El narco Ramiro Ramírez Barreto quiso emular tanto a Joaquín el “Chapo” Guzmán, que ha terminado como él. Este hombre, líder del Cártel de Sinaloa detenido en 2019, y cuatro integrantes de su célula criminal fueron declarados culpables el pasado 25 de enero, en una corte del Distrito Este de Virginia, Estados Unidos, por armar una red para traficar fentanilo y heroína.
Este cabecilla y su banda delictiva eran viejos y peligrosos objetivos del gobierno estadounidense. Contaba, según su expediente criminal, con el apoyo logístico de varias partes en Asia y en la orilla de la costa del Pacífico mexicano.
Ramírez Barreto enseñó a sus socios las técnicas que los trabajadores del “Chapo” perfeccionaron en Sinaloa: no enviaban mensajes de texto ni hacían llamadas por la vía convencional. Toda aquella comunicación se realizaría a través de mensajes encriptados por WhatsApp o Facetime en celulares desechables.
Pero el mexicano y sus operadores fueron identificados por la Operación Cookout, —iniciada en agosto de 2019 por la DEA, y que terminó con la detención de 35 presuntos criminales—. A través de mensajes de SMS donde los sicarios presumían sus ganancia, además de llamadas por celular, la Agencia Antidrogas de Estados Unidos pudo seguirles la pista.
Las acusaciones contra el narco, de 44 años, apuntan que éste coordinaba la ruta de drogas desde Asia hasta México. El modus operandi consistía en la introducción a México de precursores de fentanilo provenientes de Shangai, a través del correo tradicional.
Una vez en el país, la célula de Ramírez Barreto procesaba las sustancias en narcolaboratorios de la Costa del Pacífico mexicano. Cuando la droga estaba lista iniciaban un recorrido hacia la frontera norte de México, y se enviaba a los estados de Texas, Carolina del Norte y Virginia, en EEUU.
La operación destapó mucho más allá de la localización de Ramírez Barreto y su célula criminal. En pleno 2020 pandémico , la fórmula de fentanilo —que sigue la ruta de Shanghai-Pacífico México— no se detuvo. El periodista Óscar Balderas cita a fuentes de la DEA que revelaron que el negocio de los opioides nunca paró ni por la pandemia por coronavirus, ni por la detención de Ramírez Barreto y su célula criminal.
La sentencia final de Ramírez Barreto está programada para el próximo 12 de julio, por parte del juez federal de distrito David J. Novak. El líder del Cártel de Sinaloa enfrenta una pena mínima obligatoria de 20 años de prisión y una máxima de cadena perpetua.
Hasta la fecha, 45 operadores en total han sido acusados en Operación Cookout. De ellos, 42 han admitido su conducta criminal y se han declarado culpables. Hasta el momento, 30 acusados han sido condenados, la mayoría con penas de prisión que van de dos a diez años, y tres acusados con entre 15 y 25 años de prisión
Fue Danielle Dreyer, una agente de la Administración del Control de Drogas (DEA), quien se infiltró en el Cártel de Sinaloa para que integrantes de la Secretaría de Marina y dependencias de Estados Unidos dieran un golpe de 90 millones de dólares al grupo transnacional.
Gracias a labores de inteligencia e intercepción de comunicaciones, así como relaciones de cercanía con mandos de la organización criminal, la agente pudo dar aviso a los miembros de la Marina Armada para que decomisaran 2.5 toneladas de metanfetamina, además de 100 mil píldoras de fentanilo en costas de Topolobampo, Sinaloa.
De acuerdo con documentos del expediente 21-MAG-1432 que fueron consignados por RíoDoce, Danielle Dreyer supo del cargamento que sería trasladado por un embarque a través del Mar de Cortés desde la costa sinaloense hasta un punto del puerto de San Felipe, Baja California.
La investigación comenzó en Quintana Roo, en las ciudades turísticas de Tulum y Cancún. Desde ahí siguió pistas hasta Culiacán, donde estableció vínculos amistosos con mandos medios del Cártel de Sinaloa. Junto con más agentes encubiertos trabajaron por meses en las indagatorias.
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