María Cristina Aguilar García vivía en la Ciudad de México. También estuvo desaparecida durante 22 años. Pero sus hijos, los hermanos Hernández García, vivieron esas más de dos décadas pensando que su madre los había abandonado.
La mujer fue víctima de un asesinato: durante todos esos años estuvo emparedada en su propio hogar, localizado en el barrio San Juan, en la alcaldía Xochimilco.
Uno de sus hijos, Luis Enrique, declaró a un agente del Ministerio Público que su mamá se casó con un hombre llamado Julio Ernesto López Suárez, varios años mayor que ella, y años después de que su papá los abandonó.
Los hermanos no vivían con ella. En 1996, cuando Luis Enrique tenía 14 años de edad, buscó a María Cristina Aguilar García, su madre, porque quería comprarse unos zapatos y necesitaba dinero. Nunca la encontró.
Su padrastro le dijo que se había ido a una reunión religiosa porque uno de sus hermanos iba a realizar su primera comunión y tenía que planear la ceremonia. Que “salió a hacer unos trámites”, les dijo.
Luis Enrique regresó tres días después al número 24 de la calle Del Bosque. Nadie le abrió la puerta. Lo único que halló fue un domicilio irreconocible y vacío. Su madre no estaba y su padrastro, presuntamente, se había llevado todos los muebles. Nunca lo volvió a ver.
El barrio de San Juan, en Xochimilco, al sur de la Ciudad de México, se convirtió en el campo de búsqueda de los hermanos. Con el auxilio de amigos y vecinos, ambos buscaron incansablemente a su madre, María Cristina Aguilar García. También, de acuerdo con El Universal, levantaron una denuncia ante las autoridades del entonces Distrito Federal por la desaparición.
En ese momento, la víctima tenía 40 años de edad. Según la carpeta de investigación CI-FXH/XÓCHITL-2/UI-2C/D/00296/05-2018, consultada por el medio, los hijos de María Cristina nunca más volvieron a saber de ella. Luis Enrique y su hermano, de 15 años de edad, se quedaron a vivir en el domicilio abandonado, ubicado entre las calles Del Bosque y Álamos.
El viernes 1 de junio del 2018 parecía ser una tarde de primavera cualquiera, casi de verano, en la capital del país. Alrededor de las 13:00 horas, en el hogar que había sido dejado y después habitado por diferentes miembros de la misma familia, un albañil golpeó una pared de una recámara. La casa estaba siendo remodelada y una de las habitaciones ampliada.
Uno de los golpes provocó que un cráneo humano saliera disparado del muro. El obrero le gritó a Luis Enrique, espantado y asombrado, por el descubrimiento macabro y trágico.
Después de la angustia inicial, comenzaron a tumbar el tabique lentamente: hallaron un esqueleto que vestía la misma ropa en la que Luis Enrique de 14 años vio a su mamá. En el espacio que tiene una pared entre el cemento y la pintura.
El cuerpo, ahora un cadáver, tenía las manos atadas en la espalda con cinta adhesiva. También tenía un trapo en su boca.
Pero probablemente el dato más escalofriante es que en la pared, reportaron medios de comunicación tras el descubrimiento, se podían observar huellas llenas de rasguños, por lo que sospechan que María Cristina Aguilar García, o a quien le pertenezca el esqueleto, fue enterrada o emparedada viva.
El hallazgo detonó la apertura de una carpeta de investigación por el delito de homicidio culposo. En el 2018, año que se descubrieron los restos humanos, peritos de la entonces Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México, hoy Fiscalía, realizaron análisis para determinar a quién correspondían los huesos.
También cuándo y de qué murió la víctima que fue enterrada, quizá viva, entre dos paredes de una casa en Xochimilco. Los hermanos Hernández García denunciaron que se trata de un homicidio y sospechan, principalmente, de su padrastro, quien de acuerdo con Sin Embargo, hoy tendría alrededor de 90 años.
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