Los apoyos de EEUU dan a los mexicanos el dinero en efectivo que la austeridad de AMLO les negó

Por Max de Haldevang/Bloomberg

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Elsa María González, cuyo esposo Alberto Burgos trabaja en Estados Unidos para enviar dinero para su familia, camina cerca de Western Union en Jantetelco, estado de Morelos (Foto: REUTERS/Carlos Jasso)
Elsa María González, cuyo esposo Alberto Burgos trabaja en Estados Unidos para enviar dinero para su familia, camina cerca de Western Union en Jantetelco, estado de Morelos (Foto: REUTERS/Carlos Jasso)

Andrés Manuel López Obrador llegó al poder con la promesa de hacer que la economía de México sea menos dependiente de su gigantesco vecino del norte. Pero sus políticas antipandémicas están teniendo el efecto contrario.

El presidente mexicano ha manejado uno de los presupuestos más austeros del mundo a través de la crisis del COVID-19, negándose a pedir prestado dinero extra a medida que la economía se desplomaba. Así, el estímulo que evitó una recesión aún más profunda, y que está destinado a impulsar un repunte este año, proviene de Estados Unidos.

Y México se ha beneficiado de dos formas clave del gasto pandémico de Estados Unidos, que se prevé que supere los 5 billones de dólares con el nuevo proyecto de ley de la administración Biden.

Las remesas se dispararon a un récord, ya que los expatriados mexicanos recibieron cheques de estímulo y enviaron parte del dinero a casa. Y las exportaciones también alcanzaron un máximo histórico, porque las cosas que los estadounidenses querían comprar en la era de los encierros y el trabajo desde casa, como nuevos televisores o equipos informáticos, encajaban bien con la industria manufacturera de México.

El resultado es que el estímulo estadounidense agregó alrededor de 3.5 puntos porcentuales al producto interno bruto de México en 2020, siete veces más que las medidas fiscales tomadas por el propio gobierno del país, según los cálculos de JPMorgan Chase & Co. Sin embargo, las cifras de este año pueden ser igualmente desiguales.

Que México esté teniendo “algún tipo de recuperación se debe precisamente al paquete de estímulo en Estados Unidos”, dijo Gabriel Lozano, economista jefe de JPMorgan en México. “Hasta cierto punto compensó lo que no fue entregado por el gobierno”.

López Obrador prometió entregar, antes y después de su elección en 2018, una economía con un motor interno más fuerte que la haría menos dependiente de las exportaciones a Estados Unidos, y una donde el sur agrario y pobre obtendría una parte justa de el producto del crecimiento. “Vivimos en un mundo interconectado y globalizado, pero tenemos que cuidar el nuestro”, dijo el presidente en 2019.

Pero lo que está presidiendo en este momento es una recuperación de dos velocidades apoyada por la demanda de Estados Unidos y sesgada hacia el norte más rico de México, donde se encuentran la mayoría de las fábricas.

Después de la caída del 8,2% del PIB del año pasado, la peor en más de un siglo, la economía nacional se ha recuperado lentamente, con un turismo que sigue obstaculizado por las restricciones de viaje. No obstante, las exportaciones aumentaron un 5,5% en el cuarto trimestre respecto al año anterior.

En enero, el empleo formal en los estados industrializados de la frontera norte mexicana había recuperado con creces las pérdidas pandémicas, subiendo un 1,9% respecto al año anterior. En el resto del país, se redujo un 3,9%, y las mujeres fueron las más afectadas.

Mientras tanto, las remesas alcanzaron los 41 mil millones de dólares el año pasado, alrededor del 4% del PIB. Casi todo ese dinero llegó de Estados Unidos. López Obrador aclamó entonces a los mexicanos que viven allí como “héroes” por su apoyo financiero.

La mayor dependencia económica de Estados Unidos corre el riesgo de afianzarse, según Jessica Roldan, economista jefe de la corredora local Finamex.

“Seguiremos dependiendo de lo que suceda externamente para poder crecer”, dijo. “Es como una bicicleta que no tiene suficiente potencia para seguir adelante”.

Con medidas estándar, México tiene espacio para brindar más apoyo presupuestario a su propia economía. Su deuda nacional es moderada según los estándares de los mercados emergentes al 52% del PIB, y con una calificación crediticia de grado de inversión puede vender bonos en dólares a 10 años en alrededor del 3%. López Obrador ha asignado algo de efectivo adicional para inversiones, especialmente en el país, dirigidas a la petrolera estatal y sus programas sociales. Pero, en general, ha esbozado una filosofía completamente en desacuerdo con las políticas de pedir prestado y gastar, mismas que se han vuelto ortodoxas para gran parte del mundo durante la pandemia.

El presidente, conocido por su estilo de vida frugal, dice que su austeridad se centra en recortar el gasto derrochador de otros funcionarios públicos. Invoca rescates pasados, cuando dice que los políticos acumularon deuda pública para ayudar a sus compinches privados, como ejemplos del tipo de corrupción que su gobierno combatirá.

El enfoque agresivo ha funcionado en sus propios términos, lo que convierte a México en uno de los pocos países en registrar un superávit presupuestario antes de los pagos de intereses en 2020. Muchos economistas dicen que eso se produjo a costa de una caída más profunda y una recuperación más lenta de lo necesario.

No hay muchas señales de que el bajo rendimiento económico de México haya perjudicado la posición de López Obrador ante el público. Su índice de aprobación se mantiene por encima del 60%. Gran parte de su apoyo se concentra entre los trabajadores de la economía informal, quienes han visto expandirse los programas sociales antes en la presidencia de López Obrador y tienen pocas expectativas de otra ayuda del gobierno.

El vicegobernador del banco central, Gerardo Esquivel, designado por López Obrador, dice que habrá una recompensa a largo plazo por la restricción presupuestaria del gobierno. México “saldrá de la pandemia mucho más fuerte que otras economías emergentes”, dijo en una entrevista.

Esquivel reconoce que México está recibiendo mucha ayuda de su vecino del norte. La demanda externa “realmente ayudó a evitar que la contracción fuera tan drástica en 2020”, dijo. Y ese debería seguir siendo el caso en 2021, en parte gracias al “programa de estímulo muy importante” en EEUU.

Ese plan de 1.9 billones de dólares llega en un momento conveniente para México, donde los analistas esperan que la economía se contraiga nuevamente en el primer trimestre, pero el gobierno sería tonto si apostara por un rescate continuo del crecimiento de Estados Unidos, porque las condiciones que llevaron a una creciente demanda de los productos fabricados en México no durarán, según Alonso Cervera, economista jefe para América Latina de Credit Suisse.

A medida que se implementan las vacunas y se reabre la economía, la industria del turismo de México puede recibir un impulso, pero en general “la gente en los EEUU exigirá servicios (restaurantes, museos, conciertos, eventos deportivos, viajes), y en ese caso, México no participará significativamente”, dijo. “Tenemos que ser conscientes de eso”.

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