Nada podría jugar más en contra de Ismael Zambada García, el Mayo, líder del Cártel de Sinaloa, que la vida misma. Tras la caída de su socio y amigo, Joaquín el Chapo Guzmán, este cabecilla se consolidó como el capo con más poder de la organización sinaloense.
Comenzó en el narcotráfico a los 16 años. Hoy tiene 70, un obstáculo para continuar con el control dentro del cártel.
Aunque hasta el momento los Gobiernos federal y de Estados Unidos consideran que su edad y malas condiciones de salud no han sido impedimento para que el Mayo siga coordinando el envío de cargamentos de droga, los expertos han advertido que el Cártel de Sinaloa se encuentra en un momento de transición o relevo generacional.
El grupo criminal no cuenta con una estructura jerárquica definida, pero sus líderes más importantes han sido Joaquín Guzmán Loera — sentenciado a cadena perpetua en EEUU—, Ismael Zambada García y Rafael Caro Quintero.
Según los analistas, con el fin de la triada que controla el cártel, se iniciaría el relevo generacional, y nuevos actores tomarían el protagonismo.
Zambada siempre ha cuidado que no se desaten rupturas internas para que no se le eche a perder el negocio; en cambio los nuevos líderes en la trama, identificados como Los Chapitos —Iván Archivaldo y Jesús Alfredo Guzmán Salazar, y Ovidio Guzmán López—, hijos de Joaquín Guzmán, se mantienen en una posición beligerante a fin de suplir a su progenitor dentro de la organización.
El semanario local Río Doce asegura que no por ser los hijos de Guzmán Loera, Los Chapitos se convertirán en operadores eficaces como su padre.
Los hijos de Ismael Zambada García son un ejemplo de las dificultades que ha enfrentado la nueva generación para mantenerse activa en este complejo medio.
El mayor, Vicente Zambada Niebla, el Vicentillo, detenido en marzo de 2009, está preso en Estados Unidos; otro de los hijos que empezaba a sobresalir en el negocio familiar, Ismael Zambada Imperial, Mayito Gordo, fue capturado en 2014; y por último está Serafín Zambada Ortiz, quien fue arrestado en 2013 en un cruce fronterizo de Arizona, Estados Unidos.
Bajo este contexto, difícilmente la organización criminal sinaloense mantenga la unidad, ya que la nueva generación no comparte los lazos afectivos ni la experiencia conjunta en la gestación del negocio que sus padres sí tuvieron, problema que se añade al dinamismo y la inestabilidad del mercado debido a factores como la captura, muerte o enfermedades de los criminales.
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