“La prueba de nuestro progreso no es si nos unimos a la abundancia de quienes tienen más. Es si damos lo suficiente a aquellos que tienen poco.” Franklin D. Roosevelt
México es el tercer país de América Latina con el mayor índice de abandono de mascotas, de acuerdo a datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
En 2018 sólo el 30 por ciento de los 19.5 millones de perros que existían en el país tenían dueño; el resto está en la calle y ha sido víctimas de maltrato.
Por otro lado, la Asociación Mexicana de Médicos Veterinarios Especialistas en Pequeñas Especies (AMMVEPE), ha contabilizado 28 millones animales domésticos en México, y coincide en que solamente un tercio de ellos cuenta con un hogar, el resto sobrevive en la calle.
Ambos organismos coinciden en que la cifra crece un 20 por ciento anual, lo que significa que este año, en nuestro país hay más de 15 millones de mascotas callejeras, una cifra alarmante, pues creo profundamente que nuestro valor, calidad y humanismo como sociedad se refleja en la manera en que tratamos y protegemos a los animales.
En Yucatán, estado del que soy originario y al que tengo el honor de representar en el Senado, cifras oficiales dan cuenta de que al menos hay 50 mil perros y gatos en las calles, además de que anualmente se registra la muerte de dos mil perros por atropellamiento de vehículos.
Algunos de estos animales corren con la suerte de ser encontrados por los cientos de rescatistas que hay en el estado; la mayoría muere en una situación lamentable.
La pandemia y el confinamiento por el que hemos atravesado durante el último año ha sido un fuerte golpe para todos, pero en especial para las mascotas y los albergues que se encargan de ser un refugio y alivio ante la indolencia humana.
Las organizaciones y personas que realizan la noble labor de rescatar perros y gatos, dan cuenta de que en los últimos meses aumentó el abandono de mascotas debido a la crisis económica. Incluso, algunos han recibido perros que previamente ya habían sido adoptados, pues las familias no tuvieron condiciones para darles una manutención digna.
No existe un padrón de albergues de mascotas en el estado, tampoco en el país. No hay una organización que pueda agruparlos a todos, y busque estrategias que sirvan para apoyarlos en cuanto a los recursos que todos los días destinan para mantener a las miles de animales que encuentran todos los días en la calle.
Estos hombres y mujeres entregan parte de sus ingresos personales para dar alimento, techo y medicinas a miles de mascotas que viven en el abandono o nacieron en él.
El Estado como rector e impulsor del bienestar ciudadano tendría que generar estrategias para dar solución al abandono de mascotas, pero ante la cantidad y urgencia de resolver otros temas indispensables para su funcionamiento, se convirtió en un mero observador de la labor que los rescatistas y los albergues llevan a cabo.
Por ello, determiné crear una sinergia entre el bienestar de la población, los animales y el apoyo a los albergues. Convoqué a los yucatecos a emprender la lucha contra la obesidad, y a cambio, recibir una recompensa con causa: Alimentar a los miles de perros y gatos en albergues de la entidad.
Con el “Reto Peek’”, me comprometí a que por cada kilo de peso que rebajen, conseguiré y llevaré un kilo de croquetas a los refugios.
Hasta el momento, se han entregado dos mil kilos de alimento. Dos mil kilos de sobrepeso en el cuerpo de los yucatecos, se rebajaron.
Estoy convencido de que nuestra calidad humana se refleja en el trato que le damos a nuestros animales.
Estoy agradecido por la respuesta y espero que más yucatecos tomen la decisión de sumarse, cuidar su salud y trabajar por el Yucatán con el que soñamos: Un estado de gente sana, humana, fuerte y sin ningún perro en la calle.
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