Un amante de la poesía con un terrible secreto: la historia de Jorge Riosse, el asesino de La Merced

Entre 1991 y 1993 sus crímenes contra prostitutas horrorizaron a la capital mexicana. Yulene Olaizola narró parte del caso en el documental “Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo”

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La historia de Jorge Riosse
La historia de Jorge Riosse tenía una conexión especial y distinta con la misma de la directora: el homicida le rentó, por años, un cuarto a la abuela de Olaizola durante la década de los noventa (Ilustración: Jovani Pérez/Infobae)

Yulene Olaizola, cineasta mexicana, ganó el Ariel a Mejor Ópera Prima en el año 2009. En su documental, titulado Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo, cuenta la historia de un hombre de la Ciudad de México: solitario, amante de las artes y la poesía, y asesino serial.

La historia de Jorge Riosse tenía una conexión especial y distinta con la misma de la directora: el homicida le rentó, por años, un cuarto a la abuela de Olaizola durante la década de los noventa.

El inquilino, guapo y joven, le cambió la vida a la abuela Rosa Elena Carvajal. Su amistad creció prontamente. Riosse le pintaba cuadros, le dedicaba canciones, y le regalaba poemas. A la cineasta también la vio un par de veces. Una de ellas la fotografió para hacerle un retrato a mano.

“Jorge marcó a esa casa y a mi abuela en particular”, afirmó Olaizola en el 2008 en una presentación de la película, según Corre Cámara.

Yulene Olaizola, cineasta mexicana, ganó
Yulene Olaizola, cineasta mexicana, ganó el Ariel a Mejor Ópera Prima en el año 2009 (Foto: Twitter/@CinemaTropical)

Las autoridades del entonces Distrito Federal, entre los años de 1991 y 1993, se enfrentarían a quien después el mundo conocería como El asesino de La Merced, quien perpetró una serie de homicidios sanguinarios en la capital del país.

Al principio de su oleada de asesinatos se le atribuían por lo menos 13 muertas. La mayoría de ellas eran trabajadoras sexuales que laboraban en el barrio de La Merced, a solamente unas cuadras del Zócalo y el Palacio Nacional.

Sus víctimas siempre eran mujeres y tenían los mismos signos de violencia y tortura, por lo cual los elementos de seguridad suponían que el responsable era solamente una persona. Tenían entre 25 y 38 años de edad, y eran halladas estranguladas en hoteles y moteles del centro del D.F.

Los cadáveres eran cuidadosamente colocados debajo de la cama y tapados con una sábana.

La mayoría de ellas eran
La mayoría de ellas eran trabajadoras sexuales que laboraban en el barrio de La Merced, a solamente unas cuadras del Zócalo y el Palacio Nacional (Foto: Twitter/@AsfixiaPrograma)

A veces, Riosse dejaba pistas o mensajes tétricos en los espejos de las recámaras. Muchos de ellos solamente decían “Volveré”, firmado con las iniciales L.B.M., y pintados con lápices de labios.

En el documental, Rosa Elena narró que cuando Jorge Riosse vivía en su hogar lo único inusual que notaba en él era su obsesión por los mujeres. Los cuadros trazados por él mismo los albergaba en el diminuto cuarto donde dormía.

Pero no solamente se quedaba en los lienzos. La abuela de Olaizola lo vio una noche saliendo a la calle arreglado con los labios pintados de color rojo y un vestido blanco de novia.

Durante la presidencia de Carlos Salinas de Gortari, la policía del entonces Distrito Federal tenía encima la presión de los medios de comunicación porque no atrapaban al asesino serial. Los feminicidios continuaban, y los ciudadanos de la capital tenían miedo y querían ver a un responsable capturado y prisionero.

A veces, Riosse dejaba pistas
A veces, Riosse dejaba pistas o mensajes tétricos en los espejos de las recámaras. Muchos de ellos solamente decían “Volveré”, firmado con las iniciales L.B.M., y pintados con lápices de labios (Foto: Rodolfo Angulo/Cuartoscuro.com)

En el hotel Mexicali, elementos policiacos encontraron una escena sangrienta: el cadáver de una mujer cuyo corazón había sido extraído. Además, con su presunta sangre habían pintado, en el espejo, un mensaje incomprensible.

No podían más. Un lavacoches fue el primer chivo expiatorio. Identificado como Jorge Enrique Martínez, en el año de 1993 confesó que solamente él había cometido los asesinatos en hoteles de la capital. Que los alojamientos de nombres como Las Vegas, Glorieta, Maya, Cuba, y El Madrid habían sido su patio de recreo.

Martínez, presuntamente, fue forzado a testificar. Con el cuerpo lleno de golpes y lágrimas en los ojos confesó que él era en asesino serial que buscaban.

La ola de muertes aparentaba haber terminado, hasta que el 9 de abril de 1993, una prostituta logró huir de un hombre que intentó lastimarla. Ante los gritos y las llamadas de auxilio de la mujer, un agente de la policía detectó al hombre y le disparó. Lo lastimó con una bala, pero la persecución continuó.

La caza terminó donde cruzan
La caza terminó donde cruzan las calles Shakespeare y Víctor Hugo, en la colonia Anzures, y que años después sería el título del documental de Yulene Olaizola (Foto: Twitter/@PopnographyP)

La caza terminó donde cruzan las calles Shakespeare y Víctor Hugo, en la colonia Anzures, y que años después sería el título del documental de Yulene Olaizola.

El asesino de La Merced inició un incendio en la azotea de un domicilio. Fueron los bomberos quienes, después de apagar el fuego, encontraron a Jorge Riosse inconsciente en el piso. A su estilo y pintado con rojo, en una de las paredes de un cuarto de la vivienda decía “no soy homosexual”.

En la recámara también hallaron listones, pelucas, pelo presuntamente de humano, ropa, e identificaciones de mujeres. Además, recortes de periódicos con notas que reportaban los asesinatos de las trabajadoras sexuales en el barrio de La Merced.

Jorge Riosse falleció, poco tiempo después, en un hospital de la capital del país. Los feminicidios de prostitutas en La Merced terminaron y los agentes de investigación del entonces Distrito Federal concluyeron que él había sido el asesino serial que horrorizó a la población de 1991 a 1993.

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