La creación de relatos en torno al origen de las ciudades o sociedades suelen complementar elementos de la realidad con imágenes narrativas vinculadas a la imaginación de los grupos históricos que los sustentan. El caso de la cosmogonía mexica no es tan diferente pues, respaldada por la historia oficial, se ha convertido en una de las culturas en México con mayores esfuerzos por el hallazgo de vestigios en la realidad que atestigüen la mitología.
Hace siete años, el 13 de enero de 2014, investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) aseguraron haber encontrado uno de los elementos más relevantes en dicha cultura. Se trata del mítico cerro Coatépec “monte de las serpientes”, lugar que ubicaron en la geografía del valle del Mezquital, al interior del estado de Hidalgo.
La localización fue de gran relevancia, pues en el actual cerro Hualtepec o del Astillero tuvieron lugar grandes sucesos, tanto mitológicos como reales. En ese sentido, fue el último lugar que transitaron los peregrinos de Aztlán en busca de la señal de Huitzilopochtli (dios del Sol), antes de establecerse en una isla del lago de Texcoco.
De acuerdo con fuentes históricas y estudios en torno al tema, algunos grupos que integraron la peregrinación se fueron estableciendo en diversos lugares como Pátzcuaro y Malinalco antes de arribar a Coatépec. En este lugar, los sacerdotes recibieron la indicación de la deidad solar por medio de sueños. La indicación fue inundar aquel valle para que las aguas rodearan el cerro y tuvieran una imagen semejante al sitio ideal y prometido.
En ese punto surgió una escisión al interior del grupo que buscaba un lugar ideal para establecerse. Por un lado se encontraron quienes, al verse sorprendidos por la belleza del lugar, tomaron la decisión de finalizar su peregrinaje y establecerse permanentemente. No obstante, otro grupo se opuso con la consigna de seguir buscando un lugar con mayor prosperidad para fundar la ciudad prometida por su deidad mayor.
Mitológicamente, el desencuentro está representado por el conflicto que enfrentó a Huitzilopochtli contra su hermana Coyolxauhqui y los 400 surianos. Como se narra en el libro III del Códice Florentino, un ovillo de plumas cayó del cielo mientras la diosa madre Coatlicue barría en la parte superior del monte Coatépec. Ella, al verlo, lo guardó debajo de su huipil y quedó embarazada al momento de quien sería el Sol.
Al considerarlo un embarazo ilegítimo, la mayor de las hermanas, apoyada por el resto, decidió dar muerte a su madre. Sin embargo, Huitzilopochtli logró nacer y degollar a Coyolxauhqui al tiempo que dio muerte a la mayoría de sus hermanos. En esa acción también se estableció una diferenciación entre la luz y la oscuridad de la noche representada por la luna y las estrellas.
Ante ello, quienes decidieron dejar de atrás el Coatépec y seguir adelante en su búsqueda por la tierra prometida, se representaron a sí mismos del lado de Huitzilopochtli. Fueron ellos los que consolidaron el relato de su peregrinaje cuando por fin se establecieron en el islote en medio del lago.
Las señales tomadas en cuenta por los arqueólogos para determinar el lugar donde se establecieron los mexicas temporalmente comenzaron a ser investigadas en 1991. La escultura de una cabeza de serpiente labrada en piedra es una de ellas y puede tratarse de la representación del Xiuhcóatl, el arma con la cual se degolló a Coyolxauhqui. Por otro lado, siente almenas que integran elementos geométricos apuntan a estar relacionadas con los ornamentos de la hermana mayor.
Otra de las evidencias es que a la mitad del cerro se encuentra un promontorio rocoso el cual, de acuerdo con el mito, es la cabeza de Coyolxauhqui, que se mantuvo en la sierra mientras su cuerpo rodó hecho pedazos.
Eduardo Matos Moctezuma, investigador emérito del INAH, ha señalado que la cercanía del cerro Coatépec con la capital Tolteca posiblemente tiene otro significado. Al haberse establecido en ese lugar entre los años 900 y 1000 después de Cristo, cuando el poderío de Tula gozó de mayor apogeo, el grupo de peregrinos pudo haber estado subordinado a él.
Los mexicas buscaron demostrar que antes de la fundación de la ciudad de Tenochtitlan hubo una historia que protagonizaron. De esa forma, al apuntalamiento de sus relatos pudo ser guiado por sobreponerse a un pasado problemático, errante y, también, sujeto al poderío de otros señoríos de la región.
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