“A través del recuento de crímenes y asesinatos, tanto de los clásicos individuales como de los colectivos que nos sacuden por oleadas, es posible narrar una crónica del país”, escribió el periodista y dramaturgo Vicente Leñero en el prólogo del primer volumen del Libro rojo de 2008.
La nota roja en México es tan común como lo es insólita, y donde los asesinos y criminales se convierten en los protagonistas y los ojos de todas las cabezas y estelares.
<b>Secuestró a su familia 18 años para “protegerla de las maldades”: la brutal historia del “químico loco” que inspiró una película</b>
El director Arturo Ripstein fue el encargado de llevar el testimonio a la pantalla grande en 1972: El Castillo de la Pureza. Luis Spota lo retrató en la literatura con La Carcajada del Gato, novela publicada en 1964.
Un clásico de la nota policiaca en México, la historia verdadera comenzó en el invierno de 1959, cuando un hombre encerró a toda su familia durante 18 años para “protegerla de las maldades” de la sociedad. Varias fuentes señalan que Rafael Pérez Hernández, el padre de familia y nacido en Jalisco en 1905, justificó su decisión hasta el día que murió.
Las víctimas de su cruel castigo fueron su esposa, Sonia María Rosa Noé, y sus seis hijos, a quienes nombró con palabras inusuales y que evidenciaban su delirio: Indómita, Libre, Soberano, Triunfador, Bien Vivir y Libre Pensamiento.
No tenían permitido nunca ver por las ventanas, tapizadas con madera, de la casa, y mucho menos salir a la calle.
Un día, la policía arribó a la casa de los macetones, como la bautizó la prensa y como se le conoce hasta hoy. Los elementos de seguridad irrumpieron en el domicilio porque, presuntamente, un ciudadano encontró en el pavimento de la calle un mensaje escrito en el papel que se utilizaba para envolver pan. Un llamado de auxilio escrito por la hija mayor.
La llegada de los uniformados significó el fin de la cárcel creada por Rafael Pérez Hernández y, por lo tanto, la liberación de su familia. Ese día México conoció uno de los casos que ahora forman parte de la historia de la nota roja en el país.
<b>“La mataviejitas”: la historia de Juana Barraza Samperio</b>
Como luchadora se llamaba La dama del silencio. Esta mujer fue hallada responsable de al menos 12 robos y 16 asesinatos de personas de la tercera edad, cometidos entre 1990 y 2006, en la Ciudad de México. Entraba a su casa haciéndose pasar por enfermera y después los mataba y robaba.
Por ello la prensa la identificó como La Mataviejitas. Fue sentenciada a 759 años de cárcel y sigue presa en el penal de Santa Martha, donde ha reclamado su inocencia en distintas entrevistas con medios de comunicación. Tras nueve años en prisión, en julio de 2015 contrajo matrimonio con otro interno pero un año después se divorciaron. Un dato que llamaba la atención: siempre vestía de rojo al cometer sus crímenes.
<b>“El Sádico”: el asesino serial de hombres homosexuales que sacudió a la Ciudad de México</b>
En el año 2005, una serie de homicidios sacudió a la Ciudad de México. Los crímenes eran característicos por la orientación sexual de las víctimas: todos eran homosexuales. La prensa bautizó al autor como El Asesino del Arcoíris o, como mejor se le conoce, El Sádico, por su excesiva violencia.
Policías capitalinos lo tuvieron que perseguir durante meses hasta identificarlo: Raúl Osiel Marroquín Reyes. Mataba a sus víctimas lentamente asfixiándolas. Las ahorcaba con sus propias manos o les quitaba el aliento con una bolsa de plástico. Después, metía los cadáveres en maletas y las abandonaba en las avenidas de la Ciudad de México.
El Sádico fue capturado el 23 de enero del 2006. Genaro García Luna, titular de la entonces Agencia Federal de Investigación (AFI), comunicó el 26 de enero a toda la población sobre el arresto de Raúl Osiel Marroquín Reyes, el asesino de cuatro personas homosexuales y autor de por lo menos seis secuestros.
<b>Poeta, seductor y asesino al estilo Hannibal Lecter: el “caníbal de la Guerrero” que mató a su novia y cocinó su carne</b>
Seres humanos comiéndose a otros seres humanos parece impensable. Sin embargo, hace 13 años, en departamento de la colonia Guerrero, en la Ciudad de México, ocurrió.
El departamento 17 del número 198 de la calle Mosqueta.
José Luis Calva Zepeda era un autoproclamado escritor, dramaturgo, y poeta mexicano, presunto asesino serial, y caníbal. Fue acusado del asesinato de su novia y de comérsela en el año 2007: él mismo confesó antes del juicio que la mató, pero no que la consumió.
También era el sospechoso de otros dos a ocho homicidios, de acuerdo con CNN.
En octubre del 2007, elementos de la entonces Policía Federal (PF) arribaron al domicilio de Calva Zepeda para arrestarlo: era el principal sospechoso de la desaparición de su novia, Alejandra Galeana, de 32 años de edad, quien había sido vista por última vez con vida el 6 de octubre.
Reportes de medios nacionales e internacionales informaron que fue hallado con un plato de restos humanos sazonados con limón. Trató de escapar aventándose de su ventana, hiriéndose gravemente a sí mismo.
Calva Zepeda negó ser caníbal, pero sí aceptó haber matado a Galeana después de una pelea. De acuerdo con los fiscales, el asesino mutiló el cuerpo de su novia y, para deshacerse de él, se lo daría a perros de la calle para que se lo comieran.
En la madrugada del 11 de diciembre del 2007, El caníbal de la Guerrero no se presentó al llamado de todas las mañanas para pasar lista, informó Reuters. Murió por suicidio entre las 06:00 y 06:30 horas: fue encontrado colgado con su propio cinturón del techo de su celda de prisión. El escritor no dejó ninguna nota.
<b>“Las Poquianchis”: las hermanas González Valenzuela</b>
Así fueron conocidas las hermanas González Valenzuela –María Luisa, Delfina, María de Jesús y Carmen–, a quienes atribuyeron el asesinato de al menos 150 personas, la mayoría prostitutas que trabajaban en sus burdeles. Las autoridades presumieron que a muchas de sus víctimas las enterraron vivas.
Eran originarias de El Salto, Jalisco, y durante su infancia fueron víctimas de violencia familiar. Para huir del maltrato de su padre, Carmen se fugó con su novio cuando era una adolescente. Pero su padre la encontró y la encarceló en la prisión municipal.
Las hermanas trabajaban como obreras en una fábrica textil, donde recibían sueldos miserables. Al morir sus padres, recibieron una modesta herencia que ocupan para abrir un prostíbulo y comenzar con sus crímenes. Ganaron fama por su bar en San Francisco del Rincón, Guanajuato, donde las llamaron Las Poquianchis. Reclutaban mujeres con engaños y las obligaban a dar sexoservicio.
El 6 de enero de 1964 fueron detenidas después de que una de sus víctimas escapó y las denunció. Las autoridades encontraron un pequeño cementerio con restos humanos de sus víctimas. Su historia inspiró a Jorge Ibargüengoitia para escribir su novela Las Muertas, que sirvió de guión para una película del mismo nombre dirigida por Felipe Cazals.
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