado la revolución.
Con Madero como presidente de la República, las diferencias no disminuyeron. Zapata se entrevista con Madero en el Palacio Nacional, donde sostienen una fuerte discusión. Madero ofrece a Zapata una hacienda en el estado de Morelos “como pago a sus servicios a la Revolución”, cosa que enfurece a Zapata que le contesta:
“No, señor Madero. Yo no me levanté en armas para conquistar tierras y haciendas. Yo me levanté en armas para que al pueblo de Morelos le sea devuelto lo que le fue robado. Entonces pues, señor Madero, o nos cumple usted, a mí y al estado de Morelos lo que nos prometió, o a usted y a mí nos lleva la chichicuilota”, respondió Zapata.
Tejiendo la mortal traición, 50 muertos por una farsa
Tras el asesinato de Francisco I. Madero y el ascenso en el poder de Victoriano Huerta, la lucha armada se exacerbó y Zapata fue uno de los jefes revolucionarios más importantes, al tiempo que introdujo importantes reformas en Morelos, su ciudad natal.
Alcanzó así fama nacional el movimiento zapatista como la otra cara de la moneda entre los campesinos surianos y los del norte. En su estancia en la capital, las tropas tuvieron una actitud más que pacífica: obtuvieron recursos mediante limosnas y evitaron los robos y asaltos de algunos bandidos que ensuciaban su nombre haciéndose llamar zapatistas.
La guerra por parte del gobierno tomó perfiles despiadados en el norte. El gonzalista Jesús Guajardo le hizo creer a Zapata que estaba descontento con Carranza y que estaría dispuesto a unirse a él. Zapata le pidió pruebas y Guajardo se las dio al fusilar a aproximadamente cincuenta soldados federales, con consentimiento de Carranza y Pablo González, y ofrecerle a Zapata armamento y municiones para continuar la lucha.
Así, acordaron reunirse en la Hacienda de Chinameca, Morelos, el 10 de abril de 1919. Zapata acampó con sus fuerzas a las afueras de la hacienda, y se acercó a la misma acompañado únicamente por una escolta de diez hombres.
Al cruzar el dintel, un ordenanza apostado a la entrada, tocó con su clarín la llamada a honores. Esa fue la señal para que los tiradores, escondidos en las azoteas, abrieran fuego contra Zapata, que alcanzó a sacar su pistola, pero un balazo se la tiró; después el caudillo cayó muerto.
No pocos condenaron el procedimiento. Además, esto dio lugar a que, una vez muerto por más de veinte impactos de escopeta en el cuerpo, Zapata se convirtiera en el propagador de la revolución y símbolo de los campesinos desposeídos. El movimiento continuó, aunque ya con menos intensidad, y los zapatistas acordaron nombrar a Gildardo Magaña Cerda jefe del Ejército Libertador del Sur. Él sería el último, pues casi un año después, los antiguos compañeros de Zapata se integrarían al gobierno aguaprietista, aunque algunos de ellos serían asesinados por el mismo gobierno.
Sin embargo, nadie pudo acabar con lo que Zapata significó para el pueblo de México y la lucha de ideales de libertad y justicia.
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