En julio de 1962 el presidente de los Estados Unidos John F. Kennedy fue recibido en Ciudad de México por miles de personas en un gran desfile que encabezó el entonces mandatario mexicano, Adolfo López Mateos.
Durante su estancia, ampliamente difundida por los medios de comunicación, los Kennedy visitaron el Museo de Antropología e Historia, depositaron una ofrenda floral en los monumentos a la Independencia y de la Revolución, encabezaron un festival en la Unidad Independencia del IMSS (un conjunto habitacional en Magdalena Contreras), disfrutaron del ballet folclórico de Amalia Hernández en el Palacio de Bellas Artes y visitaron la Basílica de Guadalupe.
Sin embargo, lo que más trascendió de aquella visita fue una conversación que tuvieron los dos mandatarios acerca del Chamizal: un terreno de 1,77 km2 ubicado en las inmediaciones del Río Bravo que por razones fluviales -el río había modificado su cause debido a las lluvias- se había desplazado hasta ocupar el extremo estadounidense.
El dueño del área desplazada por el río era el mexicano Pedro García, quien reclamó al gobierno de Estados Unidos la devolución de su propiedad. Su demanda fue ignorada y ciudadanos estadounidenses comenzaron a asentarse en esas tierras.
Las reclamaciones por parte del gobierno de México comenzarían en 1864, cuando el presidente Benito Juárez envió al entonces canciller Sebastián Lerdo de Tejada a recuperar las 177 hectáreas que delimitaban el terreno. La situación se volvió complicada durante las negociaciones diplomáticas y se tuvo que acudir a la vía jurídica para definir quién era legalmente el dueño de ese pedazo de tierra.
Luego de diversas sesiones, el 15 de mayo de 1911 una Comisión Internacional de Arbitraje instalada en El Paso, Texas, dictó una sentencia favorable que reconocía al Chamizal como territorio de México.
Todos en México, incluido el presidente Francisco I. Madero, pensaron que el asunto se había arreglado, pero a última hora -tomando a todos por sorpresa- los estadounidenses decidieron impugnar el fallo.
Así pasaron los años y el asunto nunca terminó de resolverse.
Hasta que en 1962, según los rumores, Kennedy y López Mateos hablaron del tema por casi dos horas. Una anécdota no confirmada cuenta que, ante la insistencia del presidente mexicano para que EEUU aceptara devolver a México “El Chamizal”, Kennedy le dijo lo siguiente al traductor:
—Pregúntele cuánto vale el pedazo de tierra
A lo que López Mateos respondió:
—Dígale que no soy agente de bienes raíces
En plena Guerra Fría, y a pesar de que Kennedy fue asesinado al año siguiente, la entrega se concretó el 25 de septiembre de 1964 en un evento que fue transmitido en vivo por las televisoras y la radio. Se dice que acudieron más de 80,000 personas, tanto ciudadanos mexicanos como estadounidenses.
Durante su discurso ante los espectadores, el presidente Lyndon B. Johnson dijo que “El Chamizal” era “un símbolo de que los problemas más agudos pueden ceder ante las armas de la paz”.
Antonio Gómez Robledo, académico y jurista mexicano, calificó la única devolución de territorio que México ha obtenido de Estados Unidos como “el caso más apasionante de la diplomacia mexicana y posiblemente de la historia nacional en general”, pese a que solo hayan sido 1,77 km2 de los más de 2 millones perdidos (0.00007%), después de la lamentable Invasión Norteamericana que desembocó en la pérdida del 55% de su superficie en 1848.
Para la académica de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), Paola Juárez, entrevistada por la BBC, la entrega fue un “trato conveniente para Estados Unidos, que buscaba aliados en América Latina, sobre todo en una época en que México coqueteaba muy abiertamente con la izquierda”.
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