El próximo 11 de marzo se cumple un año que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia por la enfermedad de COVID-19. Durante este periodo, uno de los retos más importantes ha sido mantener en su menor nivel posible las aglomeraciones en lugares cerrados, sin embargo, los millones de fieles a diversas religiones, especialmente la católica, han sido los más afectados.
En el caso de México, país con una población mayoritariamente católica, esto ha representado la reducción en el aforo o suspensión total de misas celebradas en diversos templos del país. Sin embargo, mantener un cierre prolongado de los centros religiosos ha sido sumamente complicado.
De acuerdo con un reporte realizado por el Centro Católico Multimedial, hasta el 24 de febrero de 2021 se reportaban un total de 230 clérigos y religiosas fallecidos por la enfermedad y complicaciones derivadas de la COVID-19.
La dispersión de los decesos mencionados es la siguiente: 5 obispos, 207 sacerdotes religiosos, 11 diáconos y 7 religiosas. Además, se informó que un 63% de la diócesis y arquidiócesis en el país ha sido impactada por la muerte de alguno de sus clérigos o agentes de pastoral en lo que va de la pandemia.
El reporte mencionado también hace hincapié en el aumento registrado en las arquidiócesis de Guadalajara, Ciudad de México y Morelia. En el caso de la capital jalisciense, se ha registrado el deceso de 14 ministros en el lapso comprendido entre el 8 de enero y el 24 de febrero.
Hasta hace algunas semanas, la arquidiócesis de Puebla era la más afectada por los decesos en el país. La entidad había sufrido hacia finales de 2020 de al menos 30 sacerdotes fallecidos por la pandemia.
El aumento de los casos puede ser resultado de las celebraciones decembrinas, mismas que están directamente relacionadas con diversas celebraciones religiosas en las que las aglomeraciones son muy difíciles de evitar.
El caso más sonado a nivel nacional ha sido el del cardenal Norberto Rivera Carrera, quien después de varias semanas en terapia intensiva, fue dado de alta el pasado 5 de marzo tras recuperarse de un cuadro grave de la enfermedad. Tal y como fue notificado en un comunicado por la Arquidiócesis Primada de México:
“Agradecemos a Dios que este día deja el hospital para trasladarse a su domicilio y continuar el proceso de recuperación. Que nuestra Madre Santísima, Salud de los Enfermos, siga intercediendo por todas nuestras familias y comunidades parroquiales, por lo enfermos en general, y por quienes sufren del COVID-19”.
La misma Arquidiócesis había anunciado el pasado 16 de enero del contagio positivo de Rivera Carrera, pidiendo a los feligreses que le mantuvieran en sus oraciones y pidieran por su pronta recuperación.
Sin embargo, unos días después, el 20 de enero, se informó que el cardenal había sido intubado con un pronóstico esperanzador.
La salud del cardenal fue un tema delicado para la iglesia católica mexicana, en un momento, el también arzobispo emérito recibió la unción de los enfermos, sacramento religioso que reciben personas que están en un momento crítico de una enfermedad o por su edad avanzada. Lo que se busca con esta acción es fortalecer a la persona en su padecimiento.
La Arquidiócesis Mexicana ya ha sufrido pérdidas humanas en todos los niveles de su organización, tal es el caso del fallecimiento de Monseñor Francisco Daniel Rivera, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de México, quien después de estar 21 días hospitalizado por complicaciones de la enfermedad, perdió la vida la madrugada del pasado 18 de enero, dos días después de que Norberto Rivera anunciara su estado positivo por el virus.
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