La “Gran Pirámide” de Giza, en Egipto, es quizá una de las más conocidas a nivel mundial. Sin embargo, hay otros basamentos que han sido enigmáticos debido a la precisión matemática que cada uno posee, al tiempo estimado de construcción o a los significados que aguardan, como es el caso de la Pirámide del Sol, ubicada en Teotihuacan, uno de los centros urbanos más grandes en Mesoamérica durante la época prehispánica.
Varios mitos especulan que las pirámides egipcias y las ubicadas en Teotihuacan están alineadas, pero esto ha sido desmentido por especialistas en el tema. En entrevista con Milenio, Gabriela Martha Arrache Vértiz, presidenta de la Sociedad Mexicana de Egiptología, aseguró que estas leyendas únicamente son fantasía, cosas que “a la gente le gusta escuchar”.
También se han realizado teorías sobre el parecido que tienen entre sí las construcciones egipcias y mexicanas. No obstante, información de la revista Arqueología Mexicana afirma que los egipcios no compartían ni la forma, ni la vocación esencial de las edificaciones, ya que en el país de Medio Oriente eran utilizadas como monumentos funerarios. En contraparte, las pirámides que fueron construidas en México, tenían como objetivo el culto público.
Asimismo, la especialista afirmó que no hay ninguna similitud entre las edificaciones egipcias y las mexicanas, ya que mientras las edificaciones de Medio Oriente terminan en punta; las construcciones prehispánicas de México solo son basamentos piramidales, ya que terminan con una explanada donde está ubicado el templo.
En contraparte, diversos medios aseguran que ambas pirámides poseen las mismas dimensiones en sus bases y que se encuentran en el mismo plano. También afirman que la “Gran Pirámide” y la Pirámide del Sol están construidas en sentidos opuestos, por lo que, cuando el último rayo de sol apunta en la cima de alguno de los recintos, en el otro comienza a dar el primer rayo.
Además, una teoría que gira en torno a ambos asentamientos es la relación que poseen con respecto al posicionamiento de los astros para establecer las edificaciones. En cuanto a las pirámides de Teotihuacán, Daniel Flores Gutiérrez, investigador del Instituto de Astronomía por la Universidad Autónoma de México (UNAM), apuntó que Venus, la Estrella Polar, la Vía Láctea, el Sol, además de otros elementos astronómicos como las constelaciones, sirvieron a los pueblos como ejes para orientar la construcción de sus ciudades y edificios.
Así también lo documentó y explicó e escritor e ingeniero Robert Bauval, con respecto a las pirámides de Giza. En su libro El misterio de Orión afirmó que las tres grandes pirámides de Giza fungían como una representación de las tres estrellas del cinturón de Orión: Zeta, Epsilon y Delta Orionis. En este sentido, Bauval denominó a su hipótesis como Teoría de la Correlación, para formularla retomó algunos estudios realizados por la astrónoma Virginia Trimble, quien ya había sugerido que los antiguos egipcios colocaban sus edificaciones a partir de puntos concretos en el cielo.
Otro rasgo que comparten entre sí ambas pirámides es su ubicación en lugares estratégicos para poder indicar la iniciación o finalización de ciclos y el paso del tiempo. En el caso de la Pirámide del Sol, Flores Gutiérrez aseguró que su alienación está directamente relacionada con el inicio del año nuevo en el altiplano. En contraparte, el arqueólogo Glen Dash concluyó en una investigación publicada en The Journal of Ancient Egyptian Architecture, que las pirámides de Giza fueron construidas en función de los puntos cardinales y del equinoccio de otoño.
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